Ciudad Jardín, la pequeña ONU de Córdoba con 78 nacionalidades: «Nos acogen bien y ahora abrimos negocios»
Córdoba tiene 328.012 habitantes, y de ellos 157.412 son hombres y 170.600 mujeres. Lo dicen los datos del Padrón municipal . Del total, 303.474 tienen la nacionalidad española. El resto son extranjeros, de forma que suponen solamente un 7,48%. Sin embargo, un barrio destaca tanto en porcentaje como número de nacionalidades, y es Ciudad Jardín. Con una población total de 16.455 personas, cuenta con 14.131 españoles y 2.324 extranjeros, lo que supone que hay un 14,12% de habitantes venidos de fuera de España. A su vez es la zona de Córdoba que puede presumir de acoger a gente procedente de hasta 78 países distintos, también la mayor cifra de la ciudad. Entre los más numerosos se encuentran los rumanos (276) , nicaragüenses (221), georgianos (219), hondureños (200), colombianos (162), marroquíes (126), ecuatorianos (121), chinos (120) o paraguayos. Pero hay más naciones: Ucrania, Guinea, Venezuela, Italia, Pakistán, Siria, Bolivia, Argentina… Para Ciudad Jardín habría que aplicar esos tópicos que la calificarían como una torre de Babel o la ONU en Córdoba. Al margen de estereotipos, es el sitio donde se concentra más población inmigrante en Córdoba no solamente a vivir, sino que van asentándose como trabajadores o empresarios. Por ejemplo, el sector de los comestibles o las fruterías está copado por extranjeros que los regentan. Pero también hay cafeterías, pubs, tiendas de regalo o incluso colchonerías. Es precisamente el caso de Thierno Souleymane Diallo, empresario con su colchonería Fotware, situada en Antonio Maura esquina con Julio Pellicer. Souleymane procede de Guinea-Conakry. Llegó a España en marzo de 2000, con las miras puestas en Alemania y con 16 años y medio. «Me quedé en España porque me trataron muy bien», afirma. Vino por Mauritania, Marruecos y Ceuta, donde no saltó la valla: «Pasé por debajo. Había un túnel por el que puede circular agua, y entramos en el momento en el que no la había». Una vez en Ceuta se alojó en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) durante cuatro meses. Después pasó a Priego de Córdoba. «Conocí a un sacerdote, el padre Béjar, de la Iglesia de Santa María de África de Ceuta , que ahora está en la parroquia de Santa Cecilia de Córdoba», recuerda. Este cura, natural de Lucena, estaba en contacto con Cáritas y conocía mucho la provincia. Así que Souleymane consiguió llegar a una casa de acogida. El guineano se deshace en elogios con respecto a Priego y sus habitantes, lugar a la que califica no solamente como muy bonito, sino lleno de buena gente. «A partir de ahí toda la integración fue muy fácil, llegué y conocí a una familia que tenía una tintorería y me enseñaron a trabajar: fui uno más, como un hijo», explica. Luego probó con la obra mediante una empresa de pintura y los fines de semana en la hostelería, para pasar a la empresa Zerca Hoteles, en Zuheros. Luego se decidió a llegar a la capital como vendedor ambulante de polos y camisas, de donde saltó a trabajar en la pizzería Oh La Lá, y llegó a ser encargado en Deanes. La hostelería, con sus horarios, le impedía atender a su familia, por lo que junto a su esposa puso la colchonería en 2012. «La convivencia en Ciudad Jardín, mejor imposible. Es un barrio muy bueno por su multiculturalidad», elogia Soyleymane, que tras viajar por Francia, Alemania o Bélgica asegura que la integración en España «es mucho más favorable, no hay guetos o barrios marginales donde sólo vivan extranjeros». Su adaptación al barrio ha llegado al punto de poner en marcha una asociación gastronómica donde se sirven platos de otros países. En la avenida de Guerrita se encuentra un peculiar negocio, Globo Planet, especializado en decoración de globos para eventos. Lo regenta Anna Kostyuk, natural de Ucrania . Vivía cerca de la frontera con Polonia, pero decidió venirse a España con unos 20 años, en 2000, porque su madre, Katerina, ya trabajaba en Córdoba en una casa. «Vine de vacaciones a verla… y mis vacaciones duran ya 24 años», bromea. «Ucrania ya era independiente en aquella época y se ganaba poco dinero», dice. Anna consiguió papeles enseguida y se puso a trabajar como interna cuidando a una señora mayor y luego como reponedora en el área de textil de Carrefour, donde además conoció a su marido, un cordobés con el que tiene un hijo, Darío. Se mantuvo en ese trabajo unos tres años, y a partir de ahí vino un carrusel de ocupaciones: «He trabajado de todo, en campings, en cocinas, en casas, en empresas de limpieza y en discotecas ». Durante una estancia laboral en Sevilla, donde trasladaron a su marido, compró en un comercio unos globos para los bebés de su familia. Gustaron tanto que se le encendió la bombilla: «Le dije a mi marido que teníamos que abrir un negocio así». Entonces hizo a un curso de decoración con globos. Lo siguiente fue abrir Globo Planet en 2010 . Anna destaca también la facilidad de integración en Córdoba: «La gente es muy abierta, siempre está contenta, siempre sonríe, y en Córdoba ayudan mucho. Eso sí, hay que trabajar duro». En la zona de Infanta Doña María y bocacalles se concentran numerosos negocios regentados por inmigrantes, muchos de ellos con la especificación de 'latino» en sus rótulos. Uno de estos comercios es la pequeña frutería de Gregorio Matías, que llegó de República Dominicana . Se decidió a venir en 2007 porque su hermana ya trabajaba atendiendo a gente mayor. Vino con un permiso de residencia de los que concedió entonces el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y directamente a Córdoba. «He trabajado durante quince años en el campo, en Fuente Palmera », recuerda. La persona para la que trabajaba tuvo problemas de salud, y era precisamente la responsable también de esta tiendecita. Así que Gregorio se hizo cargo de ella hace dos años. «Aquí vamos trabajando, pagando muchos impuestos y ya está», indica con una carcajada. Eso sí, aprecia mucho la vida en Ciudad Jardín y apunta algo interesante: «Somos los inmigrantes los que nos hemos animado a abrir negocios aquí». También de Guinea-Conakry procede Laye Sidibe, que de hecho es amigo de Thierno Souleymane Diallo. Laye es responsable del pub Marfil, en la calle Julio Pellicer, el único club de este tipo dedicado en Córdoba a la música afrobeat. A las nueve de la mañana recibía a proveedores de bebida a pesar de que la noche anterior había cerrado a las tres de la madrugada. Si Souleymane tuvo un trayecto difícil y cruzó la valla de Melilla por debajo, Laye se aventuró más al peligro, puesto que cruzó el océano en patera a finales de 2008 tras ir en autobús al lugar desde donde partió la embarcación: «Íbamos 56 personas en el cayuco, y por suerte no hubo ningún incidente y llegamos todos en perfecto estado». Al pisar Gran Canaria tenía 16 años. Lo trasladaron a Málaga y luego a Puente Genil, desde donde llegó a Córdoba capital, al centro de menores Juan de Mairena , en la Fuensanta. Laye se sacó la ESO y empezó a trabajar en una escuela-taller de la sección de Albañilería en la base militar de Cerro Muriano. Allí estuvo dos años. Tras ese periodo se incorporó como albañil al mundo de la construcción. «Luego he hecho un poco de todo, como jardinería, cocina o transporte», explica. Tras un tiempo también en la hostelería, Laye se decidió a poner en marcha su propio negocio hace menos de un año . «Córdoba se está abriendo mucho a la inmigración, a gente que llega, y relacionado con ellos pensé en abrir un negocio con la tendencia afro », ensalza. Desde que llegase en 2008 hasta el momento, este guineano solamente ha estado en Córdoba: «Me he encontrado muy a gusto y bien acogido, y dentro de lo que cabe la vida me ha ido muy bien». Aunque Ciudad Jardín destaca en cuanto a porcentaje de inmigración en comparación con los habitantes nacionales y número de nacionalidades, otras zonas de Córdoba también se van abriendo a los que vienen de fuera, aunque quedan lejos no solamente en ese cotejo de cifras, sino en el aspecto de integración que se da en el propio sector comercial del barrio. De hecho, muchos de los inmigrantes que tienen negocio en Ciudad Jardín viven en otras áreas. En cualquier caso, el fenómeno de la inmigración está contribuyendo a la renovación de uno de los barrios más envejecidos de la ciudad y donde hasta hace unos años más locales comerciales vacíos se podían encontrar.