Hubo un tiempo en que los mares estaban densamente poblados por unas criaturas que lograron la hazaña de sobrevivir durante más de 350 millones de años. Se trata de los amonites , moluscos cefalópodos que debido a su extraordinaria abundancia se han convertido en uno de los grandes iconos de la paleontología. Sin embargo, desaparecieron sin dejar rastro a finales del Cretácico, hace 66 millones de años, justo después del mismo evento que acabó con los dinosaurios y, también, con más del 75% de toda la vida del planeta. Algunos paleontólogos han argumentado que el asteroide de más de 10 km que provocó la quinta gran extinción de la vida en nuestro planeta fue solo la 'puntilla', y que la desaparición de los amonites era algo inevitable porque su diversidad llevaba ya mucho tiempo disminuyendo cuando se produjo la catástrofe. Pero un equipo de investigadores de la Universidad de Bristol acaba de descubrir que, justo antes de su extinción, los amonites no estaban en pleno declive, sino todo lo contrario, y que el capítulo final de su larga historia fue mucho más complejo de lo que se creía. El trabajo se acaba de publicar en 'Nature Communications'. «Comprender cómo y por qué la biodiversidad ha ido cambiando a lo largo del tiempo es un gran desafío -asegura Joseph Flannery-Sutherland, coautor principal del artículo-. El registro fósil nos cuenta parte de la historia, pero a menudo es un narrador poco fiable. Los patrones de diversidad, de hecho, pueden simplemente reflejar algunos datos, esencialmente dónde y cuándo hemos encontrado nuevas especies fósiles, pero no la historia biológica real. Por eso, analizar el registro fósil de amonites del Cretácico Superior como si fuera la historia global completa es probablemente la razón por la que investigadores anteriores creyeron que estaban sumidos en un declive ecológico de larga data». Para aclarar la cuestión, los autores del artículo elaboraron una nueva base de datos de fósiles de amonites del Cretácico Superior que ayudaba a llenar los vacíos de muestreo que existen en su registro. «Recurrimos a las colecciones de los museos para añadir nuevas fuentes de especímenes -dice por su parte Cameron Crossan, otro de los firmantes del trabajo- en lugar de depender únicamente de lo que ya se había publicado. De esta manera pudimos estar seguros de obtener una imagen mucho más precisa de su biodiversidad antes de su extinción total». De este modo, y usando su nueva base de datos, Flannery-Sutherland y su equipo analizaron cómo las tasas de especiación y extinción de amonites variaban en diferentes partes del mundo. Si realmente hubieran estado en declive durante el Cretácico Superior, entonces sus tasas de extinción habrían sido, en general, más altas que sus tasas de especiación, independientemente del lugar en que el equipo mirara. En cambio, lo que descubrieron los investigadores fue que el equilibrio entre especiación y extinción cambiaba tanto a lo largo del tiempo geológico como entre diferentes regiones geográficas. «Estas diferencias en la diversificación de amonoides en todo el mundo -explica por su parte James Witts, del Museo de Historia Natural de Londres y coautor principal del estudio- son una parte crucial de por qué se malinterpretó su historia durante el Cretácico Superior. Su registro fósil en algunas partes de América del Norte está muy bien muestreado, pero si se mira solo eso, resulta fácil pensar que estaban pasando apuros, mientras que en realidad, en otras regiones, estaban prosperando. Su extinción fue realmente un acontecimiento fortuito y no un resultado inevitable». Para descubrir cuál fue exactamente la clave del éxito ininterrumpido de los amonites durante el Cretácico Superior, el equipo examinó los factores potenciales que podrían haber causado que su diversidad cambiara a través del tiempo. Los investigadores se interesaron particularmente en saber si sus tasas de especiación y extinción estaban impulsadas principalmente por condiciones ambientales como la temperatura y el nivel del océano, o por procesos biológicos como la presión de los depredadores y la competencia entre los propios amonites. «Lo que encontramos -dice la coautora Corinne Myers, de la Universidad de Nuevo México- fue que las causas de la especiación y extinción de los amonites eran tan variadas geográficamente como las tasas mismas. No se puede simplemente mirar su registro fósil total y decir que su diversidad fue impulsada enteramente por los cambios de temperatura, por ejemplo. Fue algo más complejo que eso, y dependía del lugar del mundo en el que vivieran». «Los paleontólogos -concluye Flannery-Sutherland- suelen ser fanáticos de las soluciones milagrosas que explican qué impulsó los cambios en la diversidad fósil de un grupo, pero nuestro trabajo muestra que las cosas no siempre son tan sencillas. No necesariamente podemos confiar en los conjuntos de datos fósiles globales y necesitamos, también, analizarlos a escalas regionales. De esta manera podemos capturar una imagen con muchos más matices de cómo la diversidad cambió a través del espacio y del tiempo».