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Rotuladores al aire, imitaciones… Trump se desata en el arranque de su segunda presidencia

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Ha vuelto Donald Trump, el presidente-espectáculo. El nuevo inquilino de la Casa Blanca ha inaugurado este lunes su segundo mandato y lo ha celebrado como más le gusta: en un estadio, aclamado por miles de seguidores, como en sus grandes mítines. Fue el en el Capital One Arena de Washington , la casa del equipo local de la NBA, los Wizards, un pabellón para algo más de 20.000 personas que se quedó pequeño para la que había formada en la capital de EE.UU. La jura del cargo debía haberse producido en la escalinata del Capitolio, mirando al Mall, la explanada que articula los grandes edificios de Washington, ante una muchedumbre de seguidores. Pero el frío -se esperaban temperaturas de hasta -14 grados- llevó a Trump a trasladar la ceremonia al interior del Capitolio, en la sala cubierta por su grandiosa cúpula, y cancelar todos los actos al aire libre. Entre otros, el tradicional desfile inaugural que recorre las calles de la capital de EE.UU. En su lugar, Trump orquestó algo diferente, otra forma de mostrar su voluntad rupturista desde el primer minuto en la presidencia: una fiesta de seguimiento de la jura en el mayor estadio cerrado de Washington, a donde Trump se dirigió un par de horas después de poner la mano en la Biblia y jurar el cargo. Después de un día de ceremonias solemnes, de actos protocolarios, de revisión formal de tropas, de encuentros con legisladores, Trump tomó rumbo al estadio. Lo hizo con mucho retraso. «Si tarda una hora más, la próxima vez voto a Biden», bromeaba Kyle Edgar, un joven de Florida que estaba en las primeras filas. No había dormido. Había hecho cola desde la una de la mañana, combatiendo el frío, embutido en varias capas de pantalones y jerseys. «Si a él le pegaron un tiro por nosotros, lo mínimo que puedo hacer es pasar frío una noche», decía. El esfuerzo le valió el privilegio de formar parte del pequeño porcentaje de seguidores de Trump que pudieron verle en persona en el día histórico de su segunda investidura, la culminación de la mayor remontada política que se recuerda. Frente al frío de fuera, el calor del 'trumpismo' con los suyos. Por el escenario pasaron varias figuras decisivas de la incipiente Administración: entre otros, Dan Scavino, un asesor que está al lado de Trump desde el principio de su aventura política; Kash Patel, el polémico nominado para ser director del FBI; Steve Witkoff, el enviado especial de Trump a Oriente Medio, decisivo en el acuerdo entre Israel y Hamás; y, el más ovacionado de lo teloneros, Elon Musk. El hombre más rico del mundo salió con gran excitación, entre gritos y proclamas: «Esta no ha sido una victoria ordinaria. Esto era una encrucijada en el camino de la civilización humana. Esta elección realmente importaba». Entre sus gestos extraños y exagerados, Musk causó polémica porque algunos consideraron que hizo un saludo nazi, extendiendo su brazo derecho al frente. El estadio se vino abajo cuando apareció Trump, precedido por miembros de su familia -la noche dejó claro que Barron, su hijo menor, altísimo, es el favorito- y algunos de los elegidos para su Gabinete. El nuevo presidente disfrutó de un desfile en formato reducido, con la participación de varias bandas de música, de universidades, institutos y fuerzas armadas. La primera de ellas, con los bomberos de Butler, la localidad de Pensilvania donde estuvo a un centímetro de perder la vida en un intento de asesinato. Una de esas balas mató a un asistente, el bombero Corey Comperatore, y sus compañeros desfilaron con su chaqueta protectora. Pasaron una decena de bandas, algunas, como la de la Universidad de Mississippi Valley, espectaculares. Pero muchos estaban en la cola de los puestos de comida, esperando por algo tan americano como una hamburguesa o unos trozos de pollo frito, apurando para no perderse la intervención del presidente. «Ganamos, ganamos», saludó el nuevo presidente. «Y ahora empieza el trabajo». Fue un Trump en estado puro. Celebró la presencia de sus hijos, pero se olvidó de uno, Eric. Repitió sus acusaciones infundadas de que en 2020 le robarron la elección. Dijo que ya nada podrá echar al movimiento MAGA ('Make America Great Again', 'Hacer a EE.UU. grande otra vez', su gran lema político), «el mayor movimiento político de EE.UU. y quizá de la historia». Atacó a Kamala Harris, la que fue su rival demócrata en las últimas elecciones («¿alguien ha oído hablar de Kamala?», dijo para un abucheo de estruendo del resptable). Regaló una imitación despectiva de Joe Biden, por haber dicho que contra él Trump hubiera perdido. El espectáculo fue incómodo en algunos pasajes. Porque, junto a él en el escenario, había dos decenas de familiares de rehenes de Hamás -algunos ya fallecidos y de los que las familias solo esperan recibir su cadáver-, invitados a la investidura pocos días después del acuerdo, impulsado por Trump, de alto el fuego en Gaza y liberación de los secuestrados por los terroristas. Pese a su voz ya ronca, Trump habló y habló. De lo divino y de lo humano. De los aranceles , del perdón que daría más tarde a los condenados por el asalto al Capitolio , del uso político de la justicia, de acabar con la energía eólica… Pero también ejecutó. El otro gran protagonista de la noche fue el escritorio que estaba plantado sobre el escenario. «Ahora voy a firmar algunas órdenes, eso es lo que voy a hacer», dijo el presidente al público. Se encaminó hacia el escritorio y empezó a estampar su firma en sus primeras órdenes ejecutivas. Se sabía que en su primer día como presidente aprobaría un centenar de estos decretos presidenciales. Nadie lo había hecho antes en EE.UU. delante de un estadio lleno de partidarios. Cada orden ejecutiva -desmantelamiento de regulaciones de Biden, salida de EE.UU. del Acuerdo de París sobre cambio climático, reforma de la función pública- era anunciada y jaleada por el público. Después, se levantó y empezó a lanzar los rotuladores con los que firmó los decretos al público, como el guitarrista de rock que lanza sus púas tras el concierto. Fue la viva imagen de que la presidencia de Trump será rompedora, en lo formal y en lo sustancial.



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