En el principio fue el ritmo, sí, pero acto seguido apareció el siempre malhumorado Dave Davies, rasgó el altavoz de su amplificador Elpico AC-52 con una cuchilla de afeitar y, magia negra, se hizo la luz. Y el ruido. Sobre todo el ruido. 'You Really Got Me', el 'angst' juvenil convertido en hercúleo riff de guitarra de los Kinks y la distorsión como espita para liberar enfados y calenturas. Un zumbido noqueante. Un glorioso atropello. «Pura agitación en sintonía con el alboroto hormonal de unos sujetos perdidos en tierra de nadie», como escribe Oriol Rosell en las primeras páginas de 'Un cortocircuito formidable. De los Kinks a Merzbow: un continuum el ruido' (Alpha Decay), admirable ensayo que sigue el rastro...
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