Tengo un nombre que me identifica, una nacionalidad, me muevo con libertad en mi país, no siento peligrar mi seguridad, puedo viajar sin problemas a cualquier parte del mundo, estoy aquí porque quiero y porque puedo, nada ni nadie me obliga a permanecer o a marcharme. Mi nombre me identifica y eso basta. Nadie elige su existencia, ni todos corremos la misma suerte. La pobreza, guerras, persecuciones, catástrofes naturales, falta de posibilidades de vivir la vida que todos nos merecemos, obligan a muchas personas a dejar su tierra, su hogar, a la familia y amigos. Son migraciones forzadas. Huyen del miedo y la desesperación, que las empuja a emprender un viaje incierto, a veces a ninguna parte, cuando las fronteras...
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