El imperialismo, por Alfonso López Chau Nava
Leyendo el libro de Edmund Wilson, Hacia la estación de Finlandia, encontré unos pasajes memorables sobre Jules Michelet (1798-1874). Michelet, como historiador, sostuvo que las sociedades se mueven en ciclos. Muchos de sus estudios estuvieron inspirados en Giambattista Vico. En palabras del propio Michelet:
“A partir de 1824 fui preso —dirá— de un frenético delirio que me contagió Vico; una increíble intoxicación de su grandioso principio histórico.”
Ese principio lo llevó a defender una idea poderosa: “Pobre de quien pretenda aislar parte del conocimiento del resto del saber.”
Para Michelet, la ciencia es una sola, y por eso afirmaba que las lenguas, la historia y la literatura; la física, la matemática y la filosofía, por más alejadas que parezcan entre sí, están profundamente conectadas. Todas ellas forman un sistema, una unidad de sentido.
Esta visión es, en esencia, el humanismo integral, aquel que atraviesa el liberalismo, el socialcristianismo y la socialdemocracia.
Ese mismo humanismo, Stefan Zweig lo recoge en su biografía de Erasmo de Rotterdam, donde afirma que Erasmo:
“No se pone al servicio de nadie, es un pionero inquebrantable de la libertad interior y de la integridad, pues sabe que esta es condición necesaria para toda acción moral.”
El humanismo de Erasmo no es imperialista. No busca enemigos ni siervos. No excluye. Por el contrario, abre una puerta. Porque para Erasmo, todo aquel que albergue el anhelo de formación y cultura puede convertirse en humanista.
¿Necesitamos un modelo que libere al ser humano de la fatalidad de que los hombres y mujeres solo pueden crecer y desarrollarse por el camino de la búsqueda incesante de lucro y la ganancia? ¿Existen indicios de un capitalismo humanista y consciente? ¡Existe! Es el camino difícil que en el Perú están emprendiendo Rosa Bueno y Jorge Medina. Les deseamos éxito en el esfuerzo, aunque ya el esfuerzo es el éxito.