El 19 de octubre de 2012 la Diputación de Toledo traspasaba al Sescam, «en concepto de cesión gratuita de uso», el Hospital Provincial Nuestra Señora de la Misericordia ubicado junto al castillo de San Servando. Esta institución hospitalaria se remonta al siglo XV que, en 1459, dotó generosamente doña Guiomar de Meneses. En 1618, fue trasladada a las casas de los Lasso de la Vega junto a la actual plaza de Padilla, administrándola una Hermandad de protectores. En 1847 pasó a la creada Beneficencia Municipal y, en 1859, a la Provincial dependiente de la Diputación. Allí se trataban enfermedades agudas no contagiosas y cirugía. Lo atendían las Hermanas de la Caridad, un médico, un cirujano, un practicante, un farmacéutico y dos capellanes. Parro (1857), Palazuelos (1892) y Ramírez Benito (1894) decían que el edificio, de «regular amplitud», carecía de valor artístico y contaba con «desahogados salones» separados para mujeres y hombres. Un plano del Instituto Geográfico y Estadístico (1881) muestra una amalgama de estancias, patios, escaleras, cuartos y una capilla con acceso por la calle Esteban Illán. Desde 1900, y conocidos los informes del arquitecto provincial, crecían las críticas por la falta de ventilación y salubridad. Urgía el traslado a otro lugar o bien construir un nuevo centro. Sin embargo, la falta de fondos y de terrenos serían, durante años, difíciles barreras a superar. A mediados de 1902, las gacetas criticaban el vetusto nosocomio de Padilla. Se planteó llevarlo al histórico Hospital de Santa Cruz, devuelto a la Diputación al estar ya libre de los usos que la Academia de Infantería había ubicado allí tras el incendio del Alcázar, en 1887. Sin embargo, fue mayoritaria la opción de levantar uno nuevo, «con todos los adelantos y en un sitio adecuado». El 27 de octubre de 1909 se aprobó una moción de tres diputados encabezados por el liberal Gregorio Ledesm a para incluir, en el presupuesto de 1910, veinte mil pesetas a fin de construir «un hospital a la moderna por el sistema de pabellones», o bien habilitar algún edificio. El 1 de enero de 1910, El Día de Toledo , ante la urgencia del asunto, proponía erigirlo a la izquierda del palacio provincial, en el ventilado paraje de la Granja. En noviembre del mismo año, el Pleno estudiaba cómo allegar fondos para tomar una decisión: encargar a un contratista la obra pagándole anualmente o bien solicitar un préstamo bancario. En marzo de 1911 el presidente de la Diputación, el conservador Gómez Jareño , visitó a la familia Leyún, dueña de la Huerta del Corregidor situada en la margen derecha del Tajo, dominio heredado del especulador José Safont Lluch (1803-1861). Con gran júbilo se anunció la cesión gratuita de cuatro hectáreas en la salida hacia Madrid, lugar que acoge ahora el edificio Toletum y su entorno En mayo, para trazar un anteproyecto, se nombró arquitecto auxiliar, «sin sueldo ni retribución alguna», a Pedro Vidal y Rodríguez Barba que, tras ejercer en Cáceres y Salamanca, había llegado a Toledo en 1904. Aquí realizó trabajos privados, tuvo una activa vida pública, fue concejal (1914-1917) y numerario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo en 1933. En octubre, el presidente admitió que el estudio era «hermoso e irrealizable», pues ascendía a un millón seiscientas mil pesetas. No obstante, a pesar de lo estipulado, se retribuyó al arquitecto con 3.500 pesetas. En 1913 todo era ya agua pasada. Mientras, en Padilla seguían eternos arreglos y la separada atención sanitaria entre enfermos sin recursos y de pago, éstos en la «sala de distinguidos». Uno de ellos, gracias a la ayuda municipal, fue el fotógrafo Casiano Alguacil fallecido en 1914. A finales de 1915, para hallar otra solución, se creó una comisión con el presidente de la Diputación, Alfonso de Lara , tres diputados, el arquitecto provincial, Ezequiel Martín, y el director del hospital, Marcelo García. Se acordó abrir un concurso de proyectos basado en el «sistema de pabellones» para 250 camas, bajo el tipo de 525.000 pesetas. Habría dos premios: uno de 4.000 para el ganador y otro de 2.000 para el finalista. Se fijaba un plazo de dos años de obras y el pago al adjudicatario en diez años, abonándole un interés por la cantidad que anticipase. A principios de 1916, la Comisión se inclinó por un despejado lugar para el futuro hospital: los cerros de San Blas, junto al castillo de San Servando. Sin embargo, hasta 1925 no se cerró la compra allí de una histórica finca que, por cierto, albergaba restos de un cenobio que surgió en el siglo XI. Lo habitaron frailes traídos de Marsella hasta que, al marcharse en 1125, lo cedieron a la Catedral. En el siglo XVII fue transitoria casa de los carmelitas descalzos y en el XVIII la adquirió el cardenal Lorenzana como un anejo de la Real Casa de Caridad que había fundado en el Alcázar, lo que hizo que la posesión se conocerse como Cigarral del Alcázar. Fue desamortizada y pasó por sucesivas manos. A principios del XX pertenecía al ingeniero Grondona , en 1922 a Leopoldo Correcher (alcalde de Aranjuez entre 1917 y 1918) y, desde 1922, al comerciante toledano Jesús Echevarría Sainz de la Maza que la vendería a la Diputación, por 45.000 pesetas, el 8 de julio de 1925. El predio reunía un escuálido arbolado, una vivienda y restos del monasterio. En 1927, el militar, investigador y arqueólogo Manuel Castaños y Montijano describió en Toledo. Revista de Arte las huellas aún visibles: la planta cruciforme de la capilla, parte de un claustro y muros de rústicos aparejos. Pedía que al iniciarse las obras hospitalarias se llevasen los vestigios más valiosos al museo arqueológico. Fuera de la valla estaban la derruida fortaleza de San Servando, el agreste camino de Burguillos y las casas del barrio de San Blas alzadas en suelo municipal bajo el pago de un canon. Precisamente, la propia Diputación, en 1931 y 1934, pediría al Ayuntamiento más terrenos para ampliar el estrenado hospital. Y es que, desde 1926, avanzarían los planes previstos. En mayo de aquel año se resolvió un concurso de proyectos a favor del firmado por los arquitectos Manuel Sánchez Arcas, Luis Lacasa y Francisco Solana. En octubre se adjudicó la subasta de las obras en 1.674.922,91 pesetas y, el 31 de marzo de 1927, con la presencia de Martínez Anido, ministro de la Gobernación, se puso la primera piedra. La inauguración oficial acaeció el 20 de enero de 1933, asistiendo los presidentes de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y del Gobierno, Manuel Azaña. En otro artículo abordaremos la edificación del moderno Hospital Provincial, una temprana muestra de la arquitectura racionalista española del siglo XX.