Natalia Sobrevilla: “En el Perú a los espacios culturales se les baja el volumen, hay oscurantismo”
A propósito de la publicación del nuevo libro de la historiadora Natalia Sobrevilla Perea, Los años de Castilla (1840-1865), aprovechamos para preguntarle sobre el tema cultural en el reciente mensaje de Dina Boluarte. Afirma que una de las maneras en que el gobierno está operando en el sector es cortando el presupuesto a las instancias culturales. Sobre su obra, dice que es un retrato de Castilla, en toda su complejidad y contexto.
La presidenta Dina Boluarte en el tema cultural pareciera que vive otra realidad. No mencionó, por ejemplo, lo del traslado del Archivo General.
Sí, eso está en un limbo, porque ahora sucede que no tenemos información. Se supone que no están trasladando los documentos, pero el archivo no está realmente en funcionamiento. Hay entonces un riesgo inmenso. Se prometió dinero que todavía no se está utilizando. Está todo detenido. Hay ineficiencia, inacción y letargo.
Considera que estamos viviendo una etapa oscura a nivel cultural, con censura de obras, en teatros, en libros…
Por supuesto. Y estamos viendo como a sitios como el Lugar de la Memoria no se les ha cerrado, pero no se les está dando los recursos que necesitan para realmente operar. No hay suficiente acción al respecto. Le han cortado el presupuesto a muchas instancias culturales.
Una especie de venganza.
Es un oscurantismo en el que estamos ahora, porque todos los espacios donde se puede ser contestatario están siendo silenciados, y no de una manera muy abierta, cerrándolos, apagándolos, sino bajándoles el volumen.
Y está también la censura, como acaba de ocurrir en la Feria del Libro. ¿Qué opina de eso?
En eso hay que hacer un balance de hasta qué punto tiene derecho una persona como Víctor Polay a presentar su libro, si estamos hablando de una libertad irrestricta de la palabra... Bueno, ese es el mejor espacio, es un lugar del libro. Pero, por otro lado, ese libro se iba a presentar y probablemente nadie hubiera sabido de esto. Lo que ha causado al final es una gran publicidad al libro y se va a ver beneficiado, va a haber mucho más interés sobre el trabajo que quizás antes hubiera pasado desapercibido. Es un arma de doble filo.
Volviendo a lo cultural, hay crisis en espacios culturales muy reconocidos en el Perú. En Caral, en Machu Picchu, en las líneas de Nazca.
Sí, por supuesto. Hay una miopía muy grande de parte del Estado peruano de no proteger lo que es el patrimonio de todos.
Y se está tratando de reescribir la historia. Lo hace el fujimorismo y la misma Boluarte lo busca hacer, ¿por eso es importante contar la historia, en este caso de Ramón Castilla, tal y como ocurrió?
Ciertamente. Lo que sucede es que la historia está siempre en reconstrucción y reescritura. Porque la historia, si bien nos habla del pasado, nos habla muchísimo más del presente, del momento desde que se escribe, desde donde se enuncia. Entonces, está siempre vigente. Mira, justamente estoy presentando un libro esta noche, que se llama Esta democracia no es democracia, donde hay una entrevista que le hacen al fiscal adjunto en la Argentina, Luis Moreno Ocampo. Y él tiene una cita que me parece muy relevante: él dice que las guerras se libran siempre dos veces, la primera vez es en el campo de batalla y la segunda es en la memoria. Esa es una lucha que no acaba nunca.
Y los historiadores, en ese sentido, tienen un papel muy importante.
Lo importante es seguir haciendo la lucha y seguir escribiendo y tratando de también hacer escritura que sea para un público en general, para que puedan conocer mucho más su historia. En ese sentido, es bueno que se lean los libros y los comenten y se pregunten siempre por esas historias que nos han contado y de dónde vienen y sobre todo quién las ha contado.
Esa es una de las características de su nuevo libro sobre Ramón Castilla. Empieza citando el famoso verso de Nicomedes Santa Cruz: “Que viva mi mamá, que viva mi papá, que viva Ramón Castilla que me dio la libertad”. El tema de la esclavitud ¿es lo que más se conoce de él?
A mí me interesó mostrarlo en toda su diversidad. Pensándolo como un personaje mucho más amplio que simplemente como el libertador de esclavos o simplemente como el modernizador del Estado. No solo mostrarlo en sus años en el poder, sino cómo llega al poder, cómo lo conquista, cómo lo logra.
Y retrata en toda amplitud a Castilla, quien desde muy joven, con poco más de 20 años ya ha participado en la defensa de España como realista, ha sufrido prisión, ha recorrido zonas amazónicas del Brasil y andinas del Perú, y luego termina en las filas patriotas. Una vida bastante intensa, desde joven.
Una vida muy intensa. Y la intensidad se mantiene porque está atravesada por guerras civiles, por guerras muy intensas, por campañas políticas, entonces es una vida muy azarosa.
Propia de los militares de esa época.
Así es. Es algo que el historiador argentino, Tulio Halperin Donghi, llama la “carrera de la revolución”. Personas que se forman en este contexto y que luego son los que crean los nuevos estados republicanos... También lo que es interesante del periodo de Castilla es que coincide con la llegada del guano, que se ve como un recurso providencial que ayuda a organizar y a financiar el nuevo estado.
En la biografía de Castilla ha habido muchos elogios, pero también muchas críticas y enconos, como la del periodista Manuel Atanasio Fuentes, conocido como El Murciélago, ¿es cierto todo lo que dice él de Castilla?
No tenemos certezas, pero digamos que tampoco tenemos dudas, porque cuando uno de sus hagiógrafos, Rubén Vargas Ugarte, por ejemplo, se refiere al hecho de los supuestos abusos cometidos en la Guerra de Independencia, dice que son hechos que van en contra de la moral, y entonces dice que es mejor no hablar de ellos, con lo cual nos deja muy ambiguamente la duda de que probablemente es cierto.
Lo de Fuentes es un odio mucho más personal, mucho más a la persona que al político o al militar.
Así es, porque además lo que trata de poner ahí en cuestión es su fibra moral, entonces lo quiere mostrar como un depravado. Ahora, sí era bastante conocido y sabido que Castilla era jugador y mujeriego. Tuvo muchos hijos, ninguno con su esposa, que probablemente no podía tenerlos. Tenía dos hijos a la hora de casarse, y uno de los hijos que tiene después, la madre muere y su mujer, la señora Diez Canseco, adopta a ese niño como propio.
El libro sitúa muy bien a Castilla, se alió con los liberales y luego con los conservadores. Y lo de la liberación de los esclavos, explica usted, fue por el contexto, por las necesidades que se le presentaron.
Sí, Castilla es un hombre muy pragmático. Él va leyendo el tablero de ajedrez, va leyendo lo que va viniendo en la partida, y decidiendo qué es lo que le es más conveniente para mantenerse en el poder. Y todo eso realmente muestra cómo es su carácter. Lo que a mí me parece importante de resaltar en este libro es que, en general, el público tiene una visión muy genérica de lo que era Castilla, y que hay que entender el contexto y cómo es que se dan las cosas, cómo en la abolición de la esclavitud. El asunto es que en el Perú se da la libertad de vientres con la llegada de San Martín en 1821, con lo cual se dice que nadie nacerá esclavo en el Perú, pero bebés o niños que van creciendo, no son libres inmediatamente, hay una legislación que dice que las personas van a seguir trabajando para sus amos mientras sean menores de edad, y con el tiempo se va cambiando y aumentando la minoría de edad, de 15 a 18, a 25, hasta los 50 años.... Es decir, la esclavitud eventualmente iba a terminar, y lo que hace aquí es terminar con ella más pronto... Lo que hace Castilla es más bien lo que se conoce como una manumisión, él hace que el Estado peruano pague compensación a las personas que pierden a sus esclavos.
Unas compensaciones que eran bastante altas.
Eran unas generosas compensaciones, muy generosas, yo he tratado de hacer un cálculo económico de cuánto habría significado. Imagínese que alguien tenía uno o dos esclavos, pero imagínese a los que tenían 500 o 200. Entonces, grandes fortunas del Perú se consolidan en ese periodo.
Castilla no es un ideólogo, sino es un hombre pragmático cmo usted dice, que responde a lo que acontece, y, sin embargo, se mantiene vigente durante varios años.
Porque además es un presidente muy afortunado porque tiene un recurso muy generoso, que es el guano, que le permite hacer muchas de estas políticas y de mantenerse en el poder.
¿También destaca su aporte a la educación, en la infraestructura?
Sí, porque también tiene la vocación de crear un código de educación, tiene la ambición de establecer escuelas de primeras letras, de hacer reformas en los colegios superiores, en las universidades. En ese sentido es un modernizador. Es el creador de la Policía, reformador del Ejército, introduce las pensiones, construye ferrocarriles. Pero claro, él lo puede hacer porque logra tener un control político y también porque tiene los recursos del Estado.
Pero no es digamos un personaje democrático, sigue siendo un soldado.
Castilla las dos veces que llega al poder lo hace en revolución militar, llega después de batallas. Llega después de la batalla de Carmen Alto y después de la batalla de La Palma. Entonces, digamos que no es particularmente democrático. Lo que sí es que él insiste en algo: para tener legitimidad él debe tener una elección democrática. Entonces, en los dos casos, después de haber triunfado en la revolución, él organiza una elección. Y también es cierto que luego tiene un respeto por las estructuras constitucionales. Aunque también las cambia, las transforma. Les tiene respeto, sí, pero cuando las constituciones no son a la medida que él quiere simplemente cierra el Congreso y busca un Congreso nuevo para hacer lo que él quiere.
Ahora que veo su libro, me viene la reciente frase del Cardenal Carlos Castillo diciendo frente a Dina Boluarte: es fácil ser dictador, pero es muy difícil saber gobernar. ¿Castilla quizás fue el primer presidente en tratar de gobernar y no ser simplemente un dictador?
Fue el primer presidente que convocó unas elecciones y que se dieron en un periodo de paz, que fueron las elecciones del 50-51 y eventualmente llevan a una transición en democracia. Pero el mismo Castilla luego se va a levantar en revolución contra ese mismo presidente al cual que lo ha reemplazado. Entonces, tampoco, digamos, que es tan respetuoso de las instituciones... Y no hubo paz como se menciona. En su segundo periodo las revoluciones son constantes. Él tiene 18 meses de revolución en Arequipa entre el 57 y el 58. Entonces, yo no sé de qué paz estamos hablando.
Su vida fue para la guerra: muere incluso a punto de ir a otra batalla.
Así es. Iniciando una campaña una vez más para conquistar el poder.
Una última inquietud ¿cree que la mirada positiva que se tiene de Castilla se debe en mucho a las historias que Ricardo Palma empezó a hacer de él, tan simpáticas?
-Sí, sí, por supuesto que las tradiciones de Ricardo Palma son muy importantes. Ah, pero no olvidemos que Ricardo Palma estuvo entre los jóvenes que intentaron asesinar a Ramón Castilla en un momento, entre los que entraron al Palacio con una pistola para matarlo.
Mire esas contradicciones, qué terrible.
Así es.