SI hubiésemos sabido qué demonios era eso que se llama ahora «icono pop», no habríamos dudado en denominar así a Manolo Cardo, un entrenador que preconizó el juego preciosista en paradójica contraposición con el niño rural de la posguerra que fue, y que llevó con orgullo el apodo 'Cateto de oro' porque entonces no era necesario adornar la sapiencia futbolística con chamuyo porteño. Muerto esta semana, el mismo día que el querubín Robert Redford, no necesitó cabellera dorada ni mirada azul para proclamarse al frente de unos «ángeles blancos» en el Palatinato, donde los bigardos del Kaiserslautern presumían de ser los «diablos rojos» que convertían cada visita al Betzenbergstadion en una bajada al averno. 4-0 le metieron al Sevilla en...
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