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15 ejercicios muy útiles para impulsar a tu hijo en el esfuerzo y que logre sus objetivos

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'La magia del esfuerzo. Claves para dar a tu hijo el impulso que necesita', es el título del último libro de Fernando Alberca, Doctor en pedagogía, Cinencias Sociales y Jurídicas y profesor de Universidad. Él es muy consciente de que hay muchos menores y adolescentes que se sienten mal porque no tienen fuerza de voluntad y no se esfuerzan por aquello que desean . En declaraciones a este periódico habla de diferentes causas, pero sobre todo destaca que existe una gran sobreprotección sobre los hijos «y a los padres, incluso, les cuesta ver cómo se esfuerzan, nos duele verles ante una dificultad padeciendo el esfuerzo que les conlleva y su posibilidad de error debido a su inexperiencia. Es normal -puntualiza-. Les sucede a los mejores padres y madres. Pero esa 'ayuda' asegura su sufrimiento de los hijos a la larga». Pese a todo, en este libro, el autor describe de forma detallada todos lo beneficios de ganar la batalla y saber esforzarse. Explica que es habitual que los hijos sepan ver lo que quieren, «pero lo difícil es hacer lo necesario para conseguirlo. Por ello es importante hacerles entender cómo lograrlo, tengan la edad que tengan». Para ayudarles en esta labor, Albarca propone 15 ejercicios sencillos, pero esenciales para poder empezar a prácticas desde ya en casa: 1. El dominio del impulso Aprovecha la ocasión en que tengas sed en una comida. Entonces coge en tu mano un vaso de agua apetecible, ponlo delante de ti, míralo y levántalo sólo un poco con la mano, un par de centímetros sobre la mesa. Vuelve a dejarlo posado y no lo bebas hasta que termines de comer el primer plato entero; cuanta más sed sientas, mejor. No es lógico, por eso es importante y fuerte tu voluntad, que se impone a la lógica y a lo que te apetece. Aguanta hasta terminar el primer plato. 2. Ejercicio del tiempo y la espera. Piensa en algo que desees mucho como regalo de tu próximo cumpleaños o para el día de Reyes Magos. Lo que tarde más en llegar. Imagínate recibiéndolo. Considera que faltan unos meses aún (o días), pero te hace mucha ilusión. Llegará el día, seguro. Deséalo. Espera. En cuanto pase el día, piensa que, en doce meses más, volverás a disfrutar de algo que también esperarás sin problema. 3. De fuerza. Di que NO a algo que puedas comprar o hacer, que sea bueno para ti y que te guste. Di que NO una vez, por la única razón de que es tu voluntad la que manda sobre tenerlo o no tenerlo, y no el gusto, la adecuación, la apetencia, ni la posibilidad. 4. Resistencia Vayamos a andar, en la ciudad, el campo o el monte y, cuando demos signos de cansancio (den signos si se trata de los hijos), entonces hagamos este valioso ejercicio. Digamos: «Vamos un poco más. Es verdad que ya deberíamos parar. Estamos cansados. Pero vamos cien metros más, que nosotros siempre vamos un poquito más allá de donde todo el mundo se pararía. Vamos un poco más». Tras esos cien metros, no hace falta más, porque el ejercicio es decirle a tu cuerpo: «Ahora no descansaremos, sino tras un nuevo esfuerzo más», cuando estamos agotados. Se grabará que nosotros siempre lo conseguimos. 5. Puntualidad Llega puntual (es decir, tres minutos antes) a un lugar donde hayas quedado. Repite esta operación al menos tres veces. 6. Adelantarte Ve ahora y busca algo que esté fuera de su lugar y colócalo en su sitio. Ahora. Como extensión de este ejercicio, puedes, por ejemplo, sacar el lavavajillas antes de que lo pida nadie y colocar lo lavado en su lugar. Si no tienes lavavajillas, búscate un ejercicio parecido. Hecho:  136 7. Ahora Cuando oigas que tú mismo dices «voy» o «espera, ahora lo hago» o «lo haré cuando pueda», en ese momento, al escucharte, ponte de pie y quédate dos segundos de pie. Al menos ponte de pie, sólo eso. Y si tienes fuerza, haz aquello a lo que te referías, en ese mismo momento. Si no, al menos te habrás puesto de pie y te habrás dirigido a hacerlo, aunque no lo hayas hecho aún. Si este es el caso, que sólo te pusiste de pie pero no lo hiciste finalmente, no dejes de volver a intentarlo antes de que pasen veinticuatro horas. 8. Un cajón Ve a tu cuarto y ordena (poner las cosas en su lugar, según tu madre) lo que hay encima de tu cama. Si está ya ordenada, ordena un cajón de una mesa o una parte pequeña del armario (vale una estantería). Solo una parte. Elige la que quieras. 9. En el gimnasio de tu casa Elige una tarea que puedas hacer tres días seguidos. Por ejemplo, hacer bien tu cama. Mejor si de ella se beneficia alguien más, aparte de ti. Piensa en algo que suela reclamarte hacer tu madre o padre, tu esposa o esposo, tu compañero de trabajo o de residencia, alguien con quien convives y quieres. Piensa en una acción que hayas de hacer o en una costumbre que las personas con las que convives quisieran que dejaras de tener. Ahora sigue esta secuencia: a. Piensa que de este ejercicio saldrá una mejora personal tuya. Será bueno para ti, te dará satisfacción, te hará más amable y más necesitado. b. Elige el día en que vas a afrontar eliminar esa costumbre o vas a afrontar esa acción en que hayas pensado. Sólo durante dos días seguidos. Si es posible. Da igual el esfuerzo. El esfuerzo no va a ser problema. c. Ilusiónate pensando en que lo conseguirás y harás más feliz la vida de los que quieres y algo notarás, un cambio a mejor, en ti y en ellos contigo. d. Establece el modo en cómo vas a intentar lograrlo. e. Intenta lograrlo en cuanto llegue el día establecido y el momento. Si no te sale a la primera, inténtalo hasta que salga dos veces seguidas. f. Celebra la victoria: date un premio y siente la satisfacción. Eres ya mejor y más amable. g. Luego, descansa dos días sin hacerlo. h. Tras dos días sin intentar evitar esa costumbre tuya o sin hacer eso que te has propuesto (hacer tu cama bien, por ejemplo), vuelve a hacerla bien dos días seguidos. i. Si lo logras en la segunda serie, date un premio mayor. Estaremos trabajando la constancia y la grabación del esfuerzo a largo plazo. Tras la segunda tanda de dos días seguidos haciéndola, haz lo que creas conveniente: seguir o no. Nuestro ejercicio ya estaría cumplido con sólo terminar esta segunda serie de dos días seguidos haciendo aquella tarea costosa y asequible, aunque nadie la haya visto. Este ejercicio, que puedes repetir cambiando de tareas o sumando unas a otras poco a poco, convertirá la convivencia de tu casa y en familia en un gimnasio donde ensayar y entrenar lo mejor de ti y lo más amable. Notarás el cambio en poco tiempo. 10. Una hoja Apunta en un papel al inicio de la mañana las dos cosas que consideres más urgentes que debes hacer ese día, según tus padres o familia. Empéñate en haber logrado al menos una cuando termine el día. Mira el papel alguna vez al día o varias veces, para repasar lo que falta y tachar lo que hayas logrado. Cuando hayas terminado las dos tareas, si no has necesitado más de cuarenta y ocho horas, celébralo de alguna forma agradable. Si lo has logrado, ahora haz lo mismo, anotando dos tareas urgentes, pero que haya que hacerse a lo largo de una semana, no necesariamente en el día. Trabajaremos así la constancia, esfuerzo y orden a medio y largo plazo. Celébralo cuando lo logres. 11. La levantada Cuando vayas a poner el despertador, calcula bien a la hora que es preciso ponerlo y levantarte. Cuando la tengas concretada, pongamos por ejemplo las 08.00, entonces vamos a hacer una levantada, consistente en levantarte diez minutos antes. Pero, para ello, mi consejo es, si tienes despertador (o móvil-despertador) de esos que permiten poner varias alarmas, pon la primera veinte minutos antes, a las 07.40, y otra a las 07.45, otra a las 07.48 y la última a las 07.52. A esa hora, sal de la cama, bajando los pies, poniendo las plantas de los pies sobre el suelo o zapatillas. Date un empujón, sólo has de ponerte de pie. Luego vendrá el resto. Todo menos abandonar volviéndote a sentar o echar. Poner las diferentes alarmas, tan seguidas, hace preferir a tu cuerpo levantarse, lo despeja y prepara para la lucha defi nitiva de las 07.52, la que hemos de vencer. No has de levantarte hasta la última alarma, salvo que prefieras, ya que estás, levantarte antes. 12. En el aseo El ejercicio consistirá en seguir esta tabla, seguida de microejercicios de macrodificultad, sin pensar mucho, sólo ejecutarla. Como se hace en un gimnasio, en un partido de fútbol, al cantar una canción aunque uno esté cansado o al hacer un examen. Se empieza y se acaba, ese es el logro. La tabla es la que sigue: 1. Se oye a un padre o madre mandarte a duchar. 2. Al entrar en el oído y llegar a tu cerebro se crea una reacción inmediata que aparece con luminosos en el cerebro y dice: «AHORA, NO»; luego la mitiga por otro mensaje más suave: «NO ES NECESARIO». En ese momento, deja lo que estás haciendo, levántate y quédate quieto. 3. En cuanto te levantes di en voz alta, para que lo escuche tu madre o padre, aunque no lo pienses ni lo veas real: «VOY». 4. En ese momento vete raudamente al cuarto de aseo. Tienes sólo un segundo o dos para no flaquear, por eso hazlo con rapidez. 143 5. Una vez dentro dite: «No quiero ducharme y no me voy a duchar ahora, sólo me voy a desnudar, meter en la ducha y darle al agua». 6. Hazlo en ese momento, de nuevo con velocidad, esta vez tienes más tiempo: de cuatro a diez segundos, pero no mucho más. Es más efectivo el ejercicio cuanto menos tiempo inviertas. 7. Una vez dentro de la ducha tienes cinco minutos como máximo para terminar. Esto es muy importante, además de ecológico. Así que sé rápido en los movimientos para lavarte bien y dejar todo recogido: nada por medio, fuera de su sitio (según tu madre o padre). 8. Una vez fuera, sécate, tienes otros cinco minutos como máximo para salir. 9. Con la excusa que quieras, preséntate limpio y vestido ante tu madre o padre, sin decirle nada de la ducha. Ha de verlo solamente. Aunque no diga nada (depende de lo justo que sea o no con tu esfuerzo), su subconsciente sí lo registrará y lo notarás más adelante si no en ese mismo momento. Si lo has logrado, date un premio, aunque sea un halago a ti mismo al menos. U otro que se te ocurra y te guste. 13. Tres palabras Cuando tu madre (o padre) te pregunte algo y no te apetezca contestar, en lugar de responder con un silencio o con un gesto de cabeza, hombros o mano, responde con palabras, al menos con tres. Por ejemplo, si te pregunta: «¿Qué has hecho?». Si no quieres contarlo, contesta al menos: «Nada especial, mamá» (tres palabras). Si te pregunta: «¿Quieres más macarrones?». Si los quieres, no digas sólo «Sí», sino responde con tres palabras al menos: «Sí, mamá, gracias». O aún mejor: «Sí, mamá, gracias, un poco más». Pero al menos tres palabras; aunque si no se te ocurren, puede servirte repetir alguna. Por ejemplo: «¿Te apetece?»: «Sí, sí, gracias» (también son tres). 14. Entrena tu paladar Desde los primeros meses de vida, y durante los primeros años especialmente, el ser humano se acostumbra a texturas y sabores en sus hábitos alimenticios. Cada familia tiene sus propios gustos, sus propios olores y sabores, en las comidas. Este penúltimo ejercicio tiene tres partes: 1.ª: Distinguir los once sabores (saber detectarlos, buscarlos y probarlos si no se distinguen ya): Sabor dulce: Presencia de azúcares y otros compuestos similares. Sabor salado: Presencia de sales y minerales. Sabor amargo: Presencia de compuestos como cafeína, taninos y alcaloides. Sabor ácido y agrio: Presencia de ácidos, como en cítricos y ácidos. SABOR Picante: Cuando se toma guindilla, por ejemplo. Sabor Umami: Presencia de ácido glutámico y otros compuestos similares. Astringente: Presencia de taninos unidos a proteínas de la saliva, sequedad y aspereza: té, vino tinto, manzanas verdes, nueces. Almidonado: Presencia de almidón: arroz, pan y pasta. Graso: Presencia de grasas. Metálico terrado 2.ª: Consiste en algún momento comer alguna cosa a la que no estemos acostumbrados. Algo nuevo. Algo que el cerebro no puede recordarnos como sabroso, porque no lo tiene aún registrado y sí recuerda que siempre le dimos de lado o no tuvimos ocasión de 146 probarlo. En definitiva, se trata de probar un sabor nuevo, alguna textura a la que no está agradablemente habituado tu paladar. 3.ª: Ahora consiste en una comida completa, especialmente cuando vamos invitados a algún sitio, o también en casa, comer todo lo que nos pongan para comer. Actuando como si a todo estuviéramos bien habituados y nos gustara. Consiste en ser capaces de comer todo lo que nos pongan para comer. Sin elegir hacerlo o no. Salvo cantidades, eso sí puede elegirse , si fuera necesario. 15. Proyéctate en el futuro Piensa en alguna tarea asequible (no muy difícil de hacer para ti ni larga, aunque conlleve algo de esfuerzo): que no te cueste mucho. Algo francamente sencillo. No importa lo sencillo que sea. Una tarea que puedas hacer ahora aunque no te apetezca (vas a intentar hacerla, pero con el método adecuado, a ver qué ocurre). A partir de ella, vas a ejercitar tu visión de futuro (basándote en parte en una técnica utilizada en el deporte profesional), siguiendo la secuencia que te proponemos: a) Piensa en que podrías no hacerla. Podrías dejarla. b) Desea no hacerlo y quitarte de encima la obligación de hacerla y el esfuerzo (aunque sea pequeño) que exige. c) Piensa en un contratiempo que puede surgir cuando vayas a intentarlo. d) Piensa que, pese al esfuerzo, puede fallar algo y no salirte bien la tarea o no poder terminarla. e) Respira dos veces profundamente. f) Ahora piensa en lo bien que te vendría tener fuerza de voluntad y lograr rápidamente poner el esfuerzo que exige. g) Proyéctate en el futuro, imagínate con aquella tarea terminada. h) Desea vencer las excusas y obstáculos y acabar haciendo correctamente aquella tarea. Perfectamente lograda. Piensa en los pasos que te han hecho lograrla. Imagínate con el mayor realismo que puedas (sensaciones de luz, temperatura, lugar, olfato, tacto) la satisfacción que sientes por haberla hecho y haberte salido tan bien al final, pese al sufrimiento del esfuerzo. Imagina con todo ello el beneficio, el orgullo y la alegría de haberla culminado bien, aunque al principio temiste no terminarla. i) Ahora empieza a hacerla. j) Sigue haciéndola hasta el final, sin dudar hasta el final (recordemos que debía ser una tarea fácil y breve). k) Al terminarla date un premio por lograrla. Celébralo. Date una compensación que te exteriorice y anticipe la satisfacción más interna que te vendrá cuando hagas algo más difícil y necesario, que te exija más constancia y mayor esfuerzo. l) Imagínate (proyéctate de nuevo) haciendo esfuerzos más costosos, logrando superar un obstáculo mayor. Puedes pensar en uno que desees algún día superar, hoy no. Una tarea o un reto que no crees que sea fácil conseguir. Imagínate ahora celebrándolo también, como merece, mucho más esta vez, cuando algún día te lo propongas y lo logres: aún no.



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