La megapresa del Yarlung Tsangpo: la apuesta multimillonaria china que reconfigurará el mercado energético y la geopolítica
En el corazón del remoto desfiladero del río Yarlung Tsangpo, en la prefectura tibetana de Nyingchi, China ha iniciado una obra que desafía los límites de la ingeniería moderna: la presa hidroeléctrica más grande del mundo. Con una inversión colosal de 137.000 millones de dólares, este proyecto en el condado de Metog, a un paso de la disputada frontera con el estado indio de Arunachal Pradesh, promete triplicar la capacidad de la legendaria presa de las Tres Gargantas. Ubicada en el cañón fluvial más largo y profundo del planeta, esta maravilla tecnológica redefinirá el mercado energético asiático, pero también plantea desafíos ambientales y geopolíticos de proporciones épicas. Para los profesionales de la construcción, este megaproyecto representa un hito de innovación y un campo de pruebas para superar retos técnicos, logísticos y éticos en una de las regiones más inhóspitas.
El alto precio de la ambición
El Yarlung Tsangpo, conocido como Brahmaputra al cruzar a India, serpentea a través de un cañón tres veces más profundo que el Gran Cañón del Colorado. Es ahí donde el gigante estatal China Yajiang Group está construyendo la presa que aprovechará la inmensa fuerza del río, generando 300.000 millones de kWh al año, suficientes para iluminar provincias enteras y alimentar los voraces centros industriales de la segunda economía mundial. El megaproyecto es una pieza clave de la red de transmisión de energía «Oeste-Este», diseñada para canalizar electricidad desde la meseta tibetana, rica en recursos, hasta las megaciudades costeras. Con ingresos anuales estimados en 2.744 millones de dólares, también podría revitalizar la economía tibetana, creando empleos y combatiendo la escasez hídrica en una región gravemente afectada por el retroceso de los glaciares debido al temible cambio climático.Esta no es una presa común. Sus dos estructuras principales, que requieren túneles masivos para desviar el flujo del río, representan un triunfo de la ingeniería. Su escala supera incluso a la citada presa de las Tres Gargantas, que produce 100.000 millones de kWh anuales. Al triplicar esa capacidad, el régimen de Xi Jinping está a punto de consolidar su liderazgo mundial en energías renovables, acelerando su transición hacia un futuro bajo en carbono. Para un país que demanda una cuarta parte del suministro global, esta megapresa es un pilar estratégico, reduciendo la dependencia del carbón y fortaleciendo la seguridad energética.
Sin embargo, el precio económico y ambiental es elevado. El Gran Cañón del Yarlung Tsangpo es un santuario de biodiversidad, hogar de los árboles más altos de Asia y una extraordinaria concentración de grandes felinos, como leopardos de las nieves y tigres. Los ecologistas advierten que esta construcción podría devastar este ecosistema único, alterando el flujo de sedimentos que son esenciales para la fertilidad del delta del Brahmaputra, vital para la agricultura en Bangladesh. Además, la región es propensa a terremotos, lo que añade un riesgo crítico: un fallo estructural podría desencadenar una catástrofe de proporciones incalculables, con inundaciones que arrasarían irremediablemente comunidades enteras aguas abajo.
Tormenta geopolítica
Más allá de su impacto ambiental, esta construcción es un relámpago geopolítico. El Yarlung Tsangpo es la arteria vital que recorre el corazón del sur de Asia, sosteniendo a 1.300 millones de personas en India y Bangladesh. Este imponente río impulsa la agricultura, la pesca y los medios de vida, pero ahora es el epicentro de una tormenta geopolítica.
Con un simple movimiento, Pekín podría estrangular el caudal del río, sumiendo a las comunidades aguas abajo en sequías devastadoras. Peor aún, en un conflicto, una liberación repentina de agua podría desatar inundaciones catastróficas, con un costo humano que podría alcanzar cientos de miles de vidas. Pema Khandu, ministro jefe de Arunachal Pradesh —el estado indio aguas abajo— lo califica como una «amenaza descomunal». Su lamento apunta que esto no se trata solo de agua, sino de supervivencia.
India no se queda de brazos cruzados. En una osada jugada, Nueva Delhi está acelerando la construcción de su propia megarepresa de 11.000 MW en Arunachal Pradesh. Pero esta carrera de titanes tiene un costo: los expertos advierten que el proyecto indio podría causar un daño ambiental tan grave como el chino. Lo que se desata es una feroz competencia por el control de uno de los recursos más vitales de Asia, con el Brahmaputra como trofeo y víctima potencial.
La falta de datos sobre su impacto ambiental o planes de mitigación es un muro de silencio que Pekín levanta frente a India y Bangladesh. Aunque el Ministerio de Asuntos Exteriores chino promete «responsabilidad» y diálogo, su opacidad aviva sospechas: este «proyecto del siglo» podría ser un arma de coerción, capaz de asfixiar el flujo del río o desatar inundaciones devastadoras. Las relaciones chino-indias, apenas estabilizadas tras acuerdos fronterizos en 2024, se tambalean. Bangladesh, con un 60% de su agricultura anclada al Brahmaputra, enfrenta un riesgo económico catastrófico: un río alterado podría hundir su seguridad alimentaria y disparar los costos de importación de alimentos.
Desde una perspectiva económica, el control del agua es el nuevo petróleo en el sur de Asia, donde los recursos hídricos son un activo estratégico. India rompió recientemente un tratado de 65 años con Pakistán sobre el río Indo, dinamitando décadas de cooperación. El Tratado del Ganges con Bangladesh, próximo a expirar en 2026, se desmorona bajo acusaciones de incumplimientos. Los analistas advierten: «La erosión de la diplomacia hídrica no sólo desestabiliza la región, además amenaza la seguridad climática global».
Agua: el nuevo petróleo de Asia
Este Goliat canalizará electricidad a provincias chinas con déficits crónicos, reforzando la red nacional y consolidando el liderazgo de Pekín en la transición hacia un futuro descarbonizado. Desde un prisma económico, el proyecto posiciona a la potencia asiática a la cabeza del mercado, capturando economías de escala y atrayendo inversión extranjera hacia su visión de supremacía energética. Pero este movimiento desata un efecto dominó. India y Bangladesh, cuya agricultura y subsistencia dependen del Brahmaputra, se ven forzadas a contraatacar, acelerando inversiones masivas en hidroeléctricas, solares y eólicas para mitigar su vulnerabilidad ante el control chino del caudal. Este frenesí inversor, aunque necesario, tensiona los presupuestos nacionales y eleva los riesgos de deuda en economías emergentes. A nivel local, la presa promete transformar la economía tibetana con ingresos proyectados que podrían financiar desarrollo regional. Sin embargo, el costo social es una bomba de tiempo. Proyectos como las Tres Gargantas, que desplazó a 1,4 millones de personas, o Gangtuo, que desató protestas sofocadas, advierten de un historial preocupante.
Se trata pues de una apuesta osada por el liderazgo energético, pero también un polvorín que podría desencadenar una crisis ambiental y geopolítica. Para que esta inversión cumpla sus promesas, se debe priorizar la transparencia, involucrar a las comunidades locales y forjar acuerdos con India y Bangladesh. Sin un enfoque colaborativo, este gigante hidroeléctrico redibujará el mapa energético, y podría encender un conflicto regional de consecuencias impredecibles. En el tejado del mundo, donde el agua es poder, los próximos movimientos serán determinantes.