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El lechazo, un «producto artesanal» de la gastronomía de Castilla y León

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Abc.es 
Llegada la Navidad, los encuentros y las reuniones en torno a una mesa copan las fechas más señaladas, donde muchas de ellas giran en torno a un producto de calidad, artesano y de clara procedencia castellana y leonesa. El lechazo IGP se convierte en el indiscutible protagonista, ya que se trata de un producto que «identifica la gente» y que cuenta con «valor y reconocimiento». Así lo afirma la directora técnica de la IGP Lechazo de Castilla y León, Beatriz Sánchez, quien señala que en la campaña de Navidad hay una mayor demanda, pero igual que ocurre con muchos otros productos, pero la cuestión radica en que «no hay todo las unidades que uno quisiera», por lo que eso produce que el precio suba . Un ascenso que va en línea con el «reconocimiento de un producto artesanal que existe gracias a ganaderías que benefician al medio ambiente y al medio rural de Castilla y León». «Estamos hablando de un producto que lo tiene todo», asegura. No se trata de un producto que «inunde el mercado», aunque reconoce que este año viene la paridera un poco retrasada y es posible que haya lechazos de cara al mes de enero . Pese a ello, señala que los precios se estipularán en los estándares de las pasadas navidades o ligeramente superiores, sin destacar grandes variaciones, traslada en declaraciones a la Agencia Ical. Entre sus explicaciones se cuelan los balidos de las 700 ovejas madres y sus más de 150 lechazos con los que cuenta José Luis Fraile, en su explotación ubicada en Cubillo de Ojeda, en el norte de Palencia , al ser una de las 720 ganaderías por la Comunidad que están amparadas bajo la marca de calidad y garantía. Unos lechazos que están alimentados exclusivamente con leche materna, aspecto que recoge la normativa del pliego de condiciones, que incluye un peso determinado, que no puede superar los siete kilos en el caso que no llevan cabeza ni asadura; presentar un engrasamiento de los riñones de, al menos, un 50 por ciento; deben presentar un color rosa pálido o blanco anacarado y ser gorditos. Es decir, características de un «lechazo perfecto», subraya. Pese a que cada año hay un bajada continua en el número de explotaciones, lo que se deriva del problema existente con el relevo generacional, la previsión de cara al cierre de 2025 es aumentar ligeramente el número de lechazos sacrificados, el cual se cifró en los 275.000 en 2023 y en 284.000 en 2024. Fraile, que también es el presidente de la IGP Lechazo de Castilla y León, habló acerca de las típicas conversaciones y la alarma que se genera en los mercados sobre la subida del precio de este manjar de la Comunidad, quien subrayó que es necesario asociarlo con un producto amparado bajo una marca y sello de calidad y que pertenece a razas autóctonas, por lo que se tiene que valorar a través de su precio en comparación con otros que no cuentan con la misma trazabilidad, dijo. Aun así, apunta que es «harto difícil» que haya lechazos frescos para un día muy concreto , porque eso conlleva mucha exclusividad, y de ser así, se tiene que pagar. Además, reconoce que, con un lechazo entero, de unos siete u ocho kilos, llegan a comer hasta diez personas, por lo que, llegado el caso de ponerse a 200 euros la pieza, cada comensal sale a 20 euros. Algo que difiere mucho de otros productos como el rape, que se cifra hasta en 60 euros el kilo, puntualiza. La directora técnica explica a la Agencia Ical que el etiquetado es un aspecto a tener muy en cuenta, más si cabe cuando en el mercado existe un abanico muy amplio de marcas, etiquetas, colores, dibujos y nombres. Las vitolas de la IGP tienen un logotipo con un círculo bicolor azul (del cielo) y amarillo (rastrojo), donde hay un lechazo blanco en la parte central. Además, se añade escrito en el contorno IGP, lechazo de Castilla y León. De igual manera, en la parte izquierda se incluye el logotipo de la Unión Europea, que es azul, con unas estrellas y unos picos, que indica que es una IGP y, por tanto, una figura de calidad reconocida por Europa a base de controles, dado que recuerda que la calidad no se puede garantizar con la ausencia de controles. Por último, a mano derecha de la vitola se localiza una numeración a través de dos dos letras y un código de trazabilidad con el que se puede determinar el lote de los lechazos, el matadero y fecha de sacrificio y el operador comercial. Con ese código se puede llamar a la propia IGP y obtener toda la información ante cualquier duda del consumidor. Por si todo ello fuera poco, se añade el corazón de Tierra de Sabor, la marca de garantía de la Junta, como producto de calidad de Castilla y León a través de razas autóctonas, como son la churra, castellana y hojalada en el caso de los lechazos. Y es que, recuerda que la vitola es resistente al fuego y tiene que llegar al plato del consumidor o el comensal, asevera Beatriz Sánchez. A ese respecto, Fraile asegura que el problema no radica en el hecho de que entren corderos o productos similares del extranjero, sino en evitar que se engañe al consumidor, ya que, al estar en una economía globalizada, «todos nos beneficiamos con las importaciones y exportaciones». Deja claro que el mercado es libre, pero la importancia radica en la trazabilidad de cualquier producto, y lo que tiene que saber el consumidor es que el lechazo IGP la tiene, porque así sabe que «lo que come es real». «Si te dicen que es lechazo de Castilla y León, tiene que llevar las vitolas de la IGP, y consta de que es certificado», sentencia.



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