EN la escuela, los sábados tocaba historia sagrada. Te gustaban los milagros de Jesús, al que imaginabas como un mago capaz de todo, de convertir el agua en vino o de multiplicar panes y peces; de curar a un leproso o de hacer andar a un paralítico. Lo bueno de Jesús te admiraba, como te horrorizaban los supuestos castigos que contaban en el Antiguo Testamento, que Yahvé no se andaba con chiquitas con los pecadores y lo mismo mandaba un diluvio de cuarenta días y cuarenta noches lloviendo que una decena de plagas. Te daba miedo todo lo que contaban, pero más, quizá, la plaga de piojos o de langostas. Otra plaga de langostas, infinitamente más cercana en el almanaque,...
Ver Más