Si preguntamos a alguien, elegido al azar, si sería conveniente poner límites a lo que podemos escribir en un ensayo sobre filosofía, estoy convencido de que diría que no. Una respuesta similar obtendríamos si preguntáramos sobre lo adecuado de establecer, por ley, ciertas prohibiciones a las letras de los cantautores o a los argumentos de las novelas. Hemos llegado a un consenso sobre eso. Que cada uno escriba canciones de lo que quiera, decimos felices por haber logrado esa libertad. De igual modo, defendemos poder escoger el tema que nos apetezca para desarrollar la historia de una novela, el ambiente en un poema o el argumento de una película dramática. Pero con el humor las cosas son distintas. Algo nos...
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