Los diarios secretos de adolescentes soviéticos revelan cómo el amor y el hambre moldearon su juventud bajo la dictadura de Stalin
Confesiones - Los jóvenes combinaban sensibilidad estética con criterios políticos a la hora de hablar de sus relaciones, en un intento de encajar en los valores del régimen
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Las restricciones ideológicas impuestas por los regímenes autoritarios transforman el afecto en una experiencia doblemente vigilada. En contextos como el de la Unión Soviética estalinista, el amor se convirtió en una práctica sujeta a escrutinio político y moral. La intimidad, lejos de desarrollarse en libertad, adquirió matices de sospecha cuando no respondía a las pautas dictadas por el Estado. Así, cualquier relación emocional o sexual que escapara a la norma oficial podía entenderse como un acto disidente.
En ese marco de control sobre el cuerpo y la mente, la vida sentimental de los adolescentes soviéticos quedó atravesada por silencios, pulsiones contenidas y conflictos internos que se mezclaban con la presión por encajar en los ideales del nuevo hombre socialista. Entre diarios personales, algunos escondidos durante décadas, salieron a la luz fragmentos de esa intimidad vivida bajo dictadura.
Los diarios personales ofrecen una visión íntima de la vida bajo dictadura
Las anotaciones recogidas por Ekaterina Zadirko, investigadora de estudios eslavos en la Universidad de Cambridge, permiten reconstruir con detalle la complejidad emocional de aquellos años. Los diarios de 25 chicos soviéticos escritos entre 1930 y 1941 muestran cómo el deseo se abría paso entre el hambre, la lealtad política y la necesidad de sobrevivir.
En una de esas páginas, fechada en septiembre de 1941, Ivan Khripunov anotó: “Me enamoré de una chica, pero ella no me quería… En mis pensamientos solo quería mirarla y no ensuciar mi ser delicado con sueños sobre relaciones sexuales”.
Muchos de estos adolescentes incorporaban a sus textos modelos literarios del siglo XIX para describir sus emociones. En noviembre de 1939, Vasilii Trushkin escribió: “La atraje hacia mí y le di un beso en la mejilla. Recuperado de la vergüenza inicial, me lancé con avidez a sus labios”.
Ese estilo elevado convivía con exigencias puritanas y consignas oficiales que marcaban con dureza lo que se esperaba de la juventud. La educación sentimental pasaba por encauzar la atracción dentro de los valores comunales y los objetivos revolucionarios.
Zadirko apunta en Slavic Review que en lugar de representar una ruptura con el sistema, estos textos muestran cómo los jóvenes trataban de adaptarse a él sin anular su identidad. Algunos buscaban parejas que compartieran su compromiso ideológico. Según señala la investigadora, era habitual que al hablar de chicas incluyeran valoraciones políticas como “¿es una buena camarada?”, “¿está concienciada políticamente?” o “¿saca buenas notas?”. Aun así, también destacaban rasgos físicos con una sensibilidad poética, como mejillas sonrosadas o labios suaves.
Las diferencias sociales no impedían compartir inquietudes comunes
Los contrastes en los diarios no solo aparecen en el plano emocional, sino también en el contexto familiar y social de cada autor. Sergei Argirovskii, criado en el seno de una familia de profesores en Leningrado, compartía inquietudes similares a las de Aleksei Smirnov, un mecánico de origen campesino. A través de sus escritos, ambos revelaban dudas sobre su lugar en el mundo, el peso de las expectativas y la búsqueda de una vida que no se limitara al sacrificio o la obediencia.
Una anotación de enero de 1941 deja ver esa inquietud en plena madurez forzada. Sergei escribió: “¿Los exámenes deberían definir la vida, no? Pero ¿qué es la vida verdadera? Mis padres viven y trabajan con el sudor de su frente. ¿Será eso la vida? Si es así, Dios nos libre”.
Ese tipo de reflexiones aparecen junto a relatos mucho más crudos. Ivan Khripunov, cuyos apuntes han sido analizados en profundidad por Zadirko, dejó constancia del hambre que padeció su familia después de que su padre fuera enviado a Siberia tras ser etiquetado como kulak. En septiembre de 1941, escribió: “Tuvimos hambre. Empezamos a salir al campo y atrapar ardillas terrestres para comérnoslas”.
Algunos de esos jóvenes fueron llamados al frente antes de cumplir los veinte años. Ivan, por ejemplo, fue reclutado en 1941. En una de sus últimas entradas, dejó escrita una frase con la que se despidió de su etapa de adolescente: “Empieza una nueva vida. Por eso he escrito mi autobiografía… La guerra convierte a todos en adultos”.