A Job lo hicieron santo en su día por hacer gala de una paciencia inusual, pues tras vivir una vida de lujos le tocó enfrentarse a una serie de desgracias que pusieron a prueba su fe. Lamentablemente, los sevillanos vamos camino de emular a este profeta de las religiones abrahámicas cuando nos ponen sobre la mesa el asunto de la movilidad. Desplazarse por Sevilla es casi una profesión de riesgo y acaba con la paciencia de cualquiera. Pues en el trayecto desde un punto a otro, a uno le toca sortear atascos, calles cortadas, falta de aparcamiento y el gasto a precio de oro que supone llenar el depósito del coche de gasolina. ¡Cuánta falta nos hace una red completa...
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