¿Realidad virtual o irrealidad viral?
Cada día, más de 10.000 nuevas aplicaciones se suman a nuestro ecosistema digital, ampliando la interacción que tenemos con la tecnología. La inmersión en este mundo virtual es tal que, en 2024, el tiempo promedio de pantalla global es de 6 horas y 40 minutos diarias, y en países como Estados Unidos, se eleva a 7 horas y 3 minutos al día.
Esto subraya el rol cada vez más dominante de lo digital en nuestras vidas. Simplemente revisando nuestro tiempo en pantalla, podemos ver cómo estamos completamente sumergidos en este entorno y comenzamos a entender que nuestras elecciones "racionales" dependen de ser parte del "right on target" del producto.
La pregunta que surge es: ¿elegimos o nos eligen? Scrollear por redes sociales se ha vuelto una actividad placentera y adictiva, que se intensifican con fórmulas personalizadas hacen nuestra experiencia alinearse con nuestras creencias y gustos, aislándonos de opiniones que nos resultan incómodas.
De hecho, el 53% del tiempo global de pantalla se dedica a los smartphones , donde la interacción digital parece sustituir cada vez más las conexiones cara a cara, impactando en cómo nos relacionamos incluso en discusiones políticas o sociales.
Los algoritmos no solo nos facilitan el trabajo, sino que, en muchos casos, refuerzan nuestras percepciones y opiniones, creando burbujas de información en las que interactuamos solo con personas de pensamiento similar.
Un estudio de IBM reveló que el 76% de los miembros de la Generación Z admite pasar demasiado tiempo en sus teléfonos inteligentes, lo que plantea una pregunta inquietante: ¿hemos comenzado a replicar este modelo de hipersegmentación en nuestra vida cotidiana? ¿Las experiencias reales prevalecen sobre la multiplicidad de opciones que intentan moldearnos de manera oportunista?
En esta era de E-Realidad, vemos la tendencia a realizar actos políticos bajo techo o en lugares cada vez más reducidos, ya que los líderes políticos se adaptan a nuevos formatos, no solo al dar el mensaje, si no también en interactuar con propios, ajenos y con otros líderes.
Dicha conectividad tan efectiva genera que el actual presidente, Javier Milei, o Cristina Fernández de Kirchner, cuantitativamente, pueda activar a varios estadios de fútbol a través de sus redes con un solo mensaje.
Lastesis, con su himno feminista, de Valparaíso - Chile, el #EndPoliceBrutality en el caso George Floyd de Minneapolis, E.E.U.U. o #MarielleVive desde Río de Janeiro - Brasil, tal cual lo señalan Boczkowski y Matassi en su libro "conocer es comparar", demuestran que las fronteras conocidas ya no son un obstáculo, hechos reales que viajan digitalmente y vuelven a cobrar vida en diferentes continentes, aunque sus culturas sean desemejantes.
Ganará la idea fuerza en comunicación hipersegmentada nutrida de una cantidad innumerable de datos, o colapsará, como describe la frase que James Carville allá por 1992 escribió en el búnker de campaña de Bill Clinton "the economy, stupid" ? Dependerá de hasta qué punto estamos dispuestos a abandonar la realidad tangible por la comodidad que nos ofrece el algoritmo.