Carlos Alcaraz saboreará mejor esta medalla de plata en los próximos años. Quizá hoy se le quede el regusto amargo de haber perdido el oro. Porque sabe perfectamente qué significa en la vida de un tenista después de ver la reacción de Novak Djokovic. Completada por fin esa casilla que se le resistía desde hace tanto tiempo, y que a punto estuvo de quedarse sin ella, porque era esta su última oportunidad olímpica, y porque el español se lo puso tan difícil que todavía lo va a disfrutar mucho más el serbio. Un Djokovic descomunal, infranqueable, impoluto y perfecto que cubre de oro un currículo irrepetible. Completo por fin. No se decide la Philippe Chatrier a quién quiere más: si a Alcaraz o a Djokovic. Uno es el príncipe que regirá todo el tenis durante mucho tiempo en el futuro y que tiene su primera opción de coronarse en el olimpo; el otro es el rey de todo el tenis hoy, inclasificable el currículo de Djokovic, al que 'solo' parecía faltarle este premio en sus últimos Juegos. Por eso circula el partido entre los dos extremos, «Vamos, Charly» y «Nole, Nole, Nole» entremezclados en los primeros instantes de esta sobremesa parisina. Esa dualidad de este choque también lo notan los jugadores en el inicio. Ritmo templado el serbio, que se toma su tiempo para sacar y ejecuta de forma quirúrgica sus servicios y reveses; ritmo caliente el español, que sacude con la derecha como anticipando las intenciones de lo que está por llegar. Para despejar la tensión, Djokovic apuntaba al favoritismo de Alcaraz en la previa, pero también se guardaba esa frase de que, en Roland Garros, venció él en el choque de semifinales de 2023. Con esa idea salió el serbio, que tuvo pronto dos bolas de rotura. Pero este Alcaraz no era el de 2023, sino uno más experimentado que levantó el peligro con un segundo saque casi directo y una dejada. Lo nota el serbio, que se enreda en un remate, muy propio de él, y nota el aliento del español, que quiere forzarlo a golpear a dos metros por detrás de la línea de fondo. Lo despeja el serbio, al límite del tiempo, pausado casi a cámara lenta, sin remilgos por correr ni problemas en la rodilla por ello; con su ritmo, sin entrar ni dejarse llevar por la vorágine española. Al contrario, ejecuta con capacidad quirúrgica un revés paralelo y un resto de derecha cruzado que deja sin aliento a Alcaraz, y con otras tres bolas de break para levantar. Se está poniendo complicado, pero ya sabía el español que este «estar a un pasito» era en realidad una montaña enorme y serbia. Pero está dispuesto a subirla con toda la fuerza de sus 21 años y el apoyo de Juan Carlos Ferrero por fin en el banquillo. No es este el Alcaraz que se quedó clavado ante la presión, los calambres y Djokovic en la semifinal de 2023 en esta pista. Es uno superior. Capaz de defender con piernas elásticas todas las esquinas, y con mano de granito todos los lanzamientos del serbio. Incluso de anticiparse a sus remates, que no es lo mejor que tiene el campeón de 24 Grand Slams, y arrebatarle más de un aplauso cuando ya celebraba el punto. La Chatrier está de fiesta, encantada con el espectáculo y con vivir este partido que se quedó interrumpido por los calambres en 2023. Aunque sea una Chatrier olímpica, rinde pleitesía a Alcaraz. Esos puntos con los que se queda uno embobado porque no se entiende de dónde los saca, esa sonrisa siempre dispuesta, esa afabilidad con todo el mundo, en todos los micrófonos, en todas las situaciones. Pero también hay muchísimo respeto por lo que significa Djokovic, no en esta pista, sino en el mundo del tenis. Y se prodigan los «Nole, Nole, Nole», que a muchos les apetece que cierre este torneo olímpico con ese oro que se le ha resistido tantísimo. En pie media grada cuando defiende con uñas, elasticidad y dientes cuatro bolas de rotura ante el español y consigue el 5-4 con el que presiona al rival. Con sus cosas, es historia del tenis que, en comparación con el despertar de Alcaraz, se va extinguiendo en cada golpe. Y se respeta. Intenta Alcaraz apagarlo definitivamente, al menos en un torneo olímpico, pero se resiste a claudicar el serbio. Tremenda su recuperación desde aquel Wimbledon en el que se vio superado por todos los lados por un infranqueable Alcaraz, hace apenas un mes, porque se mueve con la habilidad de sus mejores años, defendiéndose con habilidad, maña y fuerza. El premio lo merece, agarrado a la última oportunidad en este París y en esta pista que ha conquistado tres veces. Sufre y sufre, pero ahí está, obligando al español a pelear el tie break después de una hora y veinte de provocar chispas, pero verlas apagadas por la resistencia serbia. Se frota las manos la grada, que disfruta de un primer set, solo un primer set, de alta intensidad y de 24 quilates en el tiempo que dura un partido de fútbol. Por lo que hay todavía mucho por delante en esta tarde parisina para saborear de estos dos. El espejo del tenis frente a frente. Djokovic es lo que será Alcaraz dentro de algunos años; Alcaraz, lo que fue el serbio, y algo más, empeñado en ese oro en su estreno olímpico para arrebatarle ese honor para siempre al rival. Si espectacular es el primer set, todavía es superior el segundo. Los dos honran esta pista, el tenis, y el espíritu olímpico. Muchas opciones de break, sobre todo para el español, pero ninguna rotura, lo que da una prueba de la valentía, precisión y calidad que ofrecen los dos. Impoluto el serbio con todos sus golpes, quirúrgico con un revés magistral y con el servicio. Impecable el español, buena cara y mejor actitud después de caer en el primer parcial para reivindicar su puesto en esta final que la vende cara y espectacular. Exquisitos ambos en la puesta en escena, sin reblar ni desfallecer. Ni una grieta en su mentalidad, disposición y tenis. Envueltos los dos en este aura olímpico que los impulsa a ofrecer sus mejores golpes, sus mejores defensas, sus mejores trucos. Una obra de arte a raquetazos entre los dos mejores artistas del momento. Alcaraz muestra la brocha, con la que dibuja diabluras revolucionadas con la derecha (25 ganadoras). Djokovic lleva un pincel afilado que saca con dulzura envenenada para ponerse por delante en el tie break. El español tenía el oro como objetivo esta temporada. El serbio tenía el oro como objetivo de su vida. Después del bronce de Pekín, caer en semifinales en Londres 2012, caer en primera ronda en Río 2016 y caer en semifinales, y por el bronce en Tokio, Djokovic ha tenido un año irregular, sin títulos por el momento, tan extraño en él. Tuvo que pasar por el quirófano para arreglar una rodilla que podía dejarlo sin esta meta, y obligado a una rehabilitación exprés para llegar aquí, a la Philippe Chatrier olímpica y firmar el partido de su vida. Una obra de arte para cubrir de oro al tenista total. El mejor de la historia, ya con todo en su vitrina, también el oro olímpico.