Íñigo Errejón ha anunciado la dimisión de todos sus cargos en Sumar –formación de la que era portavoz en el Congreso–, la renuncia a su escaño de diputado y que abandona la política. Su decisión la comunicó en la red social X acorralado humana y políticamente por una serie de denuncias de mujeres que afirman haber sufrido malos tratos y acoso machista por su parte. Inmediatamente después, Sumar anunció la apertura de una investigación interna, aunque fuentes de esa formación señalaron que la resolución se había tomado el miércoles por la tarde al producirse un aluvión de comentarios en las redes sociales. Al cierre de esta edición no constaba ninguna denuncia formal sobre esta materia contra Errejón ante la Justicia. Es cierto que la actividad política exige unos niveles de ejemplaridad más elevados que para el común de los ciudadanos, pero eso no significa que las redes sociales puedan convertirse en los nuevos tribunales populares y el simple rumor tornarse en prueba de cargo. Sin embargo, tras su decisión han comenzado a surgir testimonios de mujeres que indican que las quejas y denuncias contra el comportamiento de Errejón vienen de antiguo. Resulta, por lo tanto, muy significativo que los dirigentes de la nueva izquierda radical, cuya precipitación a la hora de denunciar estas conductas es legendaria y ha llevado a algunos de ellos, como la exministra Irene Montero, a responder ante la Justicia por sus excesos verbales, hayan estado tanto tiempo en silencio sin denunciarlas como hacen ahora. Pero ha sido el retorcido comunicado difundido por el que fuera uno de los cuatro fundadores de Podemos en 2014 el elemento que ha dado más credibilidad a las denuncias. Dice Errejón en un notable ejercicio de victimización que «el ritmo y el modo de vida en la primera línea política durante una década» han desgastado su salud física y mental y su «estructura afectiva y emocional». Declara que sus eventuales conductas han sido el resultado de «una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica» y eso le ha llevado «al límite de la contradicción entre el personaje y la persona». El portavoz de Sumar se declara atrapado entre «una forma de vida neoliberal» y sus aspiraciones por conseguir «un mundo nuevo, más justo y más humano». Sin embargo, nunca se podrá determinar si su marcha de la política obedece a un arrepentimiento sincero, al cerco político al que está sometido ahora o si se trata de un mero pacto de conveniencia para salvaguardar a su formación política, mientras las denuncias no lleguen responsablemente ante las instancias judiciales que es donde se sustancia la verdad jurídica. Este paso resulta imprescindible toda vez que una decisión tan importante por parte de un líder político no puede ser el resultado de un mero ajuste de cuentas en las redes sociales, más aún invocando cuestiones que nuestra sociedad valora tanto como el rechazo a la violencia machista y al acoso. Con Errejón desaparece de la primera línea política el último de los fundadores de Podemos que sobrevivía en activo. Su marcha vuelve a poner sobre la mesa la frustrante deriva de un movimiento que despertó la ilusión de millones de españoles desde 2014. Un movimiento de izquierda populista que la historia acabará juzgando más como de izquierda oportunista y que ha dejado un daño apreciable al haber contaminado a la socialdemocracia del PSOE con un feminismo tribalista y una panoplia de propuestas económicas de demostrada incompetencia.
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