Salesianos o Salvador Allende: un asunto político, no procedimental
Más allá de las legítimas diferencias de opinión, no debiera sorprender que exista una disputa en torno al nombre que debe llevar la actual calle Salvador Allende -antes llamada Salesianos- en la comuna de San Miguel. Por décadas, pareció olvidarse en Chile que las ciudades no son meros espacios operativos donde se desplazan personas y vehículos de manera neutral, sino escenarios profundamente políticos. La forma en que se distribuye el territorio, los dispositivos que se erigen, y muy especialmente los nombres de calles, plazas, edificios y monumentos, están siempre en disputa simbólica.
Discutir si una calle debe o no llamarse de cierta manera no solo es legítimo, sino completamente natural en una sociedad democrática. Preferible sería asumir esta evidencia sin recurrir a argumentos formalistas o supuestamente técnicos. Cuando la alcaldesa de San Miguel, Carol Bown, afirma que su propuesta de revertir el nombre no obedece a motivos políticos, sino a un intento por consultar sobre cómo representar mejor la identidad y costumbre de los vecinos, está soslayando lo obvio. Es automático entender por qué todos los actores de derechas involucrados en este caso prefieren cambiar el nombre Salvador Allende, así como por qué todos los actores del mundo progresista y de izquierdas defienden su permanencia.
Una vez establecida la naturaleza política de esta disputa -y no meramente procedimental-, subsiste la pregunta sobre de dónde emana la legitimidad de la decisión. Institucionalmente, es el Concejo Municipal el órgano competente. Sin embargo, la alcaldesa ha convocado a una consulta ciudadana para reforzar su postura, mientras sus detractores cuestionan su metodología, la baja participación y la representatividad de los consultados. Más allá de estos elementos, tanto la alcaldesa como el Concejo tienen la posibilidad -y la responsabilidad- de hacerse personalmente responsables de la decisión que adopten, sin necesidad de escudarse en mecanismos que podrían buscan diluir la responsabilidad política.
Cabe preguntarse, en un plano más amplio y menos contaminado por la coyuntura, por qué el nombre “Salvador Allende” de una calle en el sur de Santiago se transforma en tema de discusión nacional. Mientras, a nivel mundial, el expresidente es, con mucho, el chileno que más nombra espacios públicos de distinto tipo, en países con sistemas políticos diversos y con plena alternancia en el poder. Tal vez porque Allende es visto internacionalmente como un símbolo universal de entrega y sacrificio en defensa de la democracia, valor que trasciende a derechas e izquierdas. Pero ese reconocimiento no es igualmente consensual dentro del país, lo cual explica que su figura siga produciendo intensas discusiones, incluso 52 años después de su muerte.