Dice el proverbio electoral que no hay mejor candidato a vicepresidente que aquel que es celebrado en su presentación y después pasa desapercibido hasta la elección. J.D. Vance , el senador por Ohio elegido por Donald Trump en el 'ticket' presidencial republicano , fue aclamado en la convención del partido del pasado mes de julio. Se fotografió en el escenario con su mujer –Usha, elegante, inteligente, hija de inmigrantes indios– y dio un discurso impecable, centrado en el mensaje populista de 'América primero'. Dos semanas después, Vance, contra lo deseado por los republicanos, es el centro de atención de la campaña. Los demócratas, como era de esperar, hurgaron en sus declaraciones pasadas. La semana pasada, salió a la luz una entrevista de Vance en 2021 con Tucker Carlson , la gran personalidad mediática del 'trumpismo', entonces todavía en Fox News. Vance le dijo que el país estaba gobernado «por un puñado de señoras con gatos y sin niños que se sienten fatal por su propia vida y por las decisiones que han tomado. Así que quieren que el resto del país se sienta fatal también». A los demócratas les venía de maravilla rescatar aquella declaración porque mencionó de forma específica a Kamala Harris –también a Pete Buttigieg , actual secretario de Transportes, y Alexandria Ocasio Cortez , diputada del sector izquierdista– y dijo que «el futuro de los demócratas está controlado por gente sin hijos». Vance también dijo que las personas con hijos deberían tener más poder de voto que aquellos sin descendencia. Todo aquello ha sido un caramelo para los medios progresistas y para la campaña de Harris, que se han hartado de repetir que Vance ataca a la candidata demócrata como una «señora con gatos y sin hijos» , lo que es también una ofensa para los millones de votantes que no tienen hijos, ya sea por decisión o por imposibilidad (Harris, de 59 años, tiene dos hijastras de su matrimonio con Doug Emhoff, con quien se casó hace diez años). El problema no es que a Vance le hayan sacado un muerto de la hemeroteca. De hecho, una de sus debilidades desde su anuncio como candidato eran todas las barbaridades que dijo de Trump cuando el multimillonario neoyorquino ascendió al poder en 2016 (entre otras cosas, le calificó de «desastre moral» y dijo que podía ser el «Hitler de América»). Pero la campaña republicana ya tenía eso descontado. El problema es que Vance no ha sabido gestionar la situación. Su primera reacción fue decir que fue «sarcasmo», que «no tengo nada en contra de los gatos» y defender que lo que quería decir es que los demócratas son «anti familia». Eso solo embrolló más el escándalo y los demócratas lo utilizaron para estirar el chicle de Vance y sus ataques a las personas sin hijos. La famosísima actriz Jennifer Aniston , que no tiene hijos, atacó a Vance, cuyas declaraciones acabaron convertidas en meme y en comidilla de TMZ, la principal plataforma estadounidense de prensa rosa. La última vez que una declaración ganaba tanta atención en una elección general fue en 2016 con el «basket of deplorables» («puñado de deplorables») que dedicó Hillary Clinton a los republicanos que seguían a Trump y que acabó por convertirse en un grito de guerra de los 'trumpistas'. Trump tuvo que salir a enmendar a su candidato a vicepresidente. Explicó que Vance es solo alguien que «ama la familia» y «no hay nada malo en ello». Pero dijo lo que se espera de un candidato: no tener hijos es «igual de bueno» que tenerlos y que las personas que no han tenido descendencia «son increíbles, exactamente igual de buenas que quien tenga la familia más bonita». El episodio ha movido las aguas republicanas. Algunos, como el senador Kevin Cramer , han cuestionado que no haya pedido perdón para pasar página: «Si siente la necesidad de disculparse, la gente es muy dada a perdonar». Tomi Lahren , comentarista republicana en Fox News, condenó que «ofender a votantes potenciales con algo tan personal como el estatus de maternidad es estúpido». El comienzo con pifia de Vance ha ahondado las dudas sobre si fue una elección acertada de Trump y recuerda a algún candidato reciente – Sarah Palin con el republicano John McCain en 2008– que también ganó mucho atención y no ayudó en la victoria. El candidato republicano optó por Vance en un momento de fuerza, a mediados de julio, con Joe Biden todavía como candidato demócrata. Seguía caliente el desastroso desempeño de Biden en el debate de finales de junio, las encuestas mostraban una tendencia muy favorable para Trump y la candidatura demócrata estaba en crisis. Eso ha cambiado con la renuncia de Biden y la llegada de Harris, que ha dado alivio a los demócratas. Vance, una apuesta por las bases de Trump, apadrinado por el hijo del expresidente, Donald Trump Jr., no parece ahora tan buena opción para llegar a nuevos electorados. «Si tuviera una máquina del tiempo, ¿habría vuelto Trump a elegir a Vance?», se pregunta Ben Shapiro , una figura influyente en las corrientes de opinión conservadoras. «Creo que habría elegido a alguien como Glenn Youngkin (el gobernador de Virginia) para ampliar sus bases». Es difícil pensar que Trump dé la sorpresa y cambie de candidato a vicepresidente, algo muy raro en político y que no ocurre desde 1972 con George McGovern , el candidato perdedor de aquella elección, que despidió a Tom Eagleton . Trump insiste en que está encantado con Vance y que, en cualquier caso, la elección de vicepresidente no importa mucho en el resultado: «A quien se vota es al presidente, a quien se vota es a mí».