Primer golpe. La Piedad vuelve al azulejo

Las cofradías son entidades tan sabias que cuando hacen las cosas bien, como desde hace siglos, apagan todos los debates y acaban con las diatribas. Estábamos en la sobresaturación de actos y coronaciones, en el calendario rebosado de aquí a final de año cuando nos topamos con un acto que ha resultado ser una coronación modélica cuya ceremonia hace tiempo que no se disfrutaba en la Catedral. Y después, una procesión que de verdad ha sido extraordinaria, de las que solo se gozan una vez en la vida. ¿Cuál es el secreto del Baratillo? ¿Dónde está su hecho diferencial? Estamos ante una hermandad distinta a todas. Primero por su sello que es al mismo tiempo popular y sobrio, de barrio y señorial. Después ahí está esa Virgen de ensueño y un Yacente portentoso. Y como colofón de estos días un mimo en lo estético que hemos podido apreciar en el paso, en la Parroquia del Sagrario (probablemente el mejor altar de cultos de la historia con el retablo de Roldán al fondo) y en la Catedral. Cuando terminó la misa estacional muchos hermanos pasaron por el Arco del Postigo. Allí estaba la cerámica de la Virgen como la acababan de dejar en la Catedral, con la diadema que inspiró la de la coronación. El azulejo es la historia cocida en barro pero de vez en cuando ese pasado vuelve y se hace presente renovado. Como la maravillosa dulzura de la Piedad del Baratillo.