El imperio cripto de los Trump: de la Casa Blanca a la blockchain
Lo que comenzó como un experimento financiero ha evolucionado en una estrategia de poder con impacto global. La familia Trump ha convertido las criptomonedas en un eje central de su proyecto político y económico, al punto de que Eric Trump afirma que el auge de estos activos digitales podría “salvar al dólar estadounidense”.
El martes, horas después de hacer sonar la campana de apertura del Nasdaq para celebrar la salida a bolsa de American Bitcoin —empresa en la que posee una participación valuada en más de US$500 millones—, el segundo hijo del presidente declaró al Financial Times que la minería de bitcoin y el desarrollo de infraestructura cripto en territorio estadounidense podrían atraer “billones… de todo el mundo en monedas inestables” hacia EE. UU. “Minar bitcoins aquí, ser financieramente independiente y liderar una especie de revolución financiera [fuera] de Estados Unidos… creo que podría decirse que salva al dólar estadounidense”, dijo.
Las declaraciones de Eric llegan en un contexto de fuerte presión sobre la divisa norteamericana. El dólar ha sufrido una caída notable este año, golpeado por la guerra comercial impulsada por Donald Trump y sus ataques a la Reserva Federal, que esta semana recortó las tasas de interés por primera vez en el año. La desconfianza de los inversores se ha visto amplificada por el creciente endeudamiento público, que se disparará aún más tras el histórico recorte fiscal aprobado por el Congreso.
Sin embargo, en la Casa Blanca ven en el ecosistema cripto una oportunidad única. Trump ha prometido convertir a Estados Unidos en la “capital criptográfica” del mundo y ha favorecido un marco regulatorio laxo que impulsó a Bitcoin y otros tokens a máximos históricos. Sus intereses familiares en este sector son extensos: un ETF de Bitcoin vinculado a Truth Social, dos memecoins ($MELANIA y $TRUMP), una empresa de tesorería de BTC ligada a Trump Media & Technology Group y, la joya de la corona, World Liberty Financial Inc.
Fundada en 2024, esta compañía administra la stablecoin USD1, respaldada por dólares estadounidenses. Según divulgaciones financieras, Donald Trump posee más de 15.750 millones de tokens WLFI —con un valor superior a los US$3.000 millones al precio actual—, mientras que sus hijos Donald Jr., Eric y Barron figuran como cofundadores y “embajadores web3”.
El documento de la Oficina de Ética Gubernamental, fechado el 13 de junio de 2025, reveló que el presidente se embolsó US$57,35 millones por la venta de tokens de World Liberty Financial, reforzando su apuesta por la economía digital. Además, el mandatario ha tomado pasos concretos para institucionalizar las criptomonedas: nombró a Paul Atkins, un firme defensor del sector, al frente de la SEC y creó una “reserva estratégica” federal financiada con bitcoins incautados.
Incluso el hijo menor de la familia, Barron Trump, de 19 años, se ha convertido en una figura relevante en el ecosistema cripto. Forbes estima que podría haber ganado cerca de US$40 millones desde el lanzamiento de World Liberty Financial, colocándolo a la cabeza de su generación en riqueza personal. “Barron sabe mucho de esto”, dijo orgulloso su padre el año pasado.
Eric Trump, por su parte, no solo defiende el aspecto financiero de esta revolución, sino también su dimensión política y cultural. “Es casi como la venganza definitiva contra los grandes bancos y las finanzas modernas”, aseguró, recordando la disputa legal de la Organización Trump contra Capital One por el cierre de sus cuentas en 2021.
Los reguladores y banqueros de Wall Street observan con cautela. Temen que las stablecoins drenen liquidez del sistema bancario tradicional si ofrecen mejores rendimientos. No obstante, en la Casa Blanca confían en que emisores como Tether, Circle y ahora WLFI se conviertan en compradores recurrentes de bonos del Tesoro, ayudando a financiar el déficit estadounidense.
La pregunta de fondo es si esta cruzada digital logrará fortalecer al dólar o, por el contrario, acelerará la transición hacia un nuevo orden monetario global. Por ahora, la familia presidencial parece convencida de que el futuro del billete verde está en la blockchain.
Mina American Bitcoin
En ese contexto, American Bitcoin se ha convertido en la pieza más ambiciosa de su estrategia. La empresa no solo invierte en criptomonedas, sino que participa directamente en su producción mediante minería.
Gonzalo Dávalos Villanueva, Business Developer en MEXC y presidente del Club del Bitcoin Perú, explicó para La República que una minera de Bitcoin es, en esencia, una instalación llena de computadoras diseñadas para resolver complejas operaciones matemáticas que permiten aprobar transacciones en la red.
Cada vez que uno de estos sistemas logra añadir un bloque de transacciones, la empresa recibe tanto las comisiones de los usuarios como una recompensa fija en BTC, actualmente de 3,125 por bloque, cifra que se reduce a la mitad cada cuatro años en un evento conocido como halving.
Más allá de los beneficios financieros, esta actividad fortalece la seguridad de la red, ya que la existencia de miles de estas máquinas en distintas partes del mundo hace casi imposible un ataque informático, pues sería necesario controlar más de la mitad de la potencia de cómputo global, algo económicamente inviable.
Con su salida a bolsa, de acuerdo con Dávalos, American Bitcoin formalizó la apuesta de la familia por las criptomonedas y atrajo inversión institucional. La participación de Eric y Donald Trump Jr. en la compañía está valuada en cerca de US$1,5 billones, consolidando su papel como actores centrales en la descentralización y protección de Bitcoin, y reafirmando la intención de que Estados Unidos lidere la transición hacia las finanzas digitales.
Genius Act: la ley que cambió el tablero
La Ley Genius es, más que una simple norma financiera, un movimiento político-económico que reconfigura el mercado de las monedas estables en Estados Unidos y, de paso, le da a Donald Trump una plataforma de poder en el mundo cripto. Según Alain Godefroy León, blockchain researcher & founder de Lac Research, para entender esta ley es necesario mirar el camino que llevó a su creación y el contexto en el que aparece.
En 2019, Donald Trump estaba abiertamente en contra de las criptomonedas. Rechazó Bitcoin, criticó el proyecto Libra de Meta y aseguró que los criptoactivos “no son dinero”, son “altamente volátiles” y “útiles para actividades ilícitas”. Sin embargo, su postura empezó a virar lentamente.
Ya para 2022, de manera casi silenciosa, lanzó una colección de 45.000 NFTs, su primer acercamiento oficial al ecosistema blockchain. La venta fue legal y sin mayor revuelo mediático, pero marcó el inicio de su interés en los criptoactivos.
Para 2024, ya en plena campaña presidencial, Trump pasó de la crítica a la adopción: comenzó a aceptar donaciones en criptomonedas, prometió liberar a Ross Ulbricht —el fundador de Silk Road, condenado por operar un mercado de drogas y armas en la dark web—, y se mostró abiertamente en contra de la creación de una moneda digital del banco central (CBDC). Su discurso giró hacia la “soberanía financiera” y la defensa de las libertades individuales frente al control estatal que, según él, implicaría una CBDC. También prometió colocar a alguien pro-cripto al frente de la SEC, una promesa que cumplió tras llegar al poder.
Una vez en la presidencia, Trump empezó a cumplir su agenda cripto: liberó a Ulbricht en enero de 2025, nombró a un nuevo presidente de la SEC alineado con su visión y anunció que los Bitcoin incautados por el gobierno no serían vendidos, creando lo que denominó una “reserva estratégica de Bitcoin”. Este gesto agitó los mercados y reforzó la idea de que su administración sería favorable a las criptomonedas.
Es en ese escenario donde aparece la Ley Genius. De acuerdo con Godefroy, esta norma busca legitimar de manera más sólida las monedas estables —activos que replican el valor del dólar— imponiendo reglas estrictas: exige transparencia total sobre las reservas, operaciones totalmente legales y prohíbe que se paguen rendimientos a quienes compren estas monedas, frenando sutilmente la expansión de emisores como USDT. Además, eleva las barreras de entrada para nuevas monedas estables, filtrando proyectos poco serios o sin respaldo.
Pero la ley no es neutra. Para Godefroy, Trump fue estratégico: diseñó su propia moneda estable, USR1, teniendo en cuenta los requisitos que la Ley Genius iba a imponer. Así, cuando la ley entró en vigor, su proyecto no solo estaba en cumplimiento, sino que se benefició de la presión regulatoria que ahora pesa sobre competidores como USDT, cuyos respaldos han estado bajo sospecha durante años.
El resultado es que Trump se posiciona como el creador de una alternativa “más segura y transparente”, lo que le permite captar capital y confianza del mercado.
El impacto de la Ley Genius es doble: en el plano económico, ordena el mercado de stablecoins y fortalece las que cumplen con los más altos estándares de transparencia; en el plano político, refuerza la narrativa de Trump como el presidente “pro-cripto” que desafía el status quo y defiende la libertad financiera de los estadounidenses.
En palabras de Godefroy, es un juego de oferta, demanda y especulación, pero también un movimiento calculado: Trump utiliza la regulación para debilitar a sus rivales en el mercado cripto y, al mismo tiempo, consolidar su propia moneda estable como una de las preferidas de todo el ecosistema. La Ley Genius, en ese sentido, no es solo una norma: es parte de una estrategia de poder que mezcla economía, política y tecnología para reconfigurar el futuro del dinero digital.
La Ley Genius, en ese sentido, no es solo una norma: es parte de una estrategia de poder que mezcla economía, política y tecnología para reconfigurar el futuro del dinero digital.