Reaparecía Fernando Adrián de la feísima voltereta que sufrió en Tovar, que le fracturó la apófisis espinosa y le causó un traumatismo craneoencefálico, tan sólo hace unos días. Y lo hizo como mejor sabe, atravesando la puerta grande, en una tarde en la que Luque dio, otra vez más, una lección de terrenos, tiempos, toques y técnica. El primero de la tarde fue un toro que echaba las manitas por delante en el capote, pero que se vino arriba en la muleta, como es normal en este engaste. Tuvo movilidad y era pasador, aunque, al sentirse podido por la izquierda, tendía a salirse desentendido, y no tuvo clase. Perera, muy por encima del animal, le dejó siempre la muleta puesta...
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