El nuevo macartismo, por Mirko Lauer
El asesinato del activista trumpiano Charlie Kirk ha lanzado un nuevo ciclo de macartismo en los EE. UU. A comienzos de los años 50 fue un movimiento anticomunista, impulsado por la nueva importancia de la Unión Soviética en el mundo. Hoy, que ya no hay comunismo en Rusia y la familia de Donald Trump hace negocios en Moscú, el macartismo es de fronteras para adentro.
Tampoco, estrictamente hablando, hay comunismo en China, sino un intenso capitalismo de partido único. En Corea del Norte hay una suerte de monarquía stalinista. Por todo el Caribe la cosa es con dictaduras a la antigua, con el hombre y sus militares oprimiendo al pueblo. Es evidente que el llamado marxismo-leninismo ya no es el mismo.
¿Entonces qué, y a quiénes, están persiguiendo Trump y el Partido Republicano? El grito de batalla es contra “los izquierdistas”, y eso incluye a muchos sectores: demócratas, liberales, inmigrantes frescos y, finalmente, a toda la oposición al presidente y sus esbirros. Sobre todo incluye a la prensa opositora.
Un reguero de falacias en las acusaciones terminó por desacreditar al macartismo y sacarlo de escena a mediados de los años 50. Un secreto de fondo era que Washington y Moscú se entendían mucho más allá de la impresión que daba la Guerra Fría. El macartismo actual es una fórmula mediante la cual Trump busca una ilegal tercera elección.
La cacería de brujas ya ha comenzado: un juicio millonario al principal periódico del país, expulsiones de periodistas y funcionarios públicos que se han atrevido a expresar sus discrepancias, más movilizaciones de la Fuerza Armada contra ciudades consideradas refugios de potenciales deportados, arengas patrioteras por todas partes.
El propósito del nuevo macartismo es camuflar los problemas que Trump va encontrando por el camino. El empleo no repunta. La aprobación presidencial está en 43% y no deja de bajar. El papel de pacificador universal no le ha funcionado (cero Premio Nobel de la Paz). Un fracaso más y va a recurrir a lanzar diatribas contra los caviares (¿los hay allá?).
Es indispensable la protesta contra un movimiento que se está expandiendo e intensificando, multiplicando los sacrificios ante el altar de lo que, a todas luces, parece un sátrapa moderno. Ya por todo el mundo gobernantes de izquierda y derecha lo están imitando. Nicolás Maduro y Donald Trump están en negocios muy diferentes, pero no son tan distintos como el republicano quisiera.