Teresa Ribera trató de poner bajo su mandato, y por ley, a la Comisión Nacional de la Energía (CNE) cuando se desgajó de Competencia, con lo que el organismo perdía toda su independencia y su función reguladora y de contrapeso quedaba absolutamente subordinada al Gobierno. Los meses previos a su marcha a Bruselas lo intentó hasta dos veces y en ambas fracasó, pues tanto desde Economía como desde el Consejo de Estado previeron la maniobra y rechazaron este intento de colocar a la CNE bajo la hegemonía de su ministerio. Esta manera de hacer política está alejada de los estándares democráticos y de neutralidad que deben presidir la gestión de la Comisión Europea. Que la vicepresidenta y comisaria de Competencia haya intentado recientemente fulminar la independencia de uno de los reguladores de su país no es la mejor carta de presentación para su nuevo cargo y se suma a la desconfianza que generó la (no) gestión que hizo como ministra antes, durante y después de la DANA.
