México 2026: la oportunidad pendiente
El 2026 se perfila como un año decisivo para la economía mexicana y su posicionamiento en el tablero global de inversión, fusiones y adquisiciones (M&A) y comercio internacional. En un entorno marcado por la recomposición de las cadenas de valor y la reactivación de grandes operaciones corporativas a nivel mundial, México enfrenta una paradoja: cuenta con condiciones estructurales atractivas, pero no ha logrado capitalizarlas al mismo ritmo que otras economías competidoras.
Mientras en Estados Unidos la actividad de M&A mostró una recuperación significativa en 2025 —con un incremento cercano al 49% frente a 2024—, México experimentó una contracción relevante. El número de transacciones cayó alrededor de 36.5%, reflejando cautela y redireccionamiento de capital hacia otras jurisdicciones. Este contraste obliga a analizar no sólo el ciclo económico, sino los factores institucionales y regulatorios que inciden en la toma de decisiones.
No obstante, sería un error interpretar este retroceso como una pérdida definitiva de atractivo. A partir de la segunda mitad de 2025 reaparecieron los megadeals. A nivel global, operaciones emblemáticas evidencian que el mercado ha comenzado a absorber el impacto de tensiones geopolíticas y comerciales, retomando una lógica de crecimiento y consolidación.
En México, la posible creación de una controladora entre Viva Aerobús y Volaris marca esta nueva etapa y pondrá a prueba a la nueva Comisión Nacional Antimonopólica. Su actuación será clave para la percepción del mercado sobre la capacidad del Estado para regular con criterios técnicos e independientes.
El sector financiero ofrece otro ángulo relevante. En Estados Unidos se anticipa una ola de fusiones bancarias, y México no es ajeno a esta tendencia. La inversión de Grupo Carso en Banamex confirma el regreso de transacciones de gran escala con nuevos perfiles de inversionistas.
Desde una perspectiva sectorial, el dinamismo global se concentra en tecnología, inteligencia artificial, energía e infraestructura. México participa parcialmente, pero sigue enfocado en manufactura y servicios financieros. Esta especialización ligada al nearshoring sigue siendo una ventaja, siempre que se acompañe de políticas públicas que reduzcan la incertidumbre regulatoria.
La reducción de tasas de interés ha facilitado el financiamiento de grandes operaciones y abre una ventana de oportunidad que México no puede desaprovechar. Sin embargo, el capital es particularmente sensible a la certidumbre jurídica, la estabilidad institucional y la previsibilidad regulatoria.
En este sentido, los anuncios recientes del gobierno mexicano —como los primeros contratos mixtos de Pemex y la iniciativa de la Ley de Inversiones Mixtas— apuntan a un reconocimiento de que la infraestructura del país requiere de capital privado. Energía, telecomunicaciones y transporte demandan inversiones que sólo pueden materializarse con esquemas de colaboración.
La renegociación del tratado comercial de América del Norte representa otro momento crítico. Más allá del ruido político, ofrece una oportunidad para reforzar el mensaje de integración regional y vocación exportadora. México sigue siendo atractivo para las empresas estadounidenses, pero enfrenta una competencia cada vez más agresiva.
El riesgo es claro: si México no envía señales contundentes de certidumbre, el capital encontrará alternativas. 2026 será el año en el que se defina si el país consolida su papel como eje del nearshoring o pierde terreno.
México está en la mira del capital global. Convertir esa atención en inversión concreta dependerá de su capacidad para ofrecer certidumbre, transparencia y visión de largo plazo.
