Trump le ‘cortó la cabeza’ a la mensajera
¿Se imagina que la presidenta Claudia Sheinbaum removiera de su cargo a la titular del INEGI, Graciela Márquez, porque una estadística económica producida por ese instituto no le gustó?
De entrada, no podría hacerlo, ya que el INEGI tiene autonomía constitucional y su titular no está bajo las órdenes del Ejecutivo.
Y aun si fuera el caso, tenga la certeza de que no lo haría.
No es el caso de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que calcula indicadores tan relevantes como empleo y desempleo, salarios o el índice de precios al consumidor.
El viernes pasado, como ocurre cada primer viernes de mes, se dio a conocer la cifra de creación de empleos no agrícolas correspondiente a julio. El dato fue de apenas 73 mil nuevos empleos, muy por debajo de las expectativas.
El presidente Donald Trump afirmó que los datos habían sido “manipulados políticamente” para perjudicarlo a él y a los republicanos, y despidió de manera fulminante a Erika McEntarfer, comisionada del BLS, a quien acusó de ser una infiltrada política de Joe Biden.
En 2022, McEntarfer formaba parte del Consejo de Asesores Económicos del entonces presidente Biden, quien la nominó para el cargo que ocupó hasta la semana pasada. Fue ratificada por el Senado con una abrumadora mayoría bipartidista: 86 votos a favor y 8 en contra.
Su trayectoria ha sido eminentemente técnica, con una reputación intachable.
Sin embargo, un dato que no fue del agrado de Trump le costó el cargo.
La cifra de creación de empleos en julio, aunque por debajo de las estimaciones, no fue un dato aislado. En mayo y junio las cifras también fueron débiles: 19 mil y 14 mil nuevos empleos, respectivamente.
Si una funcionaria responsable de generar estadísticas hubiera sido despedida por ese motivo en otro país, probablemente habría generado un gran escándalo. Actos como ese minarán en el futuro la credibilidad de los datos producidos por agencias gubernamentales, como la BLS.
En el caso de Trump, parece tratarse simplemente de otra acción dirigida a debilitar el llamado “estado profundo”: ese entramado institucional compuesto por técnicos y funcionarios profesionales que no son incondicionales del presidente.
Este episodio anticipa también los riesgos que podrían materializarse con el reemplazo del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.
Aunque las decisiones de la autoridad monetaria estadounidense son colegiadas —y no tomadas por una sola persona—, si a la presidencia de la Fed llega alguien cuyo principal atributo sea su lealtad a Trump, se pondrá en riesgo la independencia de la institución y se erosionará su credibilidad.
Volviendo a las cifras de empleo, es cierto que hoy vemos señales encontradas en la economía estadounidense.
Por un lado, los datos laborales sugieren un debilitamiento de la actividad productiva, como ya lo reconoció la propia Reserva Federal tras su decisión de política monetaria la semana pasada.
Por otro lado, sorprendió el crecimiento del PIB en el segundo trimestre, que fue del 3 por ciento de acuerdo con la metodología estadounidense, pero que se ubicaría en torno al 2 por ciento si se aplicara la forma de cálculo utilizada por la mayoría de los países.
Aunque Trump haya decidido “cortar la cabeza de la mensajera” —en este caso, la comisionada del BLS—, ese gesto no cambiará la realidad: hay señales claras de debilidad económica, muchas de ellas derivadas del caos generado por sus propias decisiones, en particular por su política arancelaria.