En el barrio de Santa Cruz , en Sevilla, se ha registrado una de las historias más intrigantes de la ciudad. La protagonista, Isabel, una joven historiadora llegada desde Madrid, experimentó una serie de sucesos inexplicables tras coger un apartamento turístico , junto a su pareja, en esta emblemática zona. Según ella, las manifestaciones comenzaron casi de inmediato, la primera noche que pasó en el apartamento. Esa noche, Isabel afirmó haber escuchado un peculiar tintineo de campanillas que se repetía con cadencia regular. Al asomarse por la ventana, observó lo que describió como una figura infantil, vestida con ropas antiguas, en el patio. La figura, según su relato, no parecía tangible, sino más bien una sombra luminosa que irradiaba una sensación extraña. «¿Y tu pareja vio algo?» pregunté. «Nada, dormido, ni se enteró, pero yo tengo el sueño muy ligero», respondía Isabel. Intrigada, Isabel decidió investigar. Acudió a los propietarios para recabar información, pero se mostraron reacios a hablar. Finalmente, una anciana del edificio le reveló que el niño había sido visto antes por otros inquilinos . Según esta vecina, el espíritu pertenecería a un niño llamado Mateo, fallecido durante una epidemia en el siglo XVII . Se decía que su madre lo había buscado desesperadamente sin éxito, dejando su alma atrapada en el lugar. Interesada por el tema hizo que Isabel consultara archivos históricos en la red, donde encontró registros de una plaga que devastó la ciudad en aquella época, la temida peste de 1649. Entre las víctimas figuraban muchos niños, incluso uno de los registros coincidía con la ropa del niño llamado Mateo. Las descripciones coincidían con lo que Isabel aseguraba haber visto. Según los comentarios, la madre de Mateo había vagado por las calles de Sevilla llamándolo noche tras noche, hasta que su salud mental también sucumbió ante la tragedia. Con el paso de los días, las apariciones del niño cesaron, en principio solo fue esa noche, pero ella quiso forzar de nuevo la aparición del niño, estaba empeñada en volver a verlo, y dejó juguetes junto a la fuente del pati o, los cuales aparecían movidos al día siguiente, como si alguien los hubiera utilizado. Una noche, según narró Isabel, la figura se manifestó en su apartamento , esta vez más definida. «Mami me busca…», susurró el niño antes de desaparecer nuevamente, dejando un aire helado en la habitación. El temor inicial que sintió Isabel dio paso a una profunda sensación de empatizar con el niño . Su pareja estaba aterrada ante la actitud de la chica y el valor que demostraba ante lo imposible. Quería ayudarlo, «darle luz» y decidió organizar un homenaje en memoria de Mateo . Colocó flores y una vela en la fuente del patio, Isabel rezó y manifestó su deseo de ayudar al niño a encontrar la paz. María, una vecina que ha vivido en el edificio desde su infancia, relató: «Siempre aparecía al atardecer, junto a la fuente. Mi madre me decía que no me acercara, que era un alma perdida, pero yo sentía que solo quería jugar. Una vez me quedé mirándolo y, aunque me dio miedo, también sentí tristeza por él.» José, otro vecino, narró: «Una noche llegué tarde a casa y lo vi en las escaleras. Pensé que era un niño cualquiera, pero cuando intenté hablarle, simplemente desapareció. Me quedé petrificado. Desde entonces, evito subir solo por la noche. » Incluso Manuel, el trabajador de mantenimiento del edificio, aportó su testimonio: «Cuando limpiaba el patio, escuchaba risas. Al principio pensé que eran los niños de los vecinos, pero no había nadie. Una vez vi una pelota rodar sola hasta la fuente, como si alguien invisible la estuviera empujando. No me dio miedo, pero sí mucho respeto.» Isabel rindió ese pequeño homenaje. «Pasamos ocho días en Sevilla y aquella visión me obsesionó. La ciudad es preciosa, el barrio de Santa Cruz es maravilloso, pero para mí pasó a ser todo secundario. Mi pareja disfrutó mucho de esos días, y yo, pero mi cabeza estaba con aquel niño, me obsesionó poder ayudarlo . Es como si algo me impulsara a que descansara en paz, no te lo sé explicar, fue todo muy extraño». Desde entonces, no se han registrado nuevas apariciones del niño. Los vecinos creen que el homenaje organizado por Isabel ayudó a que su alma encontrara paz . Sin embargo, cada primavera, el tintineo de unas campanillas en el patio parece recordarles que Mateo, el niño de Sevilla, podría no haberse ido del todo. La historia de Mateo motiva que sean muchos los que, dedicados a la investigación paranormal y curiosos, quieran vivir una situación similar y visitan el barrio de Santa Cruz con la esperanza de experimentar esa visión tan inquietante. Aunque Isabel regresó a Madrid tiempo después, su acción parece que ayudó al niño a cruzar «al otro lado». Hoy, algunos dicen que Mateo no solo buscaba a su madre, sino también a quienes estuvieran dispuestos a ayudarlo. ¿Quién sabe? *Si has vivido alguna experiencia extraña no dudes en escribirnos y contárnosla a correodecontacto.garciabautista@gmail.com