El interés de Lara Almarcegui (Zaragoza, 197 2) por la arquitectura tiene que ver con su mirada al espacio que le rodea: «Mire donde mire, donde acabo yo, veo construcción y diseño». También con la importancia que concede a la «materialidad». Recuerda que en su época de estudiante, en los años 90, de arquitectura se hablaba en términos de luz, de aire... A ella le parecía una definición «muy frívola y superficial» porque está hecha de «material y toneladas de peso». En el proyecto que recientemente ha desarrollado para el Museo Patio Herrerian o se ha propuesto conocer de qué está hecha Valladolid y de dónde vienen los materiales de construcción de sus edificios. El resultado es 'Gravas y arenas'. ¿Cómo surgió el proyecto? Las gravas y arenas son los agregados o componentes del hormigón. Tengo un gran interés en estos materiales y trabajo mucho con ellos. En Valladolid, debido a cómo los sedimentos se acumulan en las terrazas de los ríos y su intensa extracción, este proyecto define la situación geológica y de construcción. Cuando empecé a trabajar en la ciudad no sabía que se daba esta situación. Lo fui entendiendo con el tiempo según fui visitando una gravera tras otra y fui leyendo informes. Es decir, que aunque acepté el proyecto contenta de disponer de grandes espacios expositivos, sobre todo lo hice porque una invitación así supone una inmersión en la realidad de la ciudad. Si en lugar de ofrecerme el Patio Herreriano me hubieran invitado a exponer en un garaje, seguramente también habría aceptado. Su interés por la arquitectura viene de lejos. Tiene que ver con el espacio que me rodea. Mire donde mire, donde acabo yo veo construcción y diseño. Muchos artistas trabajan con lo que les rodea o digamos, su límite, pero mientras que para muchos ese límite es su piel, su identidad con el cuerpo, para mí, es el espacio de alrededor, lo construido.-Cuando presentó la exposición en Valladolid mencionó a Miguel Fisac, y dijo que «le enfadaba» el concepto de arquitectura que tenían en su época. ¿Podría explicarlo? Fisac defendía una definición de arquitectura que creo que venía de Lloyd Wright y el budismo, en la que se decía que la arquitectura es el aire que hay dentro de las paredes. Yo la entendía como una definición muy frívola y superficial, porque la arquitectura o las paredes están hechas de material y toneladas de peso que han causado gran dolor al levantarse. No hay más que ver las terrazas de los ríos en Valladolid. Más tarde me encontré con un discurso de arquitectura algo más avanzado, que hablaba del proceso o lo líquido, pero el material en los 90 no importaba a nadie y para mí ese fue el motivo de trabajar con él, para fastidiar y llevar la contraria a los arquitectos. Mi oposición a la construcción desde muy joven no es sólo por provocar, sino porque los materiales me interesan, como también me interesa el suelo que destrozan. Realiza sus trabajos en distintas fases: analiza el entorno, se documenta... Pero ¿cuándo comienza para usted el hecho artístico? Cuando voy a visitar lugares de extracción no pienso en que va a ser mi proyecto, sino que me concentro en entender qué sucede en cada lugar. Son investigaciones muy interesantes porque aprendo sobre cómo se genera el espacio, pero duelen porque me paso mucho tiempo metida en lugares de extracción a menudo ilegales. Semanas más tarde, cuando empiezo a saber lo que quiero hacer, y se me van presentando las consecuencias prácticas de proyectos bastante complicados, me preocupo. Cuando estoy en ese punto de empezar a asustarme de mis propios planes es que la cosa se pone interesante. Al final, trabajo defendiendo planes que sé que lo más probable es que no me dejen realizar, pero los propongo, por si acaso cuelan. Así se hicieron todos los proyectos que se pueden ver en esta exposición: el de enterrar una casa, acumular grava en la plaza de Basilea, proteger descampados, conseguir derechos mineros... ¿Cómo se enfrentó a un espacio tan peculiar como la Capilla del Herreriano para desarrollar 'Caliza'? No quise prestar atención al componente espiritual porque no me interesa. Enseguida empecé un proceso de investigación, que fue hacer la siguiente pregunta a los expertos: ¿De dónde vienen los materiales de construcción de Valladolid? El segundo paso fue a ir a ver esos lugares donde se extraen la caliza, la grava y la arena y presenciar el enorme destrozo en el páramo y los ríos que ha generado la extracción. Empecé a entender cuestiones sobre el territorio de Valladolid que no conocía antes y que me planteaban temas en los que continuar trabajando. Su otro proyecto creado para el museo hace referencia al descampado del Pinar del Jalón. ¿Qué le atrajo de este espacio? Su descampado es uno de los muchos terrenos de las terrazas del Duero y Pisuerga y estudiarlos a fondo era una forma de entender la dinámica de extracción a lo largo de estos ríos. El Pinar del Jalón se explotó como gravera en los 70 para extraer áridos y construir las carreteras necesarias a los sucesivos ensanches hacia el sur de una ciudad que crecía aceleradamente. Ha dicho en alguna ocasión que persigue aprender de los lugares en los que trabaja más que transformarlos. ¿Qué le ha mostrado su investigación en Valladolid? Cómo las terrazas del río han sido completamente transformadas en este eje, cómo es imposible la existencia de un terreno sin que aparezcan las grandes familias burguesas de la ciudad, harinera, explotadora de tierras, accionaria del ferrocarril... que compraban y vendían terrenos explotándolos para la construcción, a la vez que el gobierno les acompañaba instalando infraestructuras. Con la caliza veo una capital que se destrozó a sí misma extrayendo y reventando su suelo y cuya caída se está acelerando vendiendo barato su páramo y subsuelo de entre cinco y nueve millones de años. La exposición dedica un espacio también a sus trabajos de gestión y negociación de contratos de derechos minerales. ¿Cómo nació esa fascinación suya por el subsuelo? El subsuelo es la base real, material y económica que nos mantiene y justo es de la que apenas se habla. Siempre he querido saber más de ello. Empecé con proyectos consistentes en cavar que han ido llegando más abajo al conseguir derechos mineros. En el subsuelo está lo que no se conoce de la ciudad: infraestructuras, víctimas, perdedores, geología, los materiales que se extraen para servirnos, el agua, los minerales... En realidad abajo hay un montón de elementos que si analizas de cerca y consigues entender cómo funcionan -desde lo técnico al nivel legal o la composición-, comprendes cómo se estructura secretamente. Mis libros sobre el subsuelo de ciudades -como 'Madrid Subterráneo' (2012)- se pueden leer como 'thrillers', pero no son ficción, sino la realidad sobre la que vivimos, la que nos sustenta y no nos cuentan. Fue a Holanda hace ya más de dos décadas para formarse y allí continúa trabajando. ¿Qué la llevó allí? A Ámsterdam llegué invitada por la maravillosa escuela utópica de Ateliers, fundada por grandes artistas de los 60, en la que ahora doy clases. En esta escuela aprendí a concentrarme en mi trabajo sin preocuparme por lo que el público o el mercado espera de un artista. Holanda me ha dado tiempo para experimentar, fracasar y concentrarme, sobre todo debido a la relajada situación de la vivienda. Me instalé en Rotterdam atraída por el puerto y el interesante vacío espacial que dejaba. rodeada de demoliciones de las que aprendí mucho. ¿Qué referentes le influyeron durante su formación? Más que siguiendo las doctrinas del minimalismo, mi trabajo creció viendo las demoliciones de edificios de Gordon Matta Clark y enfrentándome a visiones masculinas del espacio seudomísticas que me llegaban desde la Escuela de Arquitectura de Madrid. Cuando yo estudiaba, había escritoras impresionantes que no se leían en España, como Rebecca Solnit. También la filósofa Simone Weil, que encontré tarde, o Mierle Laderman Ukeless.- ¿Tiene alguna espina clavada por proyectos que le han sido imposibles de realizar? Desde 2019, cuando me enteré que la arena de construcción se extraía del fondo del Mar del Norte, estoy proponiendo instalaciones de montañas de arena traída por un barco dragador. El proyecto no se pudo hacer en Aarhus, ni tampoco en la de Lisboa cuando lo planteé con arena dragada del Tajo. Sigo intentándolo. Para mí la insistencia es una importante herramienta de trabajo y, aunque los proyectos no salgan, mientras voy aprendiendo.