Es la semana de la decepción, de la rabia, del guantazo de realidad que nos hemos llevado al comprobar que los bueyes con los que aramos solo dejan en la tierra surcos de mediocridad. Estos días se ha cristalizado la metáfora de lo que es la clase política de este país: están los amorales, tahúres sin escrúpulos, guardianes de una memoria selectiva que llega al Descubrimiento de América, pero no a los años del plomo. Esta calaña es la que es capaz de colar a hurtadillas una enmienda para reducirle la pena a los presos de ETA, es decir, para contentar y conseguir el voto a favor en los presupuestos de sus socios de Bildu. Y, por otro lado, ay,...
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