Una investigación liderada por la Universidad de Birmingham y en la que ha participado el Centro de Recuperaicón Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) de desvelar un parte hasta ahora desconocida del papel que los bosques juegan a la hora de limpiar la atmósfera: los árboles son también un limpiador de metano , uno de los gases de efecto invernadero más problemáticos en el calentamiento global del planeta. Este papel era, hasta ahora, desconocido. «Nos ha sorprendido mucho», asegura Josep Barba, investigador del CREAF y uno de los coautores del artículo en el que desvelan estas conclusiones, y que acaba de publicarse en 'Nature'. Hasta ahora, se sabía que los árboles emitían metano, pero no que también lo consumían. Esto ocurre porque las mediciones se hacían en el primer tramo del árbol, la parte más baja del tronco. Ahí los árboles emiten este gas, pero a medida que se escala hacia partes superiores la cosa cambia. Los investigadores situaron sus sistemas de medición, de hecho, «hasta cuatro metros de altura». Pero ¿por qué chupan metano los árboles? La clave está en la vida que, por así decirlo, se oculta en su tronco. Las bacterias que habitan la corteza utilizan el metano como fuente de energía. Cuando la cantidad de metano que hay en el interior del árbol se reduce —justo lo que ocurre cuando se cruza esa frontera del metro de altura que separa el primer tramo del resto—, las bacterias deben buscar otra fuerte de alimentación. Esa es el metano que está en la atmósfera. «De esta manera, en el cómputo global, se absorbe más de lo que se emite», destaca Barba. Eso es lo que hace que los árboles puedan tener un papel destacado en la lucha contra el calentamiento. «El potencial de los bosques para absorber metano sería de 24,6-49,9 Tg a escala mundial, una cantidad similar a la que captan los suelos de todo el mundo», apunta el experto. Las novedades tecnológicas y la casualidad abrieron la puerta a este descubrimiento. «Hace unos 15 años, aparecieron unas cámaras que te podías llevar al campo», explica Barba, y que permitían medir a ras de suelo las emisiones. Por casualidad, alguien la colocó en el tronco de un árbol y ahí empezó la cadena que llevó a escalar con ellas el tronco y ver qué ocurría. «Los bosques tienen muchísimos secretos», confirma Barba, cuando se le pregunta sobre cómo todavía siguen desvelándose cosas que ocurren entre los árboles. Volviendo a las conclusiones del estudio, el descubrimiento tiene una importancia crucial. Aunque habitualmente pensemos en dióxido de carbono cuando se habla del calentamiento global, la tarta de las emisiones requiere de unos cuantos ingredientes. El metano es uno de ellos. «El metano es un gas con una capacidad de calentamiento muy importante», recuerda Barba. Como ocurre con otros gases, el metano ya está de forma natural en la atmósfera, pero existe igualmente sistemas de captación naturales. El problema actual es que estamos añadiendo más metano con la agricultura , la ganadería y las emisiones de los vertederos, lo que rompe el equilibrio. Esto hace que este descubrimiento sea «muy interesante», señala Barba. Abre potenciales soluciones para el problema. El metano tiene también un tiempo muy corto, explica el experto, por lo que los resultados de actuar sobre las emisiones —y a diferencia de lo que ocurre con el CO2— se ven de forma rápida. «Las medidas tienen un efecto en el calentamiento a corto plazo», señala. Por eso, recuperar la buena salud de los bosques globales lograría un impacto positivo en las cuentas del metano ya desde prácticamente el primer momento. «El Compromiso Mundial contra el Metano, lanzado en 2021 en la cumbre sobre cambio climático COP26 , tiene como objetivo reducir las emisiones de metano en un 30% para finales de la década», recuerda el autor principal del estudio, Vincent Gauci, investigador de la Universidad de Birmingham. «Nuestros resultados sugieren que plantar más árboles y reducir la deforestación deben ser una parte importante para conseguir este objetivo», subraya. Barba recuerda que no solo se trata de que los beneficios se vean antes, sino también de que no se necesita, como para afrontar el CO2, árboles con tanta biomasa. Los árboles jóvenes ya pueden hacer ese trabajo, porque lo crucial es que haya una extensión de tronco expuesta que interactúe con la atmósfera. ¿Qué árboles son los mejores para hacer este trabajo? Esta es, apunta Barba, una pregunta básica, pero una sobre la que todavía tienen más preguntas que respuestas. La investigación ha abierto un terreno nuevo, por lo que todavía quedan muchas áreas por investigar. Todas las preguntas son nuevas. Lo que sí ha quedado claro es que el bosque tropical es el gran vencedor. Las precipitaciones, la humedad en el ambiente y las temperaturas de estos bosques crean un entorno propicio para esas bacterias que viven en el tronco y comen metano. Estos bosques captan 10 veces más metano que los templados y 20 veces más que los boreales, según concluyen los investigadores. Esto también hace que los problemas de deforestación de los bosques tropicales sean aún más preocupantes. A medida que se deforesta, se van eliminando estos limpiadores de metano.