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Maritza López: “Para mí, el cuerpo siempre ha sido un paisaje entrañable”

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Hace unas semanas Maritza López recibió la Medalla al Mérito Fotográfico 2025, en reconocimiento a más de cincuenta años de labor. Durante la ceremonia, recordó que le tocó una excelente época de revistas en México. Su primera publicación fue una portada de Adalberto Martínez “Resortes” de 1975 en Revista de Revistas, luego publicó en las revistas Siete, Claudia y Eros, donde destacó por sus desnudos artísticos. “Era un momento en que no había muchas mujeres reporteras, había fotógrafos de publicidad, pero casi todos extranjeros, solo Herminia Dosal y yo empezábamos a hacer trabajo de estudio”, recuerda.Su encuentro con la cámara, sin embargo, no fue planeado. Maritza había entrado a estudiar restauración en el Centro Paul Coleman de Bellas Artes, y allí se encontró con las clases de Antonio Reynoso. “Él se encargaba de enseñarnos a hacer fotografías de cuadros, a descubrir repintes con película de rayos ultravioleta y cuestiones técnicas que requeríamos, pero lo que le interesaba más era el arte. Entonces nos decía: ‘Esto fue la clase, pero quiero que aparte me traigan las fotos que tomen’. Estábamos fascinados, hacíamos nuestros primeros intentos y se los llevábamos. Me acuerdo de que a mí sí me guio en varias fotos y me fue diciendo: ‘mira, aquí pudiste moverte un poco, busca la luz, de esta forma queda una mejor composición’”. Gracias a Reynoso, la fotografía dejó de ser para ella solamente un recurso técnico y sin saberlo se convirtió en su vocación. Al salir de la escuela le dieron trabajo de restauradora, pero entonces ya había publicado y estaba entusiasmada con los reportajes. “Llegó el momento en que tuve que decidir, así que dejé la restauración”.¿De plano la fotografía no estaba en sus planes?Pues no lo tenía pensado. Pero ahora que recuerdo, tengo el antecedente de un tío que tomaba transparencias a color, y yo, a los siete años, me volví como su archivista: guardaba las diapositivas, las ordenaba, las fechaba. Además, jugaba con aquellas camaritas cuadradas Súper 8 y después proyectábamos las películas en la casa. Creo que desde entonces traía ya el gusanito de querer saber de qué se trataba el asunto.Que se encontrara después con Antonio Reynoso fue casi obra del destino.El destino de mi familia ha sido siempre orientarse al arte. Tenía una bisabuela que fue directora de la banda de un pueblito en Hidalgo. Traíamos esa tradición, y era muy común que nos llevaran al teatro, a museos. La vena artística estaba allí.Y usted supo seguirla.Bueno, había que cultivarla también, porque los fotógrafos tenemos que ver cosas, comprar libros, estar continuamente observando.¿Es eso lo que todos los fotógrafos llaman “educar el ojo”?Sí, es eso que te digo, ver libros, ir a museos, leer textos donde reseñan a fotógrafos o donde los autores hablan de su trabajo. Eso es un poco la formación. Ser fotógrafo cuesta mucho dinero, no creas.¿Hay consciencia en ese acto de educar el ojo, o es más bien un conjunto de experiencia?Yo creo que primero hay un deseo, y en segundo lugar toda esta educación que va aunada a la palabra talento, porque de allí es donde vienen después los resultados. Desde que yo recuerdo, veo libros de pintura, de escultura, de arte. Creo que sí vas educándote, vas viendo composición, vas entrenando tu mirada.***Maritza me recibe en un departamento en la colonia Del Valle, es un espacio pequeño lleno de luz natural y de libros, las patitas sonando en la loseta de sus dos perros chihuahua son la cortina sonora de la charla. Ella es una mujer reservada, que ha construido su carrera detrás de la cámara y prefiere la discreción.Sonríe, pero habla poco; su discurso es fijo, cuenta lo mismo entrevista tras entrevista, cuesta sacarle nuevas palabras.Por ejemplo, aunque lo ha contado en otras ocasiones, insiste en destacar sus inicios como periodista, una faceta que considera poco conocida porque la mayoría del público la identifica únicamente como fotógrafa de desnudo. “Hacía fotografía documental, luego entré a Proceso, hice mucho tiempo trabajo en los pueblos indígenas. Después fui a Nicaragua en la etapa de alfabetización”, recuerda. Con su cámara recorrió escenarios y comunidades, de Guatemala a Chiapas, de los parachicos a los tarahumaras. “Sí fueron muchos años de hacer eso”, asegura. Con el tiempo, sin embargo, esa etapa quedó relegada por sus series más conocidas.Es curioso que a muchos fotógrafos el público los recuerda por su obra temprana, pero con usted no sucede así.Sí porque fue lo que resonó, a pesar de que muchas cosas se publicaron. Hice varios libros sobre Guillermina Bravo y la danza, incluso libros colectivos con otros fotógrafos, pero a la gente le gusta la serie de los ángeles y los desnudos. ¿Qué puedo hacer?Ahora que menciona las fotos de Guillermina Bravo, uno de sus retratos se ha publicado infinidad de veces y es la imagen que suele asociarse cuando se recuerda a la bailarina. ¿Qué pasa con los derechos de autor cuando una foto se vuelve tan icónica?Los fotógrafos tenemos un problema. Nunca logramos constituir una sociedad como los escritores lo hicieron con la SOGEM. Lo intentamos dos o tres veces, incluso se editaron recibos por derecho de autor, pero la gente no estaba acostumbrada a que los fotógrafos cobráramos regalías. Muchas veces dabas tu trabajo y el cliente quería la factura, no se metían en la deducción de honorarios y de derechos. Era aceptar esas condiciones o perder el trabajo, y en lugar de persistir cada uno siguió cobrando como podía. Así que no tenemos regalías.¿Entonces sigue siendo muy desprotegido ser fotógrafo?Sí, y yo pienso que deberíamos de insistir formar nuestra sociedad.¿A qué cree que se deba que no lo hayan logrado?Pues a falta de unidad, a falta de un líder y a lo mejor de un conjunto de abogados, gente que nos asesore y sepa realmente los pasos a seguir.¿Le da coraje ver que publican alguna fotografía suya sin permiso?Mira, la verdad ya me acostumbré. Tengo trabajos que se han pirateado por todos lados y no lo puedo controlar. Pasó lo mismo con las portadas de discos, al principio ni siquiera aparecía mi nombre, aunque yo hice muchas para Tania Libertad, Guadalupe Pineda, Eugenia León, Yuri, entre otros.¿Es diferente su manera de retratar a un modelo que a un cliente?Sí, siempre es distinto en lo comercial. A veces me daban libertad y yo estudiaba a mis personajes, preparaba detalles para protegerme en la toma, que si un florero, una lámpara, algo que ayudara en la composición. Pero otras veces la disquera tenía una idea muy clara de lo que quería y ellos mismos se encargaban de la producción o del lugar.¿Pero usted sí ve marcada la diferencia entre su trabajo comercial y artístico?Casi siempre me dejaron hacer lo que yo quería, pocas veces me impusieron. En el trabajo publicitario es distinto, cuando haces fotos para una marca ya hay un concepto muy claro y es difícil salirse de lo que ellos quieren. Pero cuando se trató de personas, casi siempre tuve bastante libertad.¿En géneros tan estandarizados cómo encuentra su propio estilo?Yo lo que trato es de encontrar la esencia del individuo. Procuro que en el lugar donde esté haya algo que lo identifique, que lo relacione. Claro, no siempre te dan el tiempo de hacerlo.¿Cómo logra rescatar esa parte esencial de la persona cuando fotografía a personalidades que ya tienen un concepto muy armado de sí mismas?Por lo que hacen, más que nada, lo que escriben, lo que cantan. Estudio un poco quiénes son, qué quieren mostrar. Por ejemplo, tengo un libro sobre Jaime Sabines en donde ahí sí me fui por la libre porque quería conocerlo, me interesaba mucho hacer un libro dedicado a él. Tuve que ir a Chiapas. Al principio no fue muy amable, me recibió diciendo: “Seguramente tú no sabes quién soy”. Le respondí que no, que no lo conocía, y le recité varios de sus poemas. Entonces contestó: “¿En dónde quiere que empecemos a retratar?”***Antes de continuar con la charla hacemos una pausa para las fotografías de la entrevista. Maritza posa junto a una taza de café, aunque aclara enseguida que todo el mundo sabe que no toma café. “Quiero que en las fotos se vea el desorden: la computadora, los libros, que se note que estuvimos trabajando”, pide. Me doy cuenta de que le gusta dirigir la escena. Pues no es solo fotógrafa, es una creadora de tiempo completo, alguien que además de disparar la cámara propone proyectos, organiza exposiciones y busca caminos para que sus imágenes circulen.Cuando relata los obstáculos institucionales a los que se enfrenta para publicar un libro, confiesa que nunca se ha cansado. “Es algo que me gusta, algo que he querido hacer en mi vida. Así que no he llegado a la pregunta de para qué me esfuerzo tanto. Al contrario, una vez que logras un libro y obtienes ciertos logros, empiezan a llegar resultados, reconocimientos, y dices ¡caray! no pensaba que esto tuviera tanto éxito. Pero qué padre, porque además esos reconocimientos te van abriendo puertas para que los siguientes proyectos sean más fáciles de realizar”.A sus 76 años, Maritza no ve ni de cerca “un fin” para su carrera, porque, dice, mientras pueda ver no habrá un punto final. Está contenta con lo hecho y agradecida de haber encontrado en la fotografía no solo un oficio, sino una verdadera vocación. “No creo que haya mucha gente que pueda decidir una vocación, yo sí tuve esa fortuna”.Como lo hemos venido platicando, usted es reconocida por sus desnudos fotográficos. ¿Cómo concibe el cuerpo Maritza López?Para mí, el cuerpo siempre ha sido un paisaje entrañable. En un principio me aburrían un poco esas fotos tan delicadas de las mujeres y pensaba: además de esas poses tan cándidas, tan puras, debe haber otra forma de manejar el cuerpo. En la revista Eros fue donde comencé a trabajarlo de otra manera y me metí también con el desnudo masculino.¿Hay timidez en el desnudo?Al empezar sí. Pero trabajar con gente que maneja su cuerpo es mucho menos complicado. Ellos están mucho más abiertos. Por ejemplo, yo tuve un gran cómplice que fue Raúl Parrao. Él no solo no era tímido, sino que me proponía cosas. Un día incluso invitó a una chava al estudio, le hizo dibujos en el cuerpo y yo la retraté.¿Qué debe tener un desnudo para ser artístico y no pornográfico?Tiene que ser estético, no burdo. Muchas veces enseñar el pene o el vello púbico es peligroso. Entonces hay que buscar la manera de mostrar esas formas, pero no de una manera agresiva, sino cuidada, que no sea vulgar.Uno de sus libros es Músculo corazón, que hizo junto a Rogelio Cuéllar. Es un libro extraño, porque rompe con la idea del cuerpo perfecto.Sí, porque me interesó meterme con el cuerpo no tan perfecto. Eso sí, al momento de hacer las fotos me preocupé por la iluminación, que fueran casi una obra de arte.Cuando la contratan para fotografía comercial, ¿también piensa en que sea una obra de arte?No, ahí es diferente, ya sabes cómo tiene que salir. Pero sí hay un reto técnico que es cómo, con la luz, vas a ocultar algo o desde dónde vas a hacer la toma.Entonces realmente la luz es la que define una foto.Absolutamente. Yo adoro el trabajo de iluminación en estudio.A usted le tocó vivir el cambio de la fotografía análoga a la digital. ¿Cómo lo recuerda?Las cámaras de antes pesaban horrible. A muchos fotógrafos nos enchuecaron los hombros. Ahora casi todos tenemos lo que llaman “cuello militar” de tanto estirarnos para ver por el lente, además de escoliosis por cargar el equipo, porque no era solo la cámara, también lentes, rollos, cuerpos de repuesto. Con lo digital eso cambió, porque las cámaras se volvieron más ligeras, incluso ahora hasta un iPhone tiene una resolución fantástica.¿Pero cómo vivió ese cambio?Lo sufrí enormemente. Fue cambiar todo el equipo, comprar computadoras, aceptar que el cuarto oscuro quedaba obsoleto. Sobre todo, aprender a hacer la postproducción en computadora. Es un trabajo de reinvención constante. También es fantástico porque nunca dejas de aprender.Pudo haberse quedado en lo análogo, como otros fotógrafos. ¿Qué la hizo dar el salto?Mucha gente dijo “a mí no me interesa lo digital”, pero eso implicaba quedarse fuera del mercado. Los clientes ya pedían que les entregaras archivos. Antes dabas un negativo, luego un CD, ahora USB o por correo. Además, cambiaron los formatos, la iluminación, la demanda de fondos planos. Y claro, llegaron los fotógrafos jóvenes, con cámaras digitales, Photoshop y celulares. Lo hacen muy bien, y cobran mucho menos, aunque abaratan la profesión.¿Cree que por eso hayan desaparecido tantos estudios de barrio?Muchos tronaron, sobre todo en la pandemia, y lo entiendo, si quieres seguir vigente tienes que adaptarte.AQ



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