¿Vocación o empleabilidad? Según el Estudio sobre Universitarios en España elaborado por la Fundación BBVA, la mayoría de los jóvenes universitarios españoles asegura que su principal motivación a la hora de elegir estudios superiores se debe a factores vocacionales, con respuestas como 'era la opción que más me gustaba' (33%) o 'era la que más se ajustaba a mi vocación' (29%). En segundo plano aparecen factores instrumentales, como una mejor salida laboral (14%) y la mayor afinidad entre los estudios y las competencias del estudiante (14%). Lo cierto es que cursar estudios universitarios en España sigue siendo una buena garantía para alcanzar el éxito profesional. En los últimos diez años, los egresados han captado el 79% de todo el empleo joven creado desde 2013 y, además, el 91% de esa oferta se concentra en puestos de alta cualificación. Según datos del Ranking de la Fundación CyD (www.rankingcyd.org), las carreras que cuentan con un porcentaje más alto de contratación son Medicina (92%), Enfermería (91,1%), Ingeniería Informática (87,7%), Ingeniería Eléctrica (86,5%) y Farmacia (86,3%). Cuando han transcurrido cuatro años de la obtención del título, los titulados en los ámbitos de Medicina (39.377 euros), Ingeniería Informática (34.207), Enfermería (34.199), Matemáticas (33.304 ) e Ingeniería Eléctrica (33.207) perciben el mayor promedio de salario anual bruto. Pero, más allá de los porcentajes de contratación y de las cifras de retribución, ¿cómo encontrar el punto de equilibrio entre vocación y empleabilidad a la hora de tomar una decisión tan importante? La clave está, según Joaquín Aldás, investigador del Ivie y catedrático de la Universitat de Valencia, en el concepto de ' vocación informada ': «La vocación o preferencia por determinados títulos se deriva de que la experiencia en Bachillerato ha sido positiva –explica–. Pero ha de ser informada, es decir, el estudiante ha de saber a qué situación de empleabilidad posterior se enfrentará . Un estudiante puede tener muy claro que desea formarse en el mundo artístico, pero ahí va a encontrar grados con menor empleabilidad, por ejemplo, Bellas Artes, junto a otros con una empleabilidad superior, caso de diseño digital, por ejemplo. La combinación de ambos elementos, vocación e información, pasa porque el estudiante, las familias o los orientadores cuenten con herramientas que ordenen esa cantidad importante de títulos, y en especial de nuevos títulos, y los caracterice en términos de información clave: dónde se ofrecen, cuál es su coste, sus notas históricas de corte y, también, qué niveles de empleabilidad tienen a la vista de los datos de afiliación, ajuste entre la formación y las ocupaciones, o ingresos. Es importante tener en cuenta que muchos jóvenes no saben cómo acceder a esas informaciones, sobre todo cuando provienen de entornos sociales menos favorables». Por eso, el sistema educativo debe prestar más atención y dedicar más recursos a la orientación . Es valioso que existan iniciativas que faciliten la tarea de orientación a padres y profesores. Por ejemplo, la herramienta U-Ranking inserción (https://u-ranking.es/insercion-uni-campos) es una de ellas». Según el estudio de la Fundación BBVA, el componente vocacional prima más entre los estudiantes de ciencias de la salud y experimentales, mientras que la inserción laboral tiene un mayor peso entre estudiantes de ciencias económicas y jurídicas. Como curiosidad, en los últimos años ha aumentado relativamente la importancia que los jóvenes otorgan a la posibilidad de que sus estudios ayuden a mejorar nuestra sociedad y ha disminuido ligeramente la otorgada a la mejora de su propia formación cultural. La mayoría de los estudiantes manifiesta que ha realizado un proceso de consulta y análisis antes de decidirse por su carrera: el 70% consultó además el programa de otras carreras , y más de la mitad comparó los programas en diferentes universidades o habló con estudiantes de esos estudios y con profesionales vinculados a los mismos. En cuanto al momento en el que se tomó la decisión, la gran mayoría (71%) afirma haberlo hecho durante sus estudios secundarios. También la mayoría reconoce una cierta influencia de los consejos de sus progenitores en su elección (media de 5,4 en una escala de 0 a 10), mientras que los amigos y profesores de secundaria (3,8 en ambos casos), así como las redes sociales (2,7) y personalidades famosas (2,5), han tenido un papel modesto. La clave para una buena toma de decisiones es, en opinión de Alberto Gavilán, director de Talento de The Adecco Group, tener en cuenta algunos factores importantes y buscar información relevante para que la decisión tenga todos los elementos de juicio necesarios: 1. Autoconocimiento . ¿Qué es lo que me gusta?, ¿cuáles son mis intereses?, ¿qué me mueve?, ¿qué se me da bien?, ¿cuáles son mis fortalezas? Y conocer cómo eso puede ser integrado en una profesión. Es muy importante hacer ese autoanálisis primero y completarlo con cómo nos percibe nuestro entorno, cuanto más autoconocimiento mejor para la toma de decisiones. 2. Conocimiento del mercado y las tendencias . Investigar, leer… actualmente toda la información es accesible en cualquier momento desde cualquier dispositivo, «pero yo recomiendo además conocer personas relevantes que tengan experiencia en el ámbito que me interesa para que podamos conocer de primera mano cómo son las actividades, sectores o profesiones. A veces desde fuera las profesiones parecen una cosa y las personas que lo viven pueden dar otra perspectiva muy interesante», explica Gavilán. 3. Flexibilidad . Tener varias opciones válidas, o no ceñirse a una única opción es importante para evitar frustraciones. Además, es importante entender que la etapa universitaria no es el final de la etapa de aprendizaje, la realidad económica y empresarial demanda de las personas un foco continuo en el aprendizaje y en el desarrollo de habilidades y competencias que se van moldeando durante toda la vida profesional. 4. Pragmatismo y pasión en equilibrio . Buscar la manera de tomar decisiones equilibradas que cumplan con nuestros intereses pero que a la vez puedan hacer que tengamos una carrera profesional exitosa y sostenible. No obstante, conviene 'desdramatizar'. Así lo recomienda Zulima Cuadros, responsable de Estrategia de Candidato de ManpowerGroup. «Esta última etapa formativa que nos acerca hacia el entorno profesional en el que nos desarrollaremos (FP o Universidad) es importante, nos sirve para asentar ciertas bases y conocimientos específicos, pero ya no es ni tan definitoria, ni tan definitiva como antes -explica-. Los estudios profesionales suponen a día de hoy un punto de partida mucho más abierto de lo que lo eran hace algunos años. Formaciones de postgrado, masters, microcredenciales, bootcamps … La oferta formativa que permite afinar o especializarse para dar los primeros pasos de la carrera, es aplicable para reorientarnos en cualquier momento de la misma. Ya ocurre, pero será cada vez más habitual ver a personas que a lo largo de su desempeño profesional cambien más de una vez de funciones, área y sector. Mi consejo sería que elijan algo que les interese y a lo que le vean recorrido profesional… con la tranquilidad de que las decisiones influyen, pero no son para nada definitivas. En un mundo en constante evolución la formación y el desarrollo profesional van de la mano. Los propios trabajadores debemos tener una actitud de aprendizaje continuo para mantener nuestra empleabilidad». Gavilán incide en que, si bien la decisión de qué estudios cursar es importante, «es reversible, aunque no lo parezca» y explica que si preguntamos a las personas de nuestro alrededor para saber cuántas de ellas se dedican exactamente a lo que han estudiado encontraremos que muchas personas se dedican y han desarrollado su carrera profesional en ámbitos que a priori no tienen vinculación con sus estudios. «La vida académica es una etapa importante donde se adquieren conocimientos, pero donde también se tienen que desarrollar las competencias más importantes: resolución de problemas, análisis, búsqueda de información, trabajo en equipo, comunicación, etc. Los pasos profesionales no siempre están vinculados directamente a esa etapa, es ahí donde las competencias cobran gran relevancia y marcarán el camino profesional». A tenor de las cifras, los estudiantes de formación superior en España están bastante satisfechos con las decisiones que tomaron. Las cifras del estudio de la Fundación BBVA parecen indicar que los estudiantes universitarios están razonablemente contentos con sus decisiones La gran mayoría de encuestados está muy satisfecha con respecto a su grado o posgrado (7,2 en una escala de 0 a 10). El alto nivel de satisfacción declarada con la carrera redunda en que la mayoría (71%) declara que, si pudiera volver atrás en el tiempo, volvería a elegir los mismos estudios. Este sentimiento se acentúa entre los estudiantes de ciencias de la salud, seguidos de los de ingenierías y otras ciencias sociales. Joaquín Aldas matiza que el sistema universitario español tiene aproximadamente un 32% de abandono, cifras equivalentes al promedio de la OCDE. «Este 32% es un 20% de abandono del sistema, es decir estudiantes que dejan la universidad y un 12% de cambio de título, es decir, de estudiantes que entienden que han errado en la elección de un grado y que tienen ese plan B. Con el crecimiento del número de títulos es muy difícil tener una idea exacta de los contenidos y competencias de cada uno de ellos, pese a la labor que hacen los orientadores. El paso a la universidad también es un cambio importante en lo personal para el estudiante, en la medida en que implica muchas veces dejar su domicilio y, desde luego, un sistema de formación mucho menos 'dirigido' en el que es el estudiante quien ha de determinar cómo y cuánto estudiar. Valentín Bote, director de Randstad Research, recalca que es importante entender que la elección de un grado universitario es un momento significativo, pero no debe ser visto como algo dramático o irreversible. «Si no se accede a la carrera deseada o se descubre que no es la adecuada después de comenzar, siempre es mejor activar un plan B que desesperarse o perseverar en un error. En estos momentos recomendamos lo siguiente: Primero, explorar otras opciones disponibles dentro del ámbito académico. De hecho, muchos estudiantes descubren nuevas pasiones o intereses al explorar cursos o módulos fuera de su área principal de estudio. Esto puede abrir puertas a otras carreras o campos de estudio que no se habían considerado inicialmente. Segundo, buscar asesoramiento académico y profesional. Los consejeros de carrera y los orientadores académicos pueden ofrecer perspectivas valiosas y sugerencias sobre posibles cambios de carrera o adaptaciones en el plan de estudios. Ellos tienen experiencia en manejar estas situaciones y pueden ayudar a diseñar un plan B efectivo. Además, es útil hablar con otros estudiantes y profesionales del campo de interés, ya que escuchar sus experiencias puede proporcionar una visión más clara de lo que implica la carrera y si realmente es la adecuada. Finalmente, recordar que los cambios de dirección son una parte natural del crecimiento personal y profesional. Muchas personas exitosas han cambiado de carrera en algún momento de sus vidas y han encontrado su verdadero camino a través de la exploración y la adaptación».
