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Trump, con urgencias en el mundo desde el primer día

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Donald Trump asumirá el 20 de enero con una agenda internacional urgente en un mundo que lo espera ansioso.

Él ya ha dado señales precisas de la dirección que tomarán sus primeras acciones. El tema territorial es central. Plantea la posibilidad de que Estados Unidos se haga cargo de Groenlandia, hoy bajo jurisdicción danesa. Trump reclama que Estados Unidos vuelva a tomar el control del Canal de Panamá, argumentando que el cobro de tarifas es demasiado elevado. Dice también que Canadá podría ser un nuevo estado estadounidense. Agrega a ello que el Golfo de México debería tener otra denominación vinculada a la media docena de países que tienen costa sobre el mismo.

Hasta acá, hay una prioridad geográfica que apuntaría a ampliar la influencia y el control de Estados Unidos sobre su entorno inmediato. En los últimos años, ya sea en administraciones demócratas o republicanas, ha ido tomando fuerza el concepto de Norteamérica como región, y dentro de esta parecen ubicarse todas estas iniciativas de Trump. Hay quienes dicen que apuntan a tener una carta de negociación en materia de tratativas comerciales con los otros dos países de esta región (Canadá y México), que integran el CAFTA -antes denominado NAFTA- con Estados Unidos. Esto ha significado trasladar la frontera fáctica entre Estados Unidos y América Latina del Río Grande al norte de México, a Chiapas, en el sur de este país. Cuba, Haití y Venezuela son conflictos que están sobre el Mar Caribe y entonces preocupan en este contexto. Se trata de una agenda amplia que apunta a una expansión de la influencia de Estados Unidos en su entorno geopolítico próximo.

En el ámbito global, Trump mantiene una política de subestimación de lo multilateral para priorizar la relación personal entre los líderes nacionales. No cree en la eficacia de la ONU ni tampoco en organizaciones económicas como el Fondo Monetario y el Banco Mundial, ni en las alianzas militares como la OTAN. La invitación a que el presidente de China, Xi Jinping -que será representado por su vicepresidente-, asista a la fiesta de su asunción el 20 de enero es una señal clara: más allá de los antagonismos, busca mantener el diálogo. También ha dicho que está dispuesto a hablar con Putin rápidamente y ello se relaciona con lograr una tregua en la guerra entre Rusia y Ucrania. El primer ministro de la India, Narendra Modi, ocupa también un lugar central en la estrategia de "personalización" de la diplomacia internacional.

Donald Trump

Líderes intermedios que han adquirido fuerza regional, como Recep Erdogan, el presidente de Turquía, tendrán también un nivel de diálogo especial. En este ámbito de las potencias intermedias juegan también un papel Arabia Saudita e Israel, país donde ya se ha avanzado en el acuerdo para el canje de rehenes con Hamas. Para los distintos conflictos de Medio Oriente está elaborando soluciones específicas para temas como la amenaza que representa Irán -con el cual tiene un histórico antagonismo-, la inestabilidad en la cual ha quedado El Líbano, la incertidumbre respecto al frágil cese del fuego entre Hezbollah e Israel, y el mosaico múltiple en torno a Siria y sus facciones menores: el HTS que ejerce un débil gobierno; el Estado Islámico y Al Qaeda (que parecen haber ganado cierta fuerza); los cristianos drusos, la secta alauita pro Assad, y la presencia en el territorio sirio de bases militares turcas, rusas y estadounidenses. Todo ello contribuye a formar un cuadro difícil, complejo e incierto.

La relación con Europa se da en términos de frialdad y cierto antagonismo. Es claro que entre los líderes globales de este continente Trump no encuentra casi ninguno cuya mentalidad lo represente. No confía en los mandatarios de los países más relevantes: Alemania, que elegirá nuevo primer ministro el 23 de febrero; tampoco en el presidente francés Emmanuel Macron, cuyo mandato podría ser interrumpido por una elección adelantada; ni en el débil primer ministro laborista del Reino Unido. Sólo Giorgia Meloni, la primera ministra de Italia, tiene buena relación con Trump y por eso fue invitada a la fiesta de asunción.

El próximo presidente estadounidense ha expresado en varias oportunidades que los treinta y dos socios de la OTAN deben participar más en el gasto militar de la alianza atlántica. Todavía una decena de sus integrantes no está cumpliendo con el compromiso de destinar para este fin el 2% de su PBI. Además, los intereses europeos desde el punto de vista geopolítico están divididos. El liderazgo que deberían tener Alemania y Francia en conjunto no se ha logrado hasta ahora. Los países de la ex Unión Soviética ven con preocupación la amenaza rusa. La Europa mediterránea siente el temor sobre la inmigración que generan los conflictos en el norte de África, como el de Libia, y de la media docena de países que integran la región centro-norte del Sahel. A partir de la caída del régimen de Assad en Siria, el extremismo islámico, representado por grupos derivados del ISIS y Al Qaeda, ha vuelto a ser una amenaza terrorista para Europa.

En el resto del mundo, Trump no tiene grandes prioridades. Ninguno de los cincuenta y cuatro países de África, analizados en conjunto, representa una prioridad, pese a sus proyecciones económicas y demográficas de largo plazo. El rol estratégico de Sudáfrica, los riesgos de desestabilización en el llamado "Cuerno de África" y los problemas que genera la presencia de mercenarios rusos en países específicos y la de China en términos regionales, no parecen conmover a la próxima Casa Blanca. El Sudeste Asiático representa una perspectiva promisoria, con economías pujantes como la de Tailandia y Vietnam -país con el que Putin firmó un acuerdo de intercambio de tecnología nuclear que podría generar algún interés para Washington-, pero no adquieren una prioridad por sí mismas para Trump, salvo por el conflicto por el Mar del Sur de China.

Respecto a este país, el próximo presidente estadounidense tratará de ubicar el conflicto por la hegemonía global en el concepto de rivalidad o competencia. No buscará intensificar el conflicto de Taiwán. Tratará de estabilizar las complejas situaciones internas que sufren hoy sus aliados en el Lejano Oriente, que son Japón y Corea del Sur, e intentará alguna solución para resolver la hostilidad de Corea del Norte. Pero no innovará en las relaciones con los aliados en el Indopacífico, como Australia y Nueva Zelanda.

En definitiva, se trata de un mundo que requerirá decisión y audacia, pero reconociendo al mismo tiempo los matices y diferencias.




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