Lo que empezó siendo un juego, una diversión, como para cualquier niño, se ha convertido en una realidad olímpica para Noemí Romero (Madrid, 23 años) y David Vega (Barcelona, 25 años). De aquellas camas elásticas, de aquel plinto, al trampolín de los Juegos de París 2024. Por primera vez España representada en esta modalidad de la gimnasia artística con esta pareja que preparan el salto a la fama en un deporte llamativo y que va a dejar de ser tan desconocido. Así de fácil lo explica Vega: «Diez saltos seguidos. Cuanto más alto, más difícil, más bonito y en el centro, más puntuación. Y controlarlo todo en 22 segundos». Pero hay mucho más, claro. «Se puntúa el tiempo de vuelo, si saltas más alto, más segundos estás en el aire, más nota. En cuanto a la dificultad, cuantas más vueltas longitudinales o transversales, más nota. Si es más complicado, más nota. Si los diez elementos caes en la cruz que hay en el centro del trampolín, es perfecto porque no te has movido nada. Y la ejecución, que es superimportante porque se multiplica la nota por dos. Ahí cuenta la plasticidad de cómo hagas el salto, cómo marcas la posición, si lo haces agrupado o estiras las piernas porque si te arrugas te quitan puntos». Es decir, gimnasia artística: fuerza, potencia, caídas, concentración y arte, en una cama elástica. Y muchas horas de trabajo físico y mental en una disciplina que saca al ser humano de su zona de confort por completo. «Empiezas desde cosas básicas y así tu sistema empieza a controlar el tiempo de vuelo y la orientación espacial. Con esa base, a medida que se van complicando las figuras, con saltos dobles y triples, el sistema, de forma automática, tiene la capacidad de orientarse y buscar el centro. Educamos la mirada a enfocar hacia la cruz para que el cuerpo trabaje para caer ahí de forma automática. No es fácil porque son diez elementos adelante y atrás con muchas piruetas», explica el entrenador, Guillermo Vila . No, no es fácil. «Eso que dice es la teoría, pero yo estoy lejos de tener una visión espacial como tienen otros. Ellos pueden hacer un doble con pirueta y separan el salto en partes para ir enfocando el cuerpo. Para mí el salto es todo un conjunto y es sorprendente que haya llegado hasta aquí porque no tengo la capacidad de orientarme en el aire, así que hago lo que puedo», confiesa Romero. No solo es puntuar, también, o sobre todo, es no caer donde no se debe o como no se debe, pues el riesgo de este deporte es muy alto. «No te voy a mentir. Es un deporte peligroso -cuenta Vega a este periódico-. Tienes que estar muy concentrado por la altura que coges. No caes en suelo, pero sí puedes caer mal y lesionarte. Yo estuve mal de la espalda, de las vértebras, antes de clasificarme. Me caí y dejé de saltar un mes porque le cogí miedo. La mente se niega a volver a ese punto. Lo hice poco a poco». Vega recurrió a dos herramientas fundamentales para este deporte, para cualquier deporte, para la vida: «La psicología deportiva, por un lado. Te caigas o no te caigas, es superimportante aprender a gestionar los miedos y la ansiedad tras un susto. Yo trabajo con técnicas de visualización para estar al cien por cien. Y por otro, la valentía. El salto y la caída tienes que afrontarlas tú solo. Es importante hablarte de forma positiva. Interiorizar lo que pueda ocurrir. Y yo soy muy valiente pero tengo miedo», confiesa el subcampeón del mundo en 2023 y bronce europeo en 2022. Vega hacía fútbol . Su tía le dijo que probara a ir donde su primo, que es ahora su segundo entrenador, y ahí se quedó clavado. Romero viene del karate y de una carambola. «Se puso malo el profesor y vino una profesora sustituta con un minitramp. Me encantó y ahí empecé a aprender piruetas», se comprometió de por vida. Aquello pasó cuando tenía cinco años, y en 2018 ingresa en el Centro de Alto Rendimiento , donde acaba por surgir el amor con Vega, a quien conocía desde 2014. «Y de un torneo a otro, nos vamos conociendo y… el roce hace el cariño», bromea. «Participas en unos primeros Juegos y con tu pareja. Cómo vas a estar. Muy contento. Y muy orgulloso de que seamos los primeros», confirma Vega. A pesar de todo, la gimnasia de trampolín ha avanzado desde que entró en el programa olímpico en Sídney 2000 . «Los atletas son capaces de hacer auténticas barbaridades, pero controladas y estudiadas. Los aparatos son más potentes, pero han mejorado en seguridad», admite Villa. «La cama es más potente, la malla y los protectores están mejorados para que puedas ir más arriba. Puedes meter más dificultad, la gente ya está incluyendo cuádruples con muchos giros y muchos más triples. En mi ejercicio: seis son triples. Con otro material no hubiera sido posible», indica Vega. «Y si era posible, era con mucho riesgo de lesión», completa Villa. Pero han venido a demostrar que el trampolín español está fuerte, a la zaga de grandes potencias como Europa del Este y Asia, a demostrar que se han preparado a conciencia para dejar el listón alto para los que lleguen después. Porque detrás de Romero y Vega vendrán muchos más, no tienen ninguna duda. «Es un deporte muy atractivo. Es ver a personas a seis y ocho metros de altura dando vueltas con tanto control en su cuerpo que atraerá a muchos», señala Vega. «Al ser una modalidad tan plástica, el espectador enseguida detecta si el ejercicio pierde ritmo o control o la línea. Lo que será más difícil de observar es la dificultad, si es salto triple o hay giros transversales. Pero es muy espectacular y siempre impresiona», promete Villa.