El tiempo vuela. Lo dice el torero que lo detiene, el hombre sin reloj en la muñeca y con un lentificado tic-tac en las yemas. Torear es vivir, y vivir es parar el segundero, silabario del Juan que ahonda en el espíritu del Pasmo trianero, del Ortega que filosofea con su 'yo' de niño, del torero que convierte cada tarde en una noche de Reyes. —¿De dónde viene Juan Ortega? —No tengo antecedentes taurinos, pero mi padre es un gran aficionado. Desde chico me ha llevado a los toros y me ha transmitido su pasión desmedida. —¿Hasta dónde quiere que llegue su hilo del toreo? —Si le soy sincero, no tengo metas. Mi ilusión no es llegar a nada en...
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