Ángel Antonio Herrera , mi vecino de contraportada, me dijo el viernes que perder los recuerdos es la vía para llegar a la pureza. La frase no se me va de la cabeza y transito, por lo tanto, desde la pureza del olvido hacia la corrupción de la memoria, que es la corrupción del adjetivo. Yo a Herrera lo envidio, lo admiro y lo quiero, en ese orden. Y no porque le quiera poco sino porque le admiro mucho. Y lo envidio más. Si hay algo que diferencia su Madrid y mi Valladolid, son los domingos. En mi ciudad los domingos no tienen actividad: prensa en papel, misa en San Andrés, vermú en El Colmao, cocido con la familia y...
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