Oyó un 'clac' y supo que no podría ir a Tokio 2020. Al día siguiente, confirmada la rotura en el ligamento cruzado y los meniscos de la rodilla izquierda, apenas dos años después de haberse roto el cruzado de la derecha, Carolina Marín (Huelva, 31 años) trazó un plan: superar el duelo, caminar, regresar a la pista, mejorar física y mentalmente, afianzar fortalezas, desarrollar otras más y llegar a París 2024. Ya está aquí, con todas las destrezas adquiridas desde los obstáculos y la energía acumulada tras unos Juegos vistos por televisión. «La segunda lesión me costó más. Te cambia la vida por completo. Pero ya no quiero hablar de lesiones. La rodilla no me ha dado ningún problema. Estoy llenando la hucha de cosas positivas. Estoy segura de que voy a llegar al cien por cien y en el mejor estado de mi carrera deportiva», se limpia Marín de un tiempo muy muy oscuro y ya disfrutando de la Villa parisina. Debuta este domingo contra la suiza Jenjira Stadelmann a las 19.30 horas en un pabellón que ya se ha estudiado con minuciosidad. Porque para Marín, los detalles son la clave para impulsarse hacia el oro, el único objetivo que le entra en la cabeza. Pisó el Arena Porte de Chapelle en marzo, porque aquí, en este mismo pabellón, se jugó el Open de Francia el pasado mes de marzo. No fue un buen torneo, apeada en la primera ronda, pero se llevó unos cuantos apuntes para la cita de verdad de esta semana. «A pesar de la derrota, las sensaciones de juego fueron muy buenas y el pabellón me encantó. Es muy muy grande. Sé las condiciones que me voy a encontrar aunque haya cambiado la decoración por la de los Juegos Olímpicos «, decía la onubense a este periódico. Entre las condiciones que se trajo de aquella ocasión, un plano de todos los elementos que habrá más allá de las líneas de su pista y la red: gradas, luces, espectadores, salida de jugadores… Como los gimnastas, también Marín tienen que recrear el momento de los partidos y adquirir como suyo un ambiente que a veces, si no se conoce, puede aturdir o despistar. Y eso es lo que en ningún caso quiere sufrir la onubense. De ahí que, con su equipo técnico y su entrenador, Fernando Rivas , que también conoce de maravilla el pabellón porque desde que dejó la Federación Española es director deportivo de la selección francesa, estudiaran el lugar de los focos y hasta de las corrientes de aire con el fin de simularlo en el último tramo de preparación en España. Un factor fundamental en un deporte en el que el volante (así se llama a la pelota) supera en muchas ocasiones los 300 kilómetros por hora y que ha evolucionado hacia una mayor longitud de los puntos: «Es el deporte de raqueta más rápido. No es lo mismo verlo en la televisión que en directo, porque nuestros movimientos en pista son diferentes y percibes mucho más la velocidad del volante. Se ha hecho un récord en más de 500 kilómetros por hora. Y tienes que actuar muy rápido. Yo he llegado a perder un partido en treinta segundos. Y, además, el individual femenino se ha doblado. La jugada se hace más larga. Antes, como jugadora atacante, con uno o dos golpes podía ganar el punto; ahora tengo que hacer tres, cuatro o hasta cinco. Tienes que estar muy bien físicamente, pero sobre todo aguantar mentalmente para tener esa paciencia y esa disciplina en seguir aguantando». La disciplina es parte de su ADN. Imposible de otra manera caer y levantarse siempre más fuerte en casa ocasión, y aguantar las 'tropelías' técnicas, físicas y emocionales a las que se somete para ser la mejor de la historia. «Hemos hecho una integración de elementos en el entrenamiento. Y además de la táctica, hemos cambiado muchas herramientas y hemos dado prioridad al nivel mental. Hemos hecho un plan con muchos ejercicios de habilidad mental: crearle problemas en los ensayos. Y los entrenamientos más duros, pero que son un regalo para el desarrollo y el proceso de la jugadora. Carolina llega en el mejor momento de su carrera , y me arriesgo a decir que incluso de su vida, tanto en lo físico como en lo mental«, argumentaba Rivas, sin querer dar más detalles de todo lo que han cocinado para esta cita clave en la vida de Marín, pues con 31 años, los ve como sus últimos Juegos. En lo mental también Marín ha fortalecido incluso más su cabeza, con simulacros de no solo los elementos que se encontrará en la competición sino cómo se sentirá una vez comience. La visualización es clave para ella, hasta el punto de sentir real lo que solo está trabajando con su psicóloga, María Martínez . Preparada para la cita, con los títulos del All England, el Abierto de Suiza y el Europeo en este curso, se guarda no obstante cómo de bien llega a la cita olímpica: «Visualizo cada parte del entrenamiento que necesito mejorar. Pero no visualizo la final. No llegas a una final si no ganas el primer partido». Bien lo sabe la onubense que derribó el muro asiático: ocho veces campeona de Europa, tres veces campeona del mundo, oro olímpico en Río 2016 y con más fuerza y hambre que nunca para reconquistar en París el trono del bádminton tras un 'clac' que la dejó sin los de Tokio.