Niños usados para mendigar
No sé si soy demasiado mal pensado, pero en estos tiempos en que los fraudes, los embustes y las mentiras parecen haberse normalizado, me asaltan las dudas cuando veo supuestas familias pidiendo limosna en la calle.
En algunas intersecciones de San José, se han instalado pequeños grupos de adultos y niños que solicitan ”alguna ayuda" a los conductores que suelen transitar a paso lento por esos puntos.
Resulta imposible no conmoverse al observar las caritas inocentes de los pequeños llevando sol, viento y lluvia, mientras sus aparentes padres lanzan saludos y miradas tristes hacia los vehículos.
Sin duda, la compasión, la solidaridad o el sentimiento de culpa son poderosos motivadores que pueden impulsar a muchas manos caritativas a buscar en el bolsillo varias monedas sueltas o incluso un “rojo”.
Pero ese efímero sentimiento de magnanimidad entra en conflicto cuando a los 100 metros se observa una escena muy similar y, luego, kilómetros más allá, aparece otra como lo anterior y así a lo largo del camino.
Allí es donde me atacan las preguntas: ¿Serán reales estas familias? ¿Estarán conscientes del riesgo al que exponen a los niños? ¿Dónde están las autoridades que deben velar por los derechos de esos menores?
En forma reciente, trascendió la noticia de que en Perú hay un aumento sostenido de casos de personas que “alquilan” menores de edad para hacer mendicidad en zonas adineradas de la capital, Perú.
Se trata de una forma de explotación infantil en la que niños pequeños en brazos o de la mano de adultos desconocidos son utilizados para pedir dinero en calles concurridas.
No puedo asegurar que algo similar suceda en Costa Rica. La única forma de despejar la duda es que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) intervenga esos grupos para buscar respuestas y tomar medidas.
De hecho, sorprende la pasividad de esta institución y de otras como la Fuerza Pública ante un fenómeno tan visible y que, a todas luces, pone a los pequeños en una situación de vulnerabilidad,
En todo caso, ya sean parientes o no, resulta inadmisible que menores de edad sean llevados a cruces, aceras, puentes y cunetas para utilizar la lástima como herramienta para recibir dinero.
Dicha práctica debe ser erradicada antes de que se extienda más y se convierta en un negocio perverso. Pero, además, debe ser objeto de un profundo estudio para identificar sus causas, entender su dinámica y combatirla.