Remedios González tiene una pensión de al mes algo superior a 500 euros . A sus 73 años vive con su hijo de 50, que trabaja como autónomo, y con ganancias muy diversas dependiendo del momento. Y hay épocas buenas, normales y malas. Ambos se complementan para poder pagar el alquiler, luz y compras de alimentos, a veces con algo de ayuda también del resto de la familia. Juan Villar , que fue viajante toda su vida, es viudo y tiene una pensión algo superior a mil euros. En no pocas ocasiones también ha tenido que ayudar a sus hijos; por ejemplo, en algunos momentos de la crisis económica o, posteriormente, con la pandemia. Incluso volviendo a acoger en casa a algunos de ellos durante determinados periodos. «Al menos antes podíamos comprar un piso, así que la pensión es suficiente si no surgen problemas familiares ». Son dos casos ordinarios con distintos tipos de pensiones en una Córdoba, en la que las pensiones contributivas de media están un 16% por debajo de las de España , una media de 1.102,8 euros en comparación con los 1.312 nacionales. Remedios y Juan representan dos casos complementarios que se traducen en dificultades económicas . La primera, por situaciones familiares en las que prefiere no entrar, se vio mayor y sin vivienda, siendo acogida por un hijo en situación muy inestable económicamente, precaria en ocasiones. El segundo, gracias precisamente a ser propietario, ha podido capear los temporales que han ido surgiendo en las distintas crisis. Ambos coinciden en dos apreciaciones, que su situación está ligada a otra más general relacionada con la situación económica y laboral del país, y que las generaciones posteriores lo van a tener peor. Su conclusión es un compartido, sin conocerse: «No me puedo quejar». Tampoco se puede quejar PacoTéllez , que fue muchísimos años fotógrafo de la Diputación. Indica que su pensión alcanza unos 1.500 al mes. Recuerda que a su padre , que fue panadero, tuvo retribuciones mucho más pequeñas al jubilarse, algo que , destaca, fue mejorando con la democracia. Muy apegado desde hace tiempo a la labor en asociaciones de vecinos, conoce bien esta cuestión, más allá de su propia experiencia: «En la mayoría de los casos, son pensiones bajas y muy limitadas . Son muy pocos los que tienen una buena pensión». También alaba, en este caso, la bajada del IRPF que han tenido los pensionistas. «De todas formas, muy poquita gente está de conforme con su pensión, pero menos es nada, tenemos que conformarnos», reflexiona. Una opinión similar tiene el presidente de la Asociación de Mayores de Lepanto, Juan José Castro. « Mi pensión entra dentro de una normalidad , lo cual no me impide entender que, en general, son bajas , sobre todo con respecto al coste de la vida». «Yo me apaño porque no tengo alquiler que pagar , pero si tuviera que empezar ahora, no sé cómo lo haría », comenta otra pensionistas. Es Carmen López, de 76 años, que vive en la casa que heredó de sus padres. Vuelve a surgir el asunto de contar o no con piso como algo determinante. «Tengo una hija con un grado de discapacidad y vive conmigo, las dos nos apañamos», finaliza. Francisco Marín , de 81, lo resume con sencillez: «Vivo con lo justo, pero sin deberle nada a nadie. Ya con eso me doy por satisfecho». De nuevo, con su piso pagado, en el que vive con su esposa, observa a las generaciones futuras con cierto pesimismo tanto en el caso de la pensión como el de la vivienda. Son voces distintas, pero con matices comunes: pensiones ajustadas, el peso de la vivienda como elemento clave y una mirada crítica pero resignada hacia el futuro. La mayoría no se queja, pero todos coinciden en que venir detrás será más difícil.