El viejo legionario sobrevivió a la victoria pírrica de Edchera, cuando se nos puso el sol tras tantas guardias africanas. Me aborda en los mediodías de sol y sur. Cuando el atún a la plancha y el beso del vino de dulce de Málaga me hacen ser un ser completo, una criatura de Sorrentino en pobre, atento a quien se me pare delante y me quiera vender y contar su quincalla vital que, a veces, es oro puro. Lleva el viejo soldado unas barbas nazarenas en las que las canas no han exiliado del todo a las hebras negras, y ese mismo pelo que, pese a su edad, le late bravo y cimarrón hasta una coleta que le da un...
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