Narcoestado
Me rehúso a considerar la posibilidad de que la presidenta Claudia Sheinbaum tenga el menor vínculo con cárteles y grupos criminales. Más aún, que su secretario de Seguridad, Omar García Harfuch —víctima él mismo de un atentado que casi le cuesta la vida—, tenga relación o pacto alguno.
Sin embargo, no se entiende.
La premisa de la guerra contra el narco como generadora de violencia que sostuvo Andrés Manuel por años, de forma altamente rentable electoralmente, puede ser discutida en múltiples sentidos y niveles. “Agitar el avispero” —como decía aquel— no aportaba soluciones de fondo ni corregía problemas, pero incitaba a más violencia, sangre y muerte.
Tal vez; los expertos aún lo siguen debatiendo. Tal vez el mayor problema de aquella ofensiva contra el narco y el crimen fue la carencia de una estrategia de contención, de neutralización y de salida incluso.
Solo se pensó que con la fuerza se aplastaría a la mayor amenaza para la estabilidad, la economía y la paz social que México ha enfrentado en un siglo.
Los resultados arrojaron avances, pero no soluciones definitivas. Y sí, muchos muertos.
Pues le tengo noticias: a casi 20 años —18 para ser preciso— de aquel “Michoacanazo” que marcó el inicio de la mentada guerra y, muy importante, después de 6 años de la política de “abrazos, no balazos”, tenemos más muertos, más sangre y más desaparecidos en el país.
¿A qué conclusión llega usted?
La presidenta se equivoca una y otra vez en voltear a ver el pasado como la causa de problemas complejos: Pemex es una desgracia económica y estructural porque así la dejaron los neoliberales; la CFE es otro infortunio de endeudamiento e incapacidad generadora, porque así la hicieron los del Prian; la violencia está desatada por Felipe Calderón.
¡Óigame! Ya un poquito de seriedad, ¿no? ¿Y ustedes? ¿Y Morena? En el poder desde hace 7 años y los problemas se han agravado, agudizado y profundizado.
Es muy ofensivo por parte de Donald Trump afirmar que los narcos gobiernan México y que los cárteles ejercen el control, pero tristemente, este gobierno no ha demostrado lo contrario.
Carlos Manzo fue asesinado en medio de una escolta de 14 elementos de la Guardia Nacional. ¿Dónde estaban? ¿Comiendo taquitos y atole en el Festival de Velas?
Pero a la presidenta no le gusta que le pregunten. No acepta los cuestionamientos, rechaza el ejercicio de libre expresión porque no quiere enfrentar la carencia de respuestas lógicas, estructuradas y razonables.
Sin modificar el discurso de los abrazos —para que no se ofenda ya saben quién—, ha tomado medidas y ejecutado estrategias de detención, ataque, arrestos y otras acciones encubiertas y de colaboración con Estados Unidos. ¡Bravo! ¡Es aplaudible!
Pero no son suficientes. Ni para Estados Unidos, ni mucho menos para México.
Diez alcaldes asesinados durante el gobierno de Claudia Sheinbaum. ¿Esos también serán culpa de Calderón? ¿O tal vez del neoliberalismo?
¡Basta de retórica! ¡Asuman su responsabilidad! Y actúen con seriedad y profesionalismo. Se percibe una enorme pasividad en la ofensiva contra el crimen organizado.
Una extensión matizada de los abrazos inútiles que sumieron a este país en el enorme mercado de las multinacionales del crimen.
Hoy los cárteles distan mucho de ser organizaciones primitivas para el trasiego de droga y el tráfico de estupefacientes. Esa es apenas una línea de negocio.
Hoy ejercen el huachicol, el huachigas —ambos muy rentables—, la extorsión, el derecho de piso, el tráfico de personas, armas, niños, el contrabando inmenso que cruza las aduanas derramando una cascada de dinero ilegal.
La inacción del gobierno anterior es la causante de este crimen desbordado, imparable, desafiante al poder y a la autoridad.
La conducta torpe, irresponsable, chabacana del “los voy a acusar con sus mamás” se tradujo en un repliegue vergonzoso de las Fuerzas Armadas y de seguridad, que se convirtieron en testigos silenciosos de los enormes botines criminales.
¡Plata o plomo! Como nunca antes. Diez presidentes municipales, y la cuenta sigue.
Al que se resiste —con todo y escoltas distraídas— es ultimado sin el menor temor a la persecución o la justicia. ¿Por qué sucede este cinismo desafiante? Porque no hay persecución ni justicia. La impunidad reina en México sin filtros ni fronteras.
Puede la señora presidenta continuar la cantaleta absurda del pasado y el no derramamiento de sangre y la no confrontación con los criminales, pero si no muestra mayor eficiencia, Trump mandará sus drones y sus operativos.
Y entonces, el problema será mayor.
