La primera novela de María Fasce fue publicada antes por la editorial francesa Gallimard que por Planeta en español. A ésa siguieron otras cinco, la más reciente 'El final del bosque' (Siruela) , ganadora del Premio Café Gijón 2024. También autora de relato breve y teatro, Fasce es una de las editoras más importantes en lengua española: fichó al John Banville que fue Benjamin Black, descubrió a Lucia Berlin, catapultó a Joël Dicker a la fama y compró los derechos de Elena Ferrante. La autora, editora y traductora recibe a ABC Cultural en un céntrico café de Madrid, a unos minutos de las oficinas del grupo Penguin Random House, donde trabaja al frente de los sellos Lumen, Alfaguara Negra y Reservoir Books. A las cinco de una tarde de invierno, Fasce luce la cara lavada y viste un jersey color verde lima. Habla, vehemente, de un oficio al que ha dedicado la vida entera. Sí: entera. A los tres años ya sabía leer y a los diez había dado cuenta de 'Sobre héroes y tumbas'. A los veinte, se movía como pez en el agua del ecosistema cultural de su Argentina natal. Del periodismo pasó a Emecé, la mítica editorial de Borges y Bioy Casares. A la par de su carrera como traductora y editora, publicó las novelas 'A nadie le gusta la soledad', 'La naturaleza del amor' o 'La mujer de isla negra' y ganó premios como el del Fondo Nacional de las Artes en 1999 o el Iberoamericano de Relatos en 2015. Para cualquiera que desee optar a la literatura, ya sea como lector o escritor, las palabras de esta mujer incumben. Y mucho. Esta novela Para María Fasce la página en blanco no existe. Si ha de ser escrita, una historia se abre paso por sí sola y adquiere su forma en la operación previa a su ejecución. «Necesito una que me parta la cabeza. Que sea urgente escribirla, porque, si no lo hago, se me van a salir las vísceras», explica. Ese fue el caso de 'El final del bosque' (Siruela), la historia que da pie a esta larga conversación. La novela recién publicada por Siruela, y que en menos de una semana va por su segunda edición, surgió de una pesadilla. «Tres hermanos están en un bosque, se asoman a la ventana y ven a un hombre muerto en la calle. Saben, intuyen, que uno de los tres lo mató. Fue terrible». Sin duda, porque en aquel mal sueño eran sus hermanos y ella misma quienes se descubrían en semejante situación. «Tengo que escribir esto, me dije». «Quise ser fiel a la impresión tan poderosa de aquel sueño». Y así lo hizo. 'El final del bosque' es una historia de suspense que amplía el mecanismo de la intriga hacia territorios más oscuros y profundos. Lola, una mujer que trabaja como editora en Madrid regresa a Argentina para pasar una temporada junto a sus dos hermanos en una casa rural, en medio de un bosque que se revelará como metáfora y realidad. La locura, la ambigüedad, los afectos familiares y el silencio tejen una tupida malla de sentimientos y silencios. La autora Ante la pregunta sobre si 'El final del bosque' es un libro sobre la enajenación, María Fasce saca el bisturí del narrador y despacha la pregunta como en una lección de anatomía. «No quería hablar sobre la locura. No busco hablar sobre ningún tema. Lo que yo busco es una historia». Fasce sonríe. «Los temas, eso lo decía Borges, van con uno. ¡Qué novela tan argentina escribiste!, me dicen algunos. Normal. Soy argentina. Ser argentino, ser mujer, hablar del amor, del ser humano es una fatalidad. Todo eso está ahí. Viene dado». Tras la incisión en la conversación, María Fasce cose con puntadas finas y borda su idea hasta dejarla impecable: «Esta es una novela de suspenso. Hay un crimen, una intriga. Así que decidí que la historia debía de ser contada por un narrador poco fiable, que en este caso es Lola, que está loca. Es escritora y editora. Todo eso conforma un tipo de narrador que a mí me permitía desarrollar la historia». Para Fasce, cada libro viene con su propia forma. «Tienes que aprender a escribir ese libro y luego el siguiente, que es otro completamente distinto». De historias, esta mujer lo sabe todo. Las huele, las edita, las escribe, las borra, las insufla de vida. «Me interesan las relaciones humanas. No soy original en absoluto: el amor de pareja y familiar. En 'El final del bosque' las relaciones humanas van entrelazadas con la intriga». Fasce se atreve incluso, porque le sobra pasión para hacerlo, a llevarle la contraria al fatum: «Dice Jeanette Winterson que es preciso enseñar a los niños a buscar otros finales para los cuentos infantiles». Todas las historias pueden tener otro final. Parece que hay un destino, asegura. «Y sin embargo, y sin embargo… (ése podría ser mi epitafio). Es decir: nada está firmado. Me gusta desarticular la idea de destino». La lectora «Leo como quien ve los trucos de un mago. Cuando comencé, que leía compulsivamente, pensé: ¡Qué poder! Yo quiero hacer eso». Fasce abre mucho los ojos. «Piensa que todo eso se hace con un lápiz y un papel. No hay cámaras, ni medios, todo está en la imaginación. Es un milagro. Yo quiero hacer un milagro. No hay poder mayor que el que tiene un escritor», asegura. María Fasce ha cumplido todos los roles: lectora, escritora, periodista, editora. Ha escrito once libros y ha visualizado cómo dar conocer los de otros. Empezó editando libros de No Ficción, se lanzó a la caza del bestseller perfecto y también de manuscritos destacables de la ficción escrita en lengua extranjera. Trabajó en Alfaguara, Edhasa y el Grupo Norma, hasta que Amaya Elezcano le pidió dirigir Alfaguara Internacional, sello en el que ya había creado Alfaguara Negra. Unos años después, Pilar Reyes le propuso dirigir Lumen, sello en el que conviven Jorge Luis Borges, Virginia Woolf, Natalia Ginzburg o Elena Ferrante con 'El nombre de la rosa', de Umberto Eco, o Mafalda, de Quino, y en el que ella ha creado un catálogo contemporáneo exquisito. La editora «Mi trabajo de editora no tiene nada que ver con el de escritora, pero me sirve, por ejemplo, para conocer y evitar la ansiedad. He visto libros geniales que no han tenido ni la venta, ni la repercusión, ni la crítica que merecían. También libros geniales que la han tenido». Justo de esa mirada de conjunto es la que cristaliza en su mente la propia naturaleza de los libros que desea escribir y también de aquellos que ha editado. «El editor crea cómo va a presentar al mundo una novela y luego se convierte en una especie de mecánico o estilista. Un editor, si es persuasivo y si conoce su oficio, presenta a ese autor lo que él cree que es la mejor versión de ese texto. Normalmente, si es inteligente y tiene talento, el autor lo acata. Es un trabajo secreto entre ambos». «Es el caso de Gordon Lish y Raymond Carver. Lish era un escritor mediocre, pero sí un gran editor. Ve esos cuentos de Carver y dice: estos cuentos acaban acá. Tu talento acaba acá. Carver, como era súper talentoso, se dio cuenta de que tenía razón».