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Peregrinación de los Arviles al santuario de Toledo

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El libro Francisco Toledo: grabador de enigmas celebra 55 años de la Galería Arvil y es, además, un homenaje al maestro Francisco Toledo a cinco años de su muerte. La edición de Artes de México da testimonio de la muestra que se presentó en el Museo del Estanquillo bajo el mismo título y en la cual se dio a conocer una de las iniciativas que Arvil Gráfica emprendió con el maestro de Juchitán.La relación de Armando Colina y Víctor Acuña con Francisco Toledo se remonta a los años 60. Es bien conocido cómo dio inicio este encuentro, pero lo mencionaré brevemente. Hace más o menos sesenta años, un joven de huaraches, vestido de manta, entró a la librería Dalis, en la Zona Rosa. Pasó un rato mirando libros de arte y salió sin decir palabra. Como no tenía recursos para comprarlos, pidió a un amigo, conocido de Armando Colina, que fuera a verlo para proponerle un trueque.El joven artista le haría unos retratos a cambio de libros. Armando accedió.La cita fue en la azotea de un edificio cercano a la librería. Allí, en un pequeño cuarto, aquel muchacho de melena larga y alborotada, le hizo a Colina dos retratos. Los trazó sentado en el piso. Un tercero no le gustó al pintor y decidió romperlo. Armando, que estaba dispuesto a aceptar los tres, al ver que destruía uno, entendió que Toledo era un verdadero artista, alguien en quien podría confiar. Los dos retratos fueron expuestos por primera vez en la muestra en el Museo del Estanquillo y se registran en las páginas iniciales del libro. Aquella relación de trueque pronto dejó de ser un trato comercial y dio paso a una amistad entrañable. A partir de entonces, Armando y Víctor establecieron un contacto estrecho con el artista. Constantemente tomaban el rumbo hacia Oaxaca en lo que consideraban “la peregrinación para ver al maestro”. En una charla con Víctor Acuña, me dijo: “Vivimos alrededor de él. Desde la perspectiva de este contacto, hemos podido ver la otra cara de la obra. Es como entrar a la cocina y gozar del privilegio de la primera mirada a la creación artística”.De esta larga y productiva amistad surgieron proyectos compartidos que derivaron en una valiosa colección de obra gráfica. Por ejemplo, en 1970, Toledo realizó setenta y cinco dibujos a lápiz para la Galería Arvil. Más adelante se harían ediciones de grabados y litografías, algunos como trabajos individuales y otros en series temáticas. Es el caso de la Zoología fantástica, Toledo-Borges, una colección de 46 pinturas que ilustran textos del conocido manual de Jorge Luis Borges. Esto para dar un ejemplo de cómo la Galería Arvil no funcionó meramente como un proyecto comercial, sino como una apuesta por motivar la creación de sus artistas y, al mismo tiempo, animar su capacidad creadora. Cuando se contempló la posibilidad de poner en el mercado de manera individual las obras de Zoología fantástica, Colina insistió en que no se debía desbaratar la colección. Así, procedió a comprarle las 46 pinturas al maestro. Enseguida armó un circuito de exhibiciones alrededor del mundo para dar a conocer y salvaguardar el trabajo de Toledo.Aquí haré una digresión para destacar que la primera exposición que realizó Arvil en su sede en las calles de Hamburgo, en la Zona Rosa, fue una muestra del trabajo de Francisco Toledo, en 1970. Cuando llegué a Arvil por primera vez, era una tienda de libros de arte y discos importados. Fui de la mano de mi padre que gustaba de coleccionar libros y música. Años después fui por mi cuenta y recuerdo que dos jóvenes lo atendían a uno, simpáticos y amabilísimos. Pasaron más de una decena de años desde aquellos encuentros esporádicos y no fue sino hasta 1993 cuando se fraguó mi amistad con Armando y Víctor: “Los Arviles”. En ese entonces tenía a mi cargo la Dirección de Noticias en Canal 22, donde inauguramos un noticiero cultural y la producción de programas y documentales de diversos temas y personajes de la cultura. Desde ahí se cubrían las exposiciones de Arvil y se entrevistaba a sus artistas. Un día me llamó Armando Colina y me dijo que si no quería hacerle una entrevista a Francisco Toledo. Yo le tenía pánico al maestro, sabía que no le gustaba hablar con periodistas, mucho menos tener una cámara frente a él, pero esa oferta no la podía rechazar. Nos fuimos a Oaxaca y le hice una entrevista sobre el libro de la Zoología fantástica. Todo fue bien. Días después Armando me llamó para pedirme que mandara a un productor y una cámara para que se registrara las 46 pinturas de esa serie. Ocupamos todo un día grabando a detalle la obra y con todo aquel material produjimos un programa sobre Toledo y Borges. Una vez terminado, se concilió una fecha para su estreno. Casualmente, ese mismo día se anunció que a Francisco Toledo se le había distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes. El programa se transmitió por la noche, como mandado a hacer para ese momento. Al día siguiente una amiga periodista me llamó para preguntarme quién me había pasado el tip del premio a Toledo. “Nadie”, le dije. “¿Y cómo es que tenías la entrevista?” “Son los gajes del oficio”, respondí. No me creyó y tuvo razón, pues ni siquiera yo pensé que aquello había sido tramado meticulosamente por Armando Colina.Continúo con la proyección que le dio la Galería Arvil a Francisco Toledo a nivel internacional. Hay un dato importante, entre el 2002 y el 2004, se montaron diez exposiciones en diversos museos, desde la Whitechapel Gallery, en Londres; el Museo Reina Sofía y la Casa de América, en Madrid; el Museo de Artes y Oficios, en Hamburgo; el Instituto Cervantes en diversas sedes. Además de noventa xilografías en el Museo de Arte de Reutlingen y en la nueva Embajada de México en Berlín. En aquél entonces, Armando me decía: “La obra ha sido muy bien recibida por la crítica, aunque en algunos casos resulta incómodo el hecho de que no encuentran una etiqueta para situarla ya que se trata de una obra única”. Recuerdo también una muestra en la Casa de México en París donde se presentaron solo autorretratos de Toledo. Algo que difícilmente se habría podido reunir de no ser por la confianza entre el artista y la galería, entre la galería y las autoridades culturales que, dicho sea de paso, se apoyaron en Arvil para llevar a cabo importantes proyectos a nivel internacional.El trabajo conjunto entre la Galería Arvil y el maestro Toledo quedó consignado en el libro Obra gráfica para Arvil 1974-2001, donde se da a conocer por primera vez la producción de Toledo para la galería. Abro un paréntesis para recordar que Armando Colina y Víctor Acuña fundaron un brazo de la galería al que llamaron “Arvil gráfica”, el cual proponía un esquema de trabajo donde la galería proponía ideas y, una vez acordadas con el artista, se ocupaba del cuidado y la impresión la obra. Esta iniciativa tuvo resultados excepcionales en la producción de dos grandes artistas, Francisco Toledo y Carlos Mérida, y es el origen de las carpetas de grabados que se exhibieron en el Museo del Estanquillo: “Toledo-Sahagún” (1974), “Toledo-Chilam Balam” (1975), “Toledo-Guchachi” (1976), “Trece maneras de mirar a un mirlo” (1981) y “Nuevo catecismo para indios remisos” (1981). Me atrevo a decir que la idea de exponerlas al público bajo el título Francisco Toledo, grabador de enigmas, para celebrar los 55 años de la Galería Arvil, fue un acontecimiento que marcó la vida de este museo, pues atrajo el mayor número de visitantes que se haya tenido desde su inauguración en 2006, alrededor de 150 mil según se ha reportado.De izquierda a derecha: Sylvia Navarrete, Alberto Ruy Sánchez, Guadalupe Alonso, Armando Colina y Alejandro Brito. (Cortesía Arvil)Me voy de nuevo a Oaxaca, ciudad que ha sido una segunda morada para los Arviles. Ahí, de la mano del maestro, colaboraron en proyectos sustantivos, más allá de la producción artística de Toledo. Por ejemplo, le propusieron la instauración del Premio de Cine digital “El Pochote”. Una idea que le dio impulso al pequeño cineclub que Toledo había creado para acercar a la gente al buen cine. Directores de la talla de Atom Egoyan o Jaime Humberto Hermosillo estuvieron en Oaxaca, donde la gente tuvo oportunidad de conocerlos y acercarse a sus películas. El Taller Arte Papel, en San Agustín, Etla, también fue una iniciativa en la que aportaron, así como la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas, IAGO, que cuenta con cientos de ejemplares donados por Arvil.Entre estas visitas a Oaxaca hubo una especialmente divertida. Se había montado una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, titulada Antimonumentos, una mofa a los monstruosos y grandilocuentes bloques que erigen los gobiernos de los estados para dejar su huella. Edificaciones, estatuas o bustos siempre muy acordes con cierta estética faraónica que solía interpretar de manera magistral algún “artista” del sexenio. Entre diversas piezas, incluidas varias dedicadas a Benito Juárez —figura recurrente en el imaginario de Toledo— en el patio del museo se colocaron dos pedestales de cemento listas para sostener sendas esculturas. Pero las esculturas no existían, eran los visitantes quienes al treparse ahí se transformaban en monumento o antimonumento. Mientras platicábamos en aquel patio del museo, vimos llegar a Carlos Monsiváis. Después de saludar preguntó por esas columnas pelonas y cuando se le explicó, invitó a Toledo a subirse cada uno a un pedestal. Así, entre risas, posaron, monumentales, para goce de los visitantes al museo. Han sido este tipo de aventuras, ricas en proyectos innovadores y reuniones inolvidables, las que marcaron la relación de los Arviles con Francisco Toledo, con Carlos Monsiváis y con Oaxaca. Quien haya recorrido la exposición en el Museo del Estanquillo habrá encontrado, entre las espléndidas carpetas, una titulada “Nuevo catecismo para indios remisos”. Esta derivó de un lote de placas antiguas pertenecientes a iglesias populares de Puebla y Tlaxcala que Armando y Víctor decidieron comprar. Una vez que la artista Nunik Sauret limpió cada una, se las mostraron a Toledo. Cuando las vio, de inmediato eligió ocho de las 75 placas y propuso intervenirlas. Por otro lado, al ver el trabajo en las placas, Carlos Monsiváis, quedó fascinado y ofreció escribir un texto en torno a las intervenciones de Toledo. El resultado fue un libro bajo el título Nuevo catecismo para indios remisos, el único texto de ficción escrito por Monsiváis. El epílogo de esta aventura fue la donación de las placas originales al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca hace apenas unos meses.Francisco Toledo: grabador de enigmas, edición que celebra los 55 años de Arvil, contiene textos de más de cien amigos de Armando Colina y Víctor Acuña. Textos que consignan y celebran una vida dedicada a la difusión del arte y sus artistas.Con la exposición de Francisco Toledo, grabador de enigmas en el Museo del Estanquillo donde se resguarda la colección de Carlos Monsiváis y el libro, un testimonio sustantivo del trabajo del maestro y la galería, sellamos otro pacto de amistad y reconocimiento a la labor de Arvil en estos 55 años. View this post on Instagram A post shared by Museo del Estanquillo (@museodelestanquillo)

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