Es muy probable que la siguiente vez que entregue esta columna, la presidencia del país más rico, poderoso y peligroso del mundo —el país en el que vivo hace años— esté por ser ocupada por un hombre mentalmente inestable que cada día envía más signos de padecer demencia. Donald Trump no sólo es un criminal condenado por la justicia, es un golpista confeso que todavía tiene cuatro procesos abiertos, dos de ellos por fraude electoral. Y hace meses que dejó de hacer discursos coherentes en sus eventos; en las últimas semanas ha dicho que si lo votan ya nadie va a tener que votar en el futuro y agregado que en realidad ya ni siquiera es necesario votarlo para que...
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