He descrito hace ya un cierto tiempo este cuadro psicológico. La palabra síndrome significa conjunto de síntomas de una entidad clínica. Y el acrónimo 'Simon' son las siglas de soltero, inmaduro en lo afectivo, materialista, obsesionado con el trabajo y narcisista. Y debajo de estas siglas se esconde un miedo o pánico al compromiso. Se da solo en el hombre, a partir de los treinta y tantos años, que quiere cualquier cosa menos casarse, comprometerse, decirle que sí a una mujer. Tiene más actualidad que nunca y voy a desmenuzar esas cinco vertientes que acabo de mencionar: Soltero. Se trata de un joven que ya ha cumplido los 30 años y que, como si fuera un solar en el centro de una ciudad que se va revalorizando con el paso de un cierto tiempo, espera que llegue 'la mejor oferta'. Su vida es trabajo profesional, como primer argumento, y situarse bien económica y socialmente y pasarlo bien y divertirse y salir y conocer gente…, pero con un miedo evidente a vincularse a una mujer y perder su estatus de libertad con minúscula. Inmaduro en lo afectivo. Puede ser médico, abogado, ingeniero o cualquier otra profesión. ¿Qué significa la inmadurez afectiva? Está claro que es un concepto amplio; lo voy a resumir en los siguientes apartados. Hay dos tipos de personas inmaduras: una referida a lo general de la conducta, y que consiste en un desfase entre la edad cronológica y la edad mental, y que se expresa en conocerse a sí mismo, haber sabido superar las heridas del pasado, tener una correcta percepción de la realidad, haber sabido diseñar un proyecto de vida coherente, tener una buena educación de la voluntad y un cierto etcétera. No olvidemos que la American Psychiatric Association tiene un amplio apartado dedicado a los trastornos de la personalidad, que hoy se han multiplicado. La inmadurez de los sentimientos tiene matices muy concretos, centrados en la vida afectiva y sus más importantes manifestaciones son: tener unos conocimientos básicos de lo que es la afectividad y saber gestionar las emociones, saber dar y recibir amor, tener claro que el programa de vida necesita tener un amor personal comprometido y entender que solo el trabajo y las aficiones no completan al ser humano. Hoy se ha producido una cierta socialización de la inmadurez sentimental en el hombre, que no en la mujer. Y lo vemos en todas partes. Y esto se manifiesta en la epidemia de parejas rotas, una detrás de otra, porque falla la base, porque no se dan unos mínimos adecuados en este sentido. Materialista. Este hombre al que me estoy refiriendo se ha centrado en lo material y esto va desde lo económico (es lógico que se ocupe de este asunto, pero no como casi único ingrediente de su existencia) a la imposibilidad de tener otra captación de la realidad, como la cultura y la espiritualidad. Es portavoz de la expresión 'tanto tienes, tanto vales'. No deben estar reñidos el tener una economía adecuada con aspirar a cultivar la inteligencia en otras facetas, como la emocional o la inteligencia para la vida, que se abren en abanico en otras facetas que enriquecen y le dan alas a ese sujeto. En muchos de estos casos el consumo de sexo es común y la pornografía suele estar a la vuelta de la esquina… Obsesionado con el trabajo profesional. Un buen número de 'simones' viven para trabajar y caen en la adicción al trabajo, o lo que en inglés se llama 'workaholic': el trabajo lo llena casi todo, con algunas escapadas a otros campos diversos. Yo veo cada vez más chicos de estas edades, de los treinta en adelante, que siguen este tipo de conducta, con todos los matices que se quiera. Narcisista. El narciso es una planta que crece a orillas de los estanques y se mira en el espejo que el agua le ofrece. Sus principales características son: egolatría (una idolatría de sí mismo, que le lleva a estar muy pagado de sí mismo y de su importancia y valía), complejo de superioridad (amor desordenado hacia sí), con un patrón de conducta que se vertebra en la necesidad de buscar el reconocimiento de todo el mundo a su relevancia, y exige una admiración excesiva. Es pretencioso, y si estando con gente no se habla de él se aburre y la conversación le parece poco interesante; todo esto va a más de una falta de empatía, porque esa actitud produce rechazo y porque, en definitiva, la arrogancia, la altivez y el orgullo son sus señas de identidad. Por supuesto, todo esto está lleno de matices y depende del grado de narcisismo que se tenga, pero este es el perfil: un engreimiento que envuelve a esa persona. La gran mayoría de los 'simones' no tienen conciencia de ello y cuando se les dice, con claridad, pero con tacto, les cuesta trabajo aceptarlo o dicen que casi toda la gente de su edad sigue este mismo comportamiento, aproximadamente. El resultado de todo esto es que cada vez nos encontramos con chicas de esa misma edad que buscan un hombre que quiera casarse y aceptar una relación sólida y a medio plazo, formar una familia y comprometerse y vincularse. Pero ¿dónde está ese hombre ahora? La realidad es que no es fácil encontrarlo, pues una gran mayoría de 'simones' quieren cualquier cosa menos casarse, unirse a una chica más o menos de su edad y de su estatus; no lo contempla en su captación de la realidad, quiere seguir libre y poder disfrutar de esa libertad con minúscula. ¿Por qué no se da casi este síndrome en las mujeres? La respuesta es clara: para la mujer la maternidad es una vivencial esencial y eso completa su trayectoria biográfica. El hombre que no es padre casi no le importa, y ve más la paternidad como una especie de carga que como una gratificación afectiva. Termino con una afirmación rotunda: solo quien es libre es capaz de comprometerse. Al que está dentro de las intrincadas redes del 'Simon' le falta perspectiva, que nos es otra cosa que visión larga de la jugada, tener una panorámica de su realidad, que significa ser capaz de poner las luces largas en su vida como totalidad, no solo en lo profesional. La capacidad para comprometerse es madurez emocional.