80.000 aficionados que se unen en su apoyo para impulsar a un pertiguista que quiere batir un récord del mundo. Armand Duplantis pide palmas, resopla, dice que sí, que lo va a hacer, y mientras vuela sobre los 6,25 metros, todos en la grada contienen la respiración. Y Mondo lo hace, con un salto perfecto, y el Stade de France explota de felicidad. Si había un atleta que podía regalar a los Juegos Olímpicos un récord del mundo era Duplantis, un talento de 24 años capaz de convertir algo tan trascendental como es una final olímpica en una auténtica fiesta y el estadio en modo discoteca donde suena ABBA en honor de este sueco nacido en Louisiana (Estados Unidos). Tras horas de contención, de medir sus pasos, sus saltos y sus fuerzas, Duplantis se desata, toca la campana en honor de los campeones olímpicos y se regala hasta dos vueltas al estadio . Y qué más da, si es el rey, el atleta capaz de que las gradas sigan llenas cuando el resto de competiciones han terminado. Es un auténtico privilegio para un atletismo necesitado de referentes. Y lo es alguien capaz de ganar un oro con cuatro saltos, batir el récord olímpico con cinco y llevarse para casa una nueva plusmarca mundial tras ocho saltos. Un concurso solo al alcance de un elegido como es el sueco. Su protagonismo fue total desde que arrancó la jornada. En el pasillo de pértiga del Stade de Francia los aficionados tienen la fortuna de ver por el mismo precio dos finales en una. Por un lado once competidores pelean sin descanso para llegar lo más alto posible y entrar en la pelea por las medallas. Queda otro saltador, pero ese juega en otra liga, asiste en primera línea de acontecimientos a lo que hacen sus 'rivales' y cuando la criba ya está hecha, es cuando él empieza con su hoja de ruta. Así es la vida de Armand Duplantis, cuyo talento es tan exagerado que los aficionados no acuden a la curva de pértiga para ver si gana, sino para ver con qué marca gana . Y si hay fortuna y el sueco tiene el día, como sucedió bajo el cielo de París, poder asistir a uno de esos récords estratosféricos con los que de vez en cuando Duplantis premia al mundo para recordarnos que estamos ante un prodigio del atletismo. Este lunes volvió a hacer magia, y 80.000 aficionados al atletismo se fueron felices a sus casas, mientras millones de personas de todo el mundo disfrutaron con Mondo. En el Stade de France, su primer salto llegó con el listón en 5,70 metros. Duplantis saltó a la primera y se volvió a centrar en sus ejercicios y en mantener la concentración, algo fundamental cuando se espacian tanto los intentos. Mientras los nulos arreciaban en 5,80, él renunció a saltar y siguió el concurso junto al griego Emmanouil Karalis. Con el listón en los 5,85, Duplantis decidió que era el momento de reactivarse. Segundo salto de la final para perder de vista el listón que queda bajo su cuerpo. La final gana altura con los buenos saltos a la primera de Karalis, el turco Sasma, el australiano Marschall y el filipino Obiena, y llega la hora de las alegrías por conquistar alturas que abren ya las puertas del podio. Es el caso de un clásico como Sam Kendricks, el griego Karalis y el filipino Obiena, que superan el 5,90, y con la final caldeada, Kendricks redobla su apuesta al pasar a la primera el 5,95. Así que es hora de volver manos a la obra para que los rivales no se crezcan. Tercer intento de la tarde y la barrera de los 5.95 metros superada. Llega el cuarto salto del sueco, esta vez sobre 6 metros, para asegurar el oro. Lo hace con una solvencia pasmosa , y es el escenario donde mientras los mortales como Kendricks y Karalis encuentran su techo y se reparten la plata y el bronce. Siguiente objetivo, aproximarse al récord del mundo con una tentativa que le de además el registro olímpico, 6,03, un juego de niños para el sueco . Es su momento. Mientras el resto de competidores miran y le animan, él pone ya toda su maquinaria en marcha. Sitúa el listón en 6,10 y lo vuelve a pasar a la primera. Cinco intentos para un récord olímpico. Así que el sexto será para batir el récord del mundo que por supuesto él posee con 6,24. Los jueces colocan el listón, que sube hasta los 6,25 metros . Desde hace un rato la prueba ya no es una final olímpica. Es una fiesta de la pértiga donde Duplantis es el anfitrión y los finalistas y todo el público hacen lo posible para empujar lo más arriba posible al sueco, que tiene al alcance el récord en un buen primer intento que derriba el listón ya en bajada. El segundo es algo peor, cae más a plomo sobre el listón. Queda el tercero. El estadio ruge más que nunca. Todos quieren ver el récord. Y Duplantis vuela por los aires para hacer el salto perfecto .