En el fluir de los extraños acontecimientos que azotan a esta parte del mundo, pasan Espert y Milei diciendo que son víctimas de una operación kirchnerista, pasan gerdarmes apaleando a los viejos, pasan pequeños narcos por pasos fronterizos donde no hay un solo gendarme. Pequeños pero nacidos y criados en narcoestados donde el policía y el juez se llevan su parte, y donde en sus profundidades la violencia contra los desarmados y los pobres no cuenta: cuando Colombia tuvo su estallido -el que le abrió paso al gobierno de Petro-, las protestas callejeras las encabezaron los pibes que sabían que si no morían en la primera línea, morirían igual, acribillados por narcos o policías o paraestatales. Esas protestas dejaron sin un ojo a decenas de manifestante. Tiren a los ojos, fue la orden. Para que no vean...