Irán opta por el perfil bajo en su ostracismo regional
“Irán está dispuesto e interesado en ampliar las relaciones con estos países en todos los ámbitos político, económico, comercial, cultural, científico y tecnológico, basándose en el respeto y en la búsqueda de beneficios mutuo”, aseguraba con tono conciliador el pasado 10 de agosto el presidente iraní, Mashud Pezeshkian, en el curso de la ceremonia de recepción de cartas credenciales de varios embajadores europeos, africanos y asiáticos. Mes y medio después de la tregua alcanzada con Tel Aviv gracias a la mediación de la Administración Trump tras doce días de ofensiva bélica israelí contra su programa nuclear y cúpula militar, la República Islámica de Irán trata de rehacerse y adaptarse al nuevo escenario en Oriente Medio, uno de cuyos hechos definitorios es su pérdida de influencia regional.
La prioridad para el régimen en estos momentos no es otra que su propia supervivencia. Superada la embestida israelí -Teherán asegura haber recuperado ya sus sistemas de defensa antiaérea-, que liquidó a la élite de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria, en un comunicado, su Ministerio de Exteriores se expresó la semana pasada en términos semejantes al de potencias regionales como Egipto o Turquía al “condenar en los términos más fuertes [[LINK:EXTERNO|||https://www.larazon.es/internacional/gabinete-seguridad-israeli-luz-verde-ocupacion-gaza-desoyendo-advertencias-ejercito_20250808689645346d08be7a8a4ab8ba.html|||la decisión del Gobierno [israelí] (…) de ocupar toda la franja de Gaza]]”. Tras pedir la “actuación urgente” de la comunidad internacional, la Cancillería iraní instaba a la retirada inmediata de las tropas israelíes, un alto el fuego permanente y la aplicación de su “‘iniciativa democrática’: un referendo entre palestinos musulmanes, cristianos y judíos para definir el futuro político del territorio”.
Fundamental para garantizar la estabilidad del sistema político nacido de la revolución de 1979 es la recuperación económica, la cual pasa por el levantamiento de las sanciones internacionales. Reciente aún la ofensiva israelí, a la cual se unió también la Administración Trump al bombardear tres de las principales instalaciones nucleares de la República, Teherán sigue sin avenirse a retomar el diálogo -suspendido al iniciarse la agresión israelí el pasado 13 de junio- sobre su programa nuclear con Estados Unidos.
En cambio, las autoridades iraníes mantuvieron el pasado 26 de julio en Estambul el primer contacto con los países europeos que forman el E3 -Alemania, Francia y el Reino Unido- con vistas a evitar la activación de nuevas sanciones contra el programa nuclear esgrimiendo el mecanismo conocido como ‘snapback’ -una medida que capacita a la ‘troika’ europea a reactivar las restricciones merced al acuerdo nuclear de 2015 .
De Gaza al Líbano, es en el país de los cedros donde la República Islámica está encontrando en estos momentos una mayor oposición a propósito de las negociaciones entre el nuevo gobierno y Hizbulá -menguada tras más de dos meses de castigo de las fuerzas israelíes que han acabado con toda su antigua estructura de mandos y con gran parte de su armamento- sobre el plan de desarme tras el ultimátum de la Administración Trump.
El sábado pasado, un consejero personal del jefe del Estado iraní, Ali Akbar Velayati, rechazaba la exigencia de la presidencia y el gobierno libanés a su principal fuerza proxy en Oriente Medio, que Teherán ha venido mimando en las últimas décadas como avanzadilla del "eje de la resistencia". “La República Islámica se opone al desarme de Hizbulá porque Irán ha ayudado siempre al pueblo libanés y a la resistencia y continúa haciéndolo”, aseguró en una entrevista a una agencia nacional de noticias.
Sus palabras no tardaron en tener respuesta de las autoridades libanesas, que reprochan con dureza a las autoridades iraníes sus intentos de “injerencia” en la nueva etapa política abierta en el país levantino. “No es la primera vez (…). [Es] un comportamiento inaceptable que no será tolerado bajo ninguna circunstancia por el Estado libanés (…) que no permitirá a ninguna parte exterior, amiga o enemiga, que hable en nombre de su pueblo o reivindique tutela alguna sobre sus decisiones soberanas”, zanjaba la Cancillería del país de los cedros.
Aunque la culminación del proceso de desarme tendrá necesariamente que pasar de una forma u otra por Teherán, lo cierto es que, hasta ahora, con todo, más allá de la oposición de su secretario general Naim Qassem a abandonar la “resistencia”, los partidarios de Hizbulá no han pasado de convocar concentraciones de protesta en su feudo del sur de Beirut. Con todo, no puede descartarse la posibilidad de que la renuncia de la organización -fuertemente enraizada en la comunidad chií del país de los cedros- a entregar el resto de su arsenal acabe provocando choques entre sus partidarios y las fuerzas armadas libanesas, así como episodios de tensión y violencia sectaria.
“Con "el eje de la resistencia" debilitado, el apoyo iraní a Hamás y Hizbulá es retórico y denota un desgaste en su política exterior. Ya no es un escudo frente a Israel o EEUU y lejos de beneficiar al país y los ciudadanos, ha creado más inseguridad e incertidumbre acerca del rumbo político del país. El apoyo a ambas depende en gran medida del liderazgo de Jamenei”, asegura a LA RAZÓN el analista político hispano-iraní Daniel Bashandeh.